El coronavirus trastocó todos los planes que cualquier persona del mundo entero tenía programados para este 2020 que ya está terminando, principalmente la suspensión de un viaje, la apertura de locales físicos, un festejo…, entre tantos ejemplos que bajaron todos los escalones en la lista de prioridades. No así la tecnología, que fue la gran bendecida por esta pandemia, entre unas pocas actividades más.
La educación, principalmente en sus niveles iniciales, fue desafiada porque no contaba en su actividad curricular con procesos de aprendizaje a distancia, que sí existía en los cursos de posgrado, por lo que profesores, alumnos y padres debieron adherir, sin mucha capacidad de análisis, a distintas plataformas de comunicación mediante la provisión de datos personales.
La actividad económica también sufrió duros embates, especialmente aquellos comercios e industrias que no habían incorporado tecnología a sus procesos; ya que los que tenían algo informatizado, aceleraron sus planes de inversión; y para quienes ya contaban con experiencia, el trabajo remoto no fue novedad.
La Justicia hacía tiempo expresando que estaba informatizada. El expediente digital hace años que participa del inconsciente colectivo judicial, pero con la pandemia se comprobó que todavía faltaban varios minutos de cocción para que fuera realidad, que en cierta manera se logró con el avance del distanciamiento social.
En todas las áreas del saber y del hacer se fue incorporando la tecnología de manera amigable o a los empujones, hasta finalmente incorporarla al quehacer diario, porque el motor principal fue la necesidad. Ahora, a días de comenzar 2021, cada organización deberá evaluar los mecanismos para fortalecer las áreas que se mantendrán informatizadas y reinventar aquellas que requieren presencialidad.
Tanto en unas como otras, la organización deberá trabajar decididamente en los reglamentos internos que regulen los derechos y obligaciones de cada actor involucrado, buscando minimizar la exposición a riesgos, con un lenguaje neutro, es decir, ajeno a una tecnología específica, para que este esfuerzo en actividades no productivas sino legislativas, pueda proyectarse en el tiempo para evitar perder fuerza por el cambio tecnológico.
Si bien los ejecutivos de organizaciones son esquivos a la tarea legislativa, esta pandemia ha demostrado que un cambio de vientos sin una estructura sólida y flexible a la vez, voltea hasta al histórico, quien siempre creyó que su exitosa fórmula no había que actualizarla.
Es un misterio si esta pandemia dura otro año más o no. Lo que no puede ser otro misterio es si encontrará las organizaciones desprevenidas y relajadas tanto tecnológica como legislativamente.
Aproveche estas vacaciones para repensar su institución, cuestionar todos los procesos validados, aprender de los errores y relanzar su negocio para los próximos 30 años.
¡Les deseo un muy próspero Año Nuevo! ¡Feliz 2021!