Cuando el cambio de metodología influye en el rumbo

Ocurrió en el caso del sujeto que rompió a patadas una TV y varios artefactos en un hotel cuando le dijeron que no lo iban a alojar por motivo del inicio de la segunda etapa de aislamiento social preventivo y obligatorio (ASPO). 

Corría finales del mes de mayo cuando una persona y su familia ingresan al lobby del hotel en el que querían pernoctar por dos noches. Al ser atendidos por el sereno -ya que el establecimiento estaba cerrado- éste les informa que no podrían brindarle el servicio por encontrarse en curso el ASPO. Aquél, que dice haber tenido una reserva previa, envuelto en un gran enojo decide permanecer dentro del alojamiento y rompe varios artefactos. Luego de haber intervenido el personal policial, lo llevan detenido y el propietario del hotel formula la denuncia.

Derivado el caso a mediación por la unidad Fiscal, ambas partes aceptan el proceso en compañía de sus asesores letrados. En las primeras intervenciones de la oficina con las partes -entrevista informativa y exploratoria individual-, éstas y sus abogados dan un relato bastante disonante de los episodios y del contexto; la persona mediadora entiende que es razonable y hasta esperable en esta primera etapa de trabajo. Quienes trabajamos en mediación, partimos del supuesto que las partes traen su propio relato y en la mayoría de los casos hay sutiles -en otros, grandes- diferencias en los hechos, las apreciaciones, los sentires experimentados por cada una. 

Habiendo escuchado de la parte denunciante una mínima disposición a participar e incentivada por el abogado que la patrocinaba en intentar una negociación económica, éstos hacen un esbozo de su reclamo. De la parte denunciada existía un escaso interés en explicar a la otra lo que le había pasado y por qué había reaccionado de esa manera, casi dominado por la furia y la impotencia; no pensaba que hubiera una solución económica, aunque se consideraba también damnificado por haber “perdido” dinero de la reserva de hotel.

Creí que podría ser más provechoso para los participantes que las explicaciones del caso y el tema económico fueran presentados en forma directa entre aquéllos, por lo cual propuse llevar a cabo una reunión de encuentro entre ellos en lugar de llevar a cabo la negociación mediante la modalidad de mediación puente. Esta idea fue aceptada por las partes. Cabe aclarar que -en relación con ambas- ya había escuchado un primer relato de tales exposiciones, lo que luego generó en mí una -grata- sorpresa. 

Dos fueron los encuentros realizados a estos fines. El primero tuvo la participación directa de las personas involucradas en el episodio; de dichas intervenciones -para mi asombro- ambas partes reconocieron los errores cometidos, la no intención de dañarse y hasta un pedido de disculpas recíproco. Advertí un cambio notable de los discursos iniciales. En la primera intervención individual que tuve con cada sujeto, el relato que escuché estaba centrado en las consecuencias personales que cada uno había sufrido y en dar las explicaciones que justificaban cada actuar. Había un -pequeño- interés en escuchar al otro en dicha situación, pero esto no tenía un atractivo significativo. 

El día del encuentro, habiendo realizado el encuadre de la reunión y explicado la metodología de trabajo y los objetivos del espacio, las partes se explicaron, se pidieron perdón por sus actitudes y se expresaron agradecidas por el espacio generado. Ocurrió lo que Pablo Quintanilla (2019) explica como comprender al otro. 

En el segundo encuentro, que por decisión de ambas partes fue realizado con la participación sólo de los asesores letrados, el tema a tratar era el económico. Nuevamente yo tenía una primera versión del reclamo. Al momento de dar la palabra al abogado del denunciante, éste presenta un pedido notablemente menor que el que me había formulado en entrevista individual anterior; las diferencias se notaban tanto en los rubros como en los montos. Por su parte, la asesora del denunciado incorporó y sostuvo una posición más dura que la que escuché en mi conversación inicial individual. El relato de los abogados, al hablar entre ellos y no al mediador, había cambiado. Ciertamente nunca sabré qué motivó a las personas a cambiar sus narrativas cuando se hablaron de manera directa en lugar de hacerlo hacia mí. Sin embargo, sí advierto que en ambas oportunidades la metodología de trabajo elegida provocó una diferencia en el modo de transitar el proceso para cada una; cambió el sistema de comunicación. En esa oportunidad, al concluir el encuentro, observé que el rumbo de la mediación hubiera sido notablemente diferente de haberla trabajado en un formato puente, es decir haciendo las veces de interlocutor en lugar de que las partes se expresaran directamente la una hacia la otra.

En este planteo reviso que la persona facilitadora del proceso tiene cierta injerencia en el sistema por medio de sus intervenciones e influye en el sistema del diálogo mediante la metodología de trabajo que elige y propone. En cualquier caso, se requiere revisar cuánto hay de decisión por los participantes y cuánto del facilitador. A veces, aun cuando el interés en un diálogo directo sea débil o liviano, vale animar a las partes a intentarlo.

* Mediador penal.