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Covid, restricciones y libertades

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Por: José Emilio Ortega y Santiago Espósito (*)

Se sigue debatiendo sobre el abordaje de la pandemia y sus consecuencias. Frente a los sucesivos flujos y reflujos de la enfermedad, subyace -sin embargo- una ola profunda que no encuentra su descanso. Un ejercicio discursivo permanente que, aunque a veces explique progresos, suele correrse hacia lo retórico, lo que hace  difícil despejar la paja del trigo.

En agosto de 2021 comenzó una dura tenida sobre la cantidad de dosis indispensables para proveer la ansiada inmunización -dos o tres-, con muchos países que comenzaron a aplicar esta última alternativa, frente a la queja de las organizaciones internacionales y la ratificación de rumbo en los movimientos sociales “antivacuna”. En tanto, millones de personas en los márgenes del mundo continuaban esperando una primera respuesta inmunizatoria.

La OMS se resistió a aceptar la inclusión en el cronograma de vacunas de una tercera dosis, lo que puso a prueba una vez más la vigencia del predicamento de las estructuras intergubernamentales -desgastadas en los últimos lustros, más allá del covid- frente a las decisiones que adoptan los estados soberanos.

El titular de la OMS llegó a considerar “inaceptable” aquel movimiento inicial de diversos países (Francia, Alemania, Reino Unido, Rusia, Israel, EEUU, España, Bahréin, Emiratos Árabes Unidos, Uruguay y Chile, entre otros), pero tanto la duración de la inmunización como la posibilidad de la combinación de vacunas (muy controvertida en su inicio), siempre empezando por grupos más sensibles (adultos mayores, pacientes con comorbilidades, etcétera) se ha ido imponiendo gradualmente. 

De nada valió que la OMS alertara sobre la concentración de muchas vacunas en un núcleo de países desarrollados con gran disponibilidad de recursos, frente a estados que aún hoy apenas alcanzan porcentajes mínimos de inoculados, particularmente en África, cuna de las últimas dos variantes de covid conocidas. 

Frente a estas situaciones, en las que se renuevan permanentemente las referencias científicas, se actualizan las estadísticas, se van construyendo los escenarios epidemiológicos, asistenciales y político-institucionales como parte del gran relato sanitario, continúa la tensión entre la OMS, los estados nacionales y diversos movimientos sociales. El sistema internacional sigue mostrando límites para establecer criterios globales aceptados por los estados y sus diversos segmentos comunitarios.

Fracturas expuestas

Pese a los atesoramientos de vacunas, el covid sigue haciendo su marcha en EEUU y Europa con picos muy sostenidos. Regresaron las restricciones (reimplantación del barbijo, suspensión de reuniones familiares y actividades públicas, además de  confinamiento) en países como Austria, Holanda, Alemania, Francia o España. Desde el fin de febrero, la obligación de vacunarse en Austria, país que no había tenido problemas en las primeras olas de la pandemia pero que, por no haber impulsado campañas masivas de vacunación eficaces, sufrió particularmente las últimas irrupciones del virus -variantes delta y ómicron-. Italia acaba de imponer la inoculación obligatoria a mayores de 50 años.

A su vez, ante el miedo de que se genere una nueva parálisis económica cada vez más gobiernos del mundo aligeran las reglas de aislamiento, lo que ha ocurrido también en Argentina. Según Industriales Pymes Argentinos (IPA), el ausentismo laboral aumentó 20% en dos semanas. La situación en hospitales y clínicas es crítica. En plena tercera ola, falta personal médico y de enfermería. También limpieza en los hospitales, recolección de residuos patógenos, entre otros servicios que también se proyectan a la sociedad.

Ant el endurecimiento de las posturas gubernamentales, destacando Alemania, Francia o Inglaterra, paralelamente los movimientos antivacunas ratifican su postura con manifestaciones muy significativas, incluso recurriendo a la violencia pública. 

En este marco encuadra el “caso Djokovic”, que en menos de 24 horas alcanzó la categoría de reality show. Aterrizado el tenista serbio en Melbourne, el gobierno australiano revocó su visa, pese a la exención médica que le había otorgado la organización del Abierto de Australia, y comenzó su trámite de deportación. Djokovic, conocido por su postura antivacunas, recurrió la decisión. Encerrado en un hotel, espera el veredicto, alentado por fanáticos. El presidente serbio Aleksandar Vucic acusó a las autoridades australianas de «maltrato» y de ejercer una «caza política». Djovokic expuso la fractura como nadie; su padre expresó sin disimulo: “Es una lucha por la libertad en el mundo, no es sólo una lucha de Novak”.  

Los gobiernos occidentales toleraron la vigencia de un derecho a decidir, ejercido casi como un extremismo liberal que no deja de ser un ejercicio presuntuoso, típico de ciertos estratos sociales primermundistas (o aspirantes a serlo); aunque gradualmente, van tomando forma nuevos conceptos en el núcleo público. 

El derecho-deber de estar sano, en un contexto de emergencia sanitaria que no puede superarse dada la permanente aparición de nuevas cepas, importa restricciones a la toma individual de decisiones, cuando estas suponen mantener la vulnerabilidad personal y comunitaria, afectando el cuidado de la salud como bien social. En suma, poner en riesgo a la salud de los otros con las conductas propias.

Por otra, las restricciones deben ser más compatibles con la dinámica socioeconómica: es poco posible imaginar escenarios de paralización completa ya que, si bien la emergencia sanitaria subsiste, las previsiones con que el sistema cuenta o puede contar (conocimiento de la enfermedad por el equipo de salud, mejor infraestructura sanitaria y social, más disponibilidad de vacunas y -quizá pronto- de medicamentos, etcétera) hacen menos complejo su abordaje. 

Cabe preguntarse si se impondrá frente a aquellos fundamentalistas que aducen derechos en pugna (forzando los derechos individuales), un criterio racional, exigiendo la vacunación y ratificando la vigencia de credenciales o pases sanitarios (constancias o documentos que den fe del cumplimiento de una obligación ciudadana). También si los policy makers tendrán la información estadística y evidencia científica suficiente para incrementar la infraestructura sanitaria y social, encontrando libertades, que sin complicar lo sanitario, mejoren la dinámica social al evitar aislamientos cuando de éstos pueda prescindirse. 

Nuevo debate para alimentar la ola gigante, dispuesta a sostenerse por un buen tiempo más.


(*) (Docentes UNC)

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