ESCUCHARLa tensión por las restricciones para contener el avance del covid-19 y sus variantes sigue vigente en las principales naciones de Europa.
La canciller alemana, Angela Merkel, volvió a defender la extensión de las medidas para controlar la segunda ola de coronavirus, que tienen escaso respaldo popular.
«No tenemos nada que ganar ahora con una salida prematura del confinamiento», destacó Merkel en una reunión con los parlamentarios de su conservador Partido Demócrata Cristiano, en referencia al aislamiento social parcial en el que se encuentra Alemania desde finales del año pasado.
Agregó que eliminar las restricciones en este momento haría correr el riesgo de una suba muy rápida de las infecciones y pidió una prolongación del confinamiento al menos hasta fin de mes, cuando en principio la medida estaba programada hasta el 14 de febrero.
A pesar de que Merkel había sobrevivido exitosamente a la primera ola del covid-19 en la primavera boreal de 2020 gracias al impacto menos duro sufrido por Alemania respecto a los países vecinos, la ola invernal golpea con fuerza al país y agudiza las críticas contra su gestión.
Según analistas, su popularidad comienza a desmoronarse ante el hastío de los alemanes. Cabe recordar que Alemania tendrá elecciones legislativas el 26 de septiembre, en las que serán electos 709 diputados, quienes a su vez elegirán canciller para el período 2021-2025.
Merkel, de 64 años, en el cargo desde 2005, ya adelantó que no irá por su reelección.
«Es un periodo difícil también para mí. Doy vueltas las cosas en mi cabeza en todos los sentidos antes de tomar decisiones y esto me preocupa, es verdad», declaró al canal de televisión RTL.
Alemania acumula 2,3 millones de casos de coronavirus y 62.191 muertes, según los últimos datos difundidos por el Ministerio de Salud.
En disputa con el gobierno federal
En tanto, en la ciudad francesa de Perpiñán, el alcalde -de extrema derecha- ordenó abrir cuatro museos, desafiando así las restricciones del gobierno central que los mantiene cerrados en todo el país debido a la pandemia.
«Hay un virus, lo tenemos desde hace mucho tiempo, tenemos que vivir con él. Habrá variantes, habrá virus, hay tratamientos, hay vacunación, hay precauciones que tomamos. Acostumbrémonos», afirmó Louis Aliot, del partido ultraderechista Agrupación Nacional, ante la prensa.
«Creo que el museo es un lugar muy agradable para hacerlo porque es un lugar donde se pueden controlar las cosas lo mejor posible. Estamos de vacaciones. Hay jóvenes a los que hoy se les impide hacer deporte, ir a las estaciones de esquí. Abramos un poco los museos y los lugares de cultura para ellos», agregó.
Los museos de todo el país, así como los restaurantes, bares, cines y gimnasios, están cerrados desde hace meses en Francia y reclaman por su reapertura.
Las autoridades del museo de arte Hyacinthe-Rigaud de Perpiñán dijeron que unos 50 visitantes habían llegado ayer por la mañana después de 15 minutos de su reapertura.
Los museos de arte catalán Casa Pairal y de Historia Natural también confirmaron su reapertura. El cuarto de la ciudad, el de la moneda Joseph Puig, reabriría hoy.
El lunes, el representante regional del Estado en la ciudad del sureste francés había intentado frenar en los tribunales la reapertura de esos lugares.
Cabe recordar que la ministra de Cultura de Francia, Roselyne Bachelot, había prometido que ellos y los monumentos nacionales serían los primeros en reabrir, pero sólo cuando los índices de infección disminuyeran.
Días atrás, cientos de personas de la comunidad artística firmaron dos peticiones al gobierno para que permitiera la apertura de los museos.
«Durante una hora, un día, una semana o un mes, déjennos reabrir nuestras puertas aunque tengamos que volver a cerrarlas en caso de que se produzca otro cierre», pedían.
Francia registró cerca de 80.000 muertos por el coronavirus desde el inicio de la pandemia y son sombríos los vaticinios sobre la segunda ola.
Diez años de cárcel
El ministro británico de Salud, Matt Hancock, anunció un endurecimiento de las medidas de control a los viajeros procedentes de países incluidos en la «lista negra», con altas multas y cárcel a los infractores, en un esfuerzo por frenar la importación de nuevas variantes de coronavirus.
«Fortalecemos el castigo por incumplimiento de las reglas; los que adrede intenten ocultar haber visitado en los últimos diez días los países de la lista negra pueden enfrentar una condena de hasta diez años de prisión; un proyecto de ley correspondiente será legitimado pronto», afirmó Hancock.
El gobierno británico teme especialmente la importación de variantes resistentes a las vacunas, especialmente después de que un estudio mostró que la desarrollada por AstraZeneca/Oxford tiene poca eficacia en adultos jóvenes contra las formas leves de covid-19 provocadas por la mutación sudafricana.
A mediados de enero pasado, las autoridades del Reino Unido prohibieron la llegada de personas procedentes de 30 países de América del Sur, de África del Sur y de Portugal, y a partir del próximo lunes se impondrán nuevas medidas para el resto de naciones del mundo.
Además, los británicos o residentes legales que regresen de un país de la «lista negra» -a quienes no se puede impedir la entrada- tendrán que realizar su cuarentena de 10 días en algún hotel designado por el gobierno y pagar la factura de 2.400 dólares por persona.
Además, tendrán que someterse a dos pruebas más de coronavirus (PCR), en el segundo y octavo día del aislamiento. Cada test ronda actualmente 165 dólares y deberá ser pagado por el pasajero.
Para asegurarse de que se cumplan estas normas, Hancock anunció que quien se niegue a realizarse las pruebas PCR se arriesga a una multa de entre 1.300 y 2.700 dólares, mientras que quienes no respeten la cuarentena podrían tener que pagar entre 6.800 dólares y 13.700 dólares.
«La gente que se salta estas normas nos pone a todos en peligro», subrayó el ministro.
El país más castigado de Europa por la pandemia de coronavirus, con más de 3,9 millones de contagios y 113.000 muertes, atraviesa su tercer confinamiento luego de que se descubrió la variante británica del virus en el sur de Inglaterra, en diciembre pasado.
En paralelo, desde el 8 de ese mes, el Reino Unido desarrolla una campaña de vacunación masiva, que tiene el objetivo de llegar a 15 millones la próxima semana, incluyendo a todos los mayores de 70 años, personal sanitario y enfermos crónicos.
