Columna de AMJA
Por Alfonsina Muñiz*
El 31 de diciembre de 2019 se identificó en la ciudad de Wuhan, China, un nuevo coronavirus que se denominó covid-19. Debido a su velocidad de expansión y gravedad, el 11 de marzo de 2020 fue declarado pandemia por la Organización Mundial de la Salud. En este corto plazo, prácticamente todas las personas hemos sido protagonistas de cambios estructurales en nuestra vida cotidiana, en los modos comunitarios de relacionarnos, en los andamiajes culturales. Al analizar el escenario desde un modelo ecológico, el aislamiento ha incidido en la trama vincular, desde los lazos más próximos hasta los más globales.
Las diferentes áreas de incumbencia del ámbito penal conllevan problemáticas que muchas veces involucran a sectores vulnerables. Esta vulnerabilidad puede estar dada en la articulación del delito con la edad, las condiciones socioeconómicas, la salud mental, el consumo adictivo de sustancias, el género, etcétera. Ahora bien, puestos de frente a un factor tan estresante como una pandemia, el tejido social necesariamente se resquebraja y las vulnerabilidades se intensifican.
Una investigación local dirigida a estimar emociones, preocupaciones y reflexiones frente a la pandemia del covid-19 advirtió de que la población encuestada dijo sentir incertidumbre, miedo y angustia pero también sentimiento de responsabilidad, cuidado y valoración de la interdependencia social, consecuencias que fueron más evidentes en las mujeres participantes (Johnson et al, 2020). El estudio resulta interesante para el fuero Penal, en tanto visualiza el género como población de riesgo frente a las secuelas psicológicas de la pandemia. Así, cuando este factor se asocia a otros -como por ejemplo edad, nivel educativo o estructura económica-, los padecimientos psicológicos resultan más severos. Otra investigación, dirigida a descubrir consecuencias de la pandemia en la salud mental asociadas al aislamiento social, revela múltiples trastornos psicológicos, desde síntomas aislados hasta trastornos complejos, con marcado deterioro de la funcionalidad, que pueden acompañar a una enfermedad adquirida, y esto, a su vez, representarse en desmoralización y desamparo, pudiendo llegar a configurar un estado de duelo (Ramírez-Ortiz et al, 2020) . Este estudio revela que el aislamiento social preventivo, los cambios drásticos de planes de vida y la separación del contexto sociofamiliar generan miedo, incertidumbre, aburrimiento y pueden derivar en respuestas psicológicas tales como estrés, ansiedad, ira, trastorno por estrés postraumático, ataques de pánico e, incluso, depresión. Estas derivaciones, que son esperables en mayor o menor medida en la población general, impactan con más severidad en sectores de riesgo: sexo femenino, baja resiliencia, alta incidencia de conflictos interpersonales, desfavorable nivel socioeconómico, etcétera. En efecto, la violencia basada en razones de género, unida al aislamiento social, conforma un escenario que puede derivar en consecuencias muy adversas para la salud mental de las mujeres.
Si hace menos de seis meses hubiéramos visto, a través del tiempo, nuestra vida bajo estas experiencias, nos hubiera resultado ciencia ficción. Pero las consecuencias son desgraciadamente reales; los cambios, vertiginosos, y la necesidad de adaptación, apremiante. En esta convergencia, el servicio de justicia debe evaluar las diferentes aristas legales e institucionales que se entrecruzan con la pandemia. Una de ellas requiere advertir de que quien concurre a la Justicia porque ha sufrido el quebranto de sus derechos, si además es víctima de violencia familiar o de género, muy probablemente también presente padecimiento en su salud mental derivado del aislamiento. Conocer las dimensiones emocionales y vinculares y los impactos subjetivo y social aparejados a la crisis sanitaria resultan aspectos centrales para entender la situación de las víctimas vulnerables. No se trata, entonces, de dirigir mayor represión sino de centrar la mirada en quien sufre. En consecuencia, resultará valioso promover un trato empático y procurar que el aislamiento social preventivo no implique ruptura de lazos institucionales y sí innove en la construcción de redes y evite la victimización secundaria.
*Abogada y psicóloga. Asesora Letrada Penal, Capital. Asociada a AMJA
Excelente e instructivo informe para comprender las conductas humanas en tanto estamos inmerso en la particularisima situación pandémica