Por Silvina Talamoni (*)
Soy docente de Economía en la Universidad Nacional de Córdoba. Normalmente escribo artículos relacionados a esta asignatura.
En plena pandemia mundial, probablemente correspondería que brinde una reflexión sobre la crisis que nos golpea y sus consecuencias económicas. Sin embargo, yo también fui alguna vez estudiante universitaria, y no puedo dejar de pensar en los miles de alumnos recluidos en sus casas.
Algunos estarán aprovechando para descansar, otros habrán abierto algún que otro libro, pero espero que, en su totalidad, estén cumpliendo esta odiosa cuarentena, que les quita la libertad individual, pero nos enseña a ser más solidarios con los demá
Entiendo que con 20 años es difícil caer en la cuenta de la gravedad de la situación. Uno se cree que se puede comer el mundo. Y en parte está bien que sea así. Sin ambiciones, sin los rebeldes, nadie cambiaría el mundo.
Pero miro hacia atrás y recuerdo la crisis del 2001, que ahora forma parte de nuestra historia. Me doy cuenta que, por suerte o por desgracia, la miré como una película. Tenía otras prioridades en mi vida: la facu, mis amigos, mi novio, mis propias metas personales. Sólo las crisis económicas más recientes me han golpeado de otra manera, porque ahora soy jefa de familia.
Con mi esposo, la responsabilidad de criar y educar a nuestros hijos recae sólo sobre nuestros hombros. Y de esto a veces a uno también le dan ganas de escaparse. Les aseguro que es mucho más simple ser estudiante.
Graduarnos nos hace madurar de golpe. No hay vuelta atrás. Sos profesional, y ejerzas o no, para la sociedad siempre vas a ser el abogado, el licenciado o el ingeniero. Porque no todos tienen la oportunidad de pasar por la universidad. Una vez afuera, todo depende de nosotros mismos, ya nadie nos incentiva a estudiar, nadie nos guía, nadie nos conduce por la vida. Y no nos engañemos, la vida, con o sin coronavirus, es una selva.
La universidad pública te va preparando para esa selva. Porque te pide dedicación, compromiso, que te esfuerces, que asumas las consecuencias de tus actos. Y porque también muchas veces es injusta. Ya no sos ni Juan ni Daniela, sos un número, un estudiante más.
De mi transcurso por la facultad, los pocos docentes cuyo nombre todavía recuerdo, son aquellos que me dejaron algo más que los contenidos técnicos aprendidos. Algunos me dieron mensajes positivos, me enseñaron a estudiar, a superarme, a interesarme por materias que ni siquiera me gustaban. Otros me mostraron que en la vida la política es importante, me trataron mal, me bajaron la autoestima, me mostraron que también hay irregularidades en la vida universitaria. Pero la vida es así, como diría Bill Gates: “Si piensas que tu profe es duro, espera a tener un jefe”. Con esto no quiero asustar a nadie, sólo quiero abrir algunas mentes, invitarlos a reflexionar.
Los días que ustedes pierden hoy, las horas que dejan pasar, mañana pueden ser las culpas y las frustraciones que tendrán que superar, porque algún día van a querer tener sus propias cosas, materiales o no, van a buscar cumplir sus sueños, sus proyectos… Si decides no tener familia, si incluso quieres ser completamente libre, viajar por el mundo, disfrutar, también necesitas valerte por ti mismo.
En estos días sin clases presenciales, tus estudios dependen de vos, de tu voluntad, de tu compromiso, de valores que muchas veces parecen estar perdidos entre los jóvenes. Hagamos de esto una oportunidad, una oportunidad para hoy cambiar el mundo desde nuestras casas, y mañana, levantada la cuarentena, cambiar el mundo con nuestras profesiones.
(*) Docente UNC.