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Cuando el parlamento tenía luces propias

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En el siglo XX, el Poder Legislativo mostró durante décadas una jerarquía institucional ejemplar, ajustada a la Constitución, independiente, por medio de diputados y senadores que lo prestigiaron.

Por Juan Antonio Castro Torres (*) – Exclusivo para Comercio y Justicia

Uno de los protagonistas de aquellos tiempos fue José Aguirre Cámara, cordobés, quien nació en Alta Gracia en abril de 1900 y falleció en 1969. Abogado de profesión, se enroló muy joven en las filas del Partido Demócrata, al que representó en la Legislatura de Córdoba en varios períodos y también en el Congreso de la Nación. En el pináculo de su prestigio, fue candidato a gobernador de Córdoba en 1936, siendo derrotado en forma ajustada por Amadeo Sabattini. Fue una campaña política apasionante, digna del mejor futuro que los candidatos anticipaban en sus encendidos discursos populares. Mientras el líder radical totalizó 109.867 votos, Aguirre Cámara sumó 104.067. Las innegables cualidades políticas del derrotado jerarquizaron la victoria de Sabattini, que ya está en la historia como uno de los grandes gobernadores de Córdoba en el siglo pasado. Aguirre Cámara fue autor de números libros de política e historia, y representante en la asamblea que sancionó la reforma constitucional argentina de 1949.

Comenzó su carrera política en el Partido Demócrata de Alta Gracia en 1917, como secretario en la Municipalidad. En la intendencia de León S. Morra, en 1920, ocupó la Secretaría de Hacienda de la Municipalidad de Córdoba. Desde entonces ejerció diversos cargos partidarios, integrando el Comité Central Demócrata en diciembre de 1929.

Con el apoyo del ingeniero Emilio Felipe Olmos, nuevo presidente del partido, fue candidato a diputado nacional en las elecciones del 2 de marzo de 1930. Las dificultades políticas que atravesaba la segunda presidencia de Yrigoyen impedían el funcionamiento normal del Congreso Nacional, por lo que Aguirre Cámara suscribió el famoso Manifiesto de los 44, al que adhirieron parlamentarios de distintos sectores, todos opositores al gobierno radical.

Después del nefasto golpe de Uriburu, Aguirre Cámara se desempeñó como ministro de Hacienda de Córdoba durante la gobernación de Emilio F. Olmos, quien murió a poco de iniciar su gobierno. Pedro J. Frías, sucesor de Olmos, lo confirmó en el cargo, hasta su renuncia en 1935 para ser candidato a gobernador.

En los comicios de 1938 fue elegido diputado nacional por la minoría demócrata, y en 1942, otra vez el pueblo lo reeligió para representar a Córdoba en la Cámara Baja nacional. En 1949 retornó al parlamento, esta vez en la Provincia, hasta 1952. Pese al largo interregno que significó la caída de Perón en 1955, Aguirre Cámara continuó en la actividad política, que alternaba con la edición de números libros de interés político y cultural.

La notable autocrítica
En 1963 volvió al Congreso Nacional como diputado por Córdoba. En uno de sus memorables discursos en el recinto legislativo realizó una encendida autocrítica por haber apoyado el golpe de 1930. Señaló Aguirre Cámara: “Nosotros sobrellevamos el peso de un error tremendo. Nosotros contribuimos a reabrir en 1930 la era de los cuartelazos victoriosos. El año 1930, para salvar al país del desorden y del desgobierno, no necesitamos sacar a las tropas de los cuarteles y enseñar al Ejército el peligroso camino de los golpes de Estado.

Pudimos, dentro de la ley, resolver la crisis. No lo hicimos, apartándonos de las grandes enseñanzas de los próceres conservadores, por precipitación, por incontinencia partidaria, por olvido de las lecciones de la experiencia histórica, por sensualidad de poder. Y ahora está sufriendo el país las consecuencias de aquel precedente funesto…”

Entre sus libros más destacados cabe mencionar Demagogia, inflación y armamentismo (1944), Algunas verdades sobre tarifas de teléfonos (1942), El país al servicio del coronel (1945), y Aportes para una biografía del general Juan B. Bustos (1980).

También merece una cálida mención José Antonio Mercado, fogoso orador, con una prosa aguda y de ironía sin par. “El Negro”, como se lo conocía en el ámbito político, fue diputado demócrata, representando al sector más liberal, en la Legislatura de Córdoba, entre 1931-1936. Ocupó nuevamente su banca durante el gobierno de Perón, en el período 1949-1952.

Fue expulsado de la Cámara el 26 de noviembre de 1949 por sus críticas al gobierno peronista, y el 17 de enero de 1950, encarcelado, por un discurso que pronunció en un acto popular realizado en la localidad de Santa Rosa de Calamuchita. Se lo acusó de “desacato”, quedando en libertad varios días después. Participó como diputado constituyente cuando se reformó la constitución provincial en 1949, y luego, en el periodo 1958-1962, fue electo senador por el departamento Minas.

La sociedad, en su inmensa mayoría, tiene conciencia de la importancia que representa para la república la capacidad de los políticos que gobiernan. En ese contexto, la división de poderes en el Estado, su independencia y contralor entre sí, y la honestidad ética de quienes nos representan es imprescindible para que el pueblo reciba los beneficios de la mejor forma de gobierno que se conoce desde hace siglos: la democracia.

(*) Periodista y escritor cordobés

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