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Colombia, ¿la antesala del infierno latinoamericano?

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Colombia resume todos los conflictos políticos y económicos sin saldar que nuestro continente heredó y construyó desde el período colonial y de la guerra por la Independencia, que tuvo el sello personalísimo de Simón Bolívar.

Su presidente, como todos los de la región, representa una clase o casta política cada día más alejada de las preocupaciones y urgencias de sus habitantes. Ha sembrado violencia, odio e intemperancia, que se transformó en la argamasa sobre la que se forja el paro nacional iniciado el pasado 28 de abril, que no tiene miras de concluir sin un baño de sangre como los que gestan liberales y conservadores, primero, a los que se han agregado a lo largo de los últimos dos siglos de diversas agrupaciones guerrilleras de origen diverso y fuerzas paramilitares en concubinato con el narcotráfico.

Colombia, como “privilegiada” de las guerras imperiales, ocupa las planas principales de los medios de comunicación. España, Gran Bretaña y Estados Unidos han sido las metrópolis a las que rindió tributo. Su historia revela las oportunidades en que le fue posible ampliar el control nacional sobre las decisiones políticas y económicas, culturales y militares que le afectan. El asesinato de Jorge Eliécer Gaitán (9 de abril de 1948), que desembocó en el Bogotazo, clausuró una de ellas.

Para mejor entender la tragedia colombiana es preciso centrar la lente y observar el comportamiento de los partidos políticos latinoamericanos frente a las constantes ofensivas políticas de Washington que, desde los tiempos de la Doctrina Monroe, se autopercibe como tutor de los destinos del resto de las naciones del continente. 

Exploremos esa amplia avenida sin prejuicios ideológicos que obstruyan la discusión que se propone. En primer lugar, se destaca una corriente política “para la cual el papel desempeñado por EEUU es una variable constante de la política regional”, razón por la cual ninguna decisión de trascendencia puede ser tomada sin considerar prioritarios los intereses de la Casa Blanca. Ese ejercicio de realismo político se funda en determinaciones históricas y geográficas que componen y armonizan los intereses de las naciones de América Latina y de Estados Unidos.

En segundo lugar, subraya otra corriente política que reivindica el derecho de los pueblos latinoamericanos a tomar decisiones por sí mismos contrarias o no a los intereses de Estados Unidos. Muchos de sus seguidores reivindican pertenencia al llamado nacionalismo desarrollista. También adscriben a esta deriva del pensamiento político y económico quienes anhelan forjar un capitalismo nacional que, por razones no suficientemente explicadas, ha naufragado embebido de la soberbia y petulancia de sus mentores.

El tercer escalón de este arbitrario orden de mérito lo ocupan aquellos que afirman que es perjudicial el papel que desempeña Estados Unidos en el desarrollo de los pueblos y naciones del mediodía americano. Mucho más cuando China y Rusia le disputan supremacía en su “exclusivo coto de caza”, si nos atenemos a los términos adicionales del Tratado de Yalta. 

Colombia y su tragedia nos esperan. Existe una extraña pandemia que afecta a todos los habitantes de los despachos oficiales. Ninguno logra resistir a los placeres del muelle de silencio de los despachos alfombrados. El presidente colombiano no tuvo el tino de Ulises de atarse al palo mayor de su nave para resistir el canto de las sirenas.

Cientos de analistas avisaron que la reforma tributaria que envió al Congreso de la República incendiaria a Colombia. Lo anotaron en papers confidenciales que decían que, de continuar por ese rumbo, se ahorcaba económicamente a la clase media y media baja, condenando a la pobreza perpetua a millones de colombianos.

Precisemos los términos de la polémica que se dirime en las calles. El proyecto de Duque -que retiró en forma parcial- aumentaba el impuesto al valor agregado a 19%, en especial a los servicios funerarios en tiempos de pandemia. ¿Cuándo Duque y su mentor Álvaro Uribe pedirán disculpas por tamaña inmoralidad?

Los otros “regalos” que llevan al empobrecimiento de las grandes mayorías no son conocidos con precisión por estas latitudes. Los anotamos a vuela pluma. Pedía autorización para multiplicar las  estaciones de peajes, ahora ubicadas en las avenidas principales de todas las ciudades y pueblos de Colombia, y gravaba  impositivamente las bicicletas de baja gama. El Fisco, con hambre voraz, cae de esa manera sobre millones de ciclistas. Bogotá, la capital de Colombia, pionera en el uso de ciclovías, pretendía doblar los viajes en bicicleta y extender en mil kilómetros esos carriles exclusivos.

El anuncio del aumento impositivo a las naftas generó aumentos preventivos en los supermercados y en el transporte público. Eliminaron de paso los incentivos para el desarrollo cinematográfico y la cultura.

Ésa fue otra de las sorpresas que guardaba la caja de Pandora. Las bibliotecas populares y museos, verdaderos puntales en el desarrollo cultural colombiano, debían cerrar sus puertas porque la cuota sostén de sus asociados también debían pagar IVA. ¿Leer, para el actual gobierno, es un cuasi delito?

SI bien el gobierno retrocedió en varios de estos puntos, esto no terminó de convencer a la mayoría de la población, pues varios artículos se pueden prestar para perjudicar a los sectores populares del país, siendo así que la gente pide vehemente que la “Reforma de solidaridad sostenible” -como se le denominó en forma de eufemismo- sea eliminada de una vez por todas junto con la destitución del ministro de Hacienda Alberto Carrasquilla, quien terminó por renunciar.

El gobierno colombiano, a pesar de todo, se muestra displicente. La defensa internacional de su política económica y represiva la asumió el ex presidente Uribe, mientras se espera que transcurra   esta etapa de protestas. En tanto, decidieron ceder de forma mínima algunos puntos y creen que el Congreso resolverá el galimatías. Las organizaciones sociales y las Federaciones de Bibliotecas Populares no están dispuestas a ceder.

¿Qué hacer con la economía después de grandes gastos que ocasiona el covid-19? ¿Y con las exenciones tributarias otorgadas a grandes conglomerados empresariales? El país de Juan Valdés ha tenido que incrementar su deuda externa, que representó 54,8% de su PIB en noviembre, según datos de Valora Analitik. 

A pesar de ello, la mayoría de los partidos políticos ha manifestado que está totalmente en contra de la reforma, pero la gente duda. Tiene presente la historia de la compraventa de votos en el Poder Legislativo. Merecerían un capítulo especial en nuestra historia las experiencias en las que algunos representantes han cambiado sus posturas en forma sorprendente. 

Desde que asumió el gobierno de Iván Duque, los colombianos no dejan de sorprenderse por el desconocimiento de la realidad del Estado, de que hace gala. Suma además las críticas de órganos internacionales que advierten de los asesinatos, desde 2016, de más mil líderes sociales y excombatientes de las FARC, muchos de ellos participantes en programas pactados en el acuerdo de La Habana, bien sean de reinserción, trabajo social o proyectos productivos rurales.

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