Como devotos amantes del cine, quienes escribimos esta columna tenemos al film estadounidense de 1998 Bulworth en la repisa de los destacados. Dirigida, escrita a medias e interpretada por ese gigante del cine que es Warren Beatty, trata como pocas, desde la crítica y la ironía, todos los lugares incómodos de esa compleja relación entre la sociedad norteamericana y sus políticos.
La trama no tiene desperdicio: un cansado y harto de la vida senador demócrata, Jay Bulworth, luego de arreglar su propio asesinato dedica el cierre de su última campaña electoral a decir sólo la verdad. Con ello se gana el enamoramiento no sólo de una bellísima activista política, papel desempeñado por Halle Berry, sino de casi todo su distrito electoral. Gana por una mayoría que nunca antes ha logrado pero también se pone en la mira de todos sus colegas, a quienes les ha movido como nunca la estantería.
Temas como el creciente empobrecimiento de la clase media, la inexistente diferenciación entre los distintos partidos políticos, la superficialidad de los eslóganes de campaña y de los dichos de los políticos, la hipocresía como forma permanente de actuar en política, entre otras, son los puntos que se tratan a lo largo de la “peli”.
Pero claro, estamos hablando de Estados Unidos y no de nuestra realidad. ¿O sí?..
Hemos terminado el domingo pasado con la tal vez elección más fría de nuestra historia provincial. Y no por los pocos grados que hizo tempranito, cuando se empezó a votar. La Copa América le ganó de punta a punta en las preferencias del público. Y a no pocos de sus protagonistas eso les encantó. Los salvaba de tener que discutir o salir a manifestarse respecto de temas espinosos. Tal como Homero Simpson cuando en un capítulo de la serie, le agradeció a un conjunto de rock pesado del que eran fanáticos sus hijos. El calvo de Sprinfield les dijo algo que esperamos no aplique a los partidos de la copa: “Yo les quiero agradecer señores, porque desde que los escuchan a ustedes, mis hijos ya no piensan en un futuro que yo no puedo darles”. Mucho más directo, un analista político, off de record, nos manifestó: “Si Marx viviera hoy en Argentina diría que es el futbol y no la religión el opio del pueblo”. Cuando le preguntamos por qué no se lo habíamos escuchado decir al aire, en tele y radio, se sonrió: “¿Están locos? Me matan”.
¿No será que alguno de nuestros comprovincianos apuesta a alguna versión vernácula de don Jay Bulworth? Eso sí, chico, para los cazadores de poder que sabemos leen esta columna. Un consejo “de onda”: que sea con sustancia. La rebeldía fingida, la mera pose de heterodoxia no “garpa”.
Con todo, esta elección ha tenido sus puntos positivos. La boleta única desterró grandes “picardías” en materia de boletas, desde sustraerlas del cuarto oscuro a reemplazarlas por otras que después eran anuladas. Es un avance. También, algunas observaciones que se hicieron para mejorar su presentación deben ser analizadas. Como todo lo humano, es perfectible.
Sensaciones buenas y malas ha dejado la elección del domingo. Sin embargo, lo más importante ha sido que hemos tenido una nueva oportunidad para elegir y participar, independientemente de nuestras diferencias políticas. Y es bueno que sea así, que pensemos distinto pudiendo seguir juntos. Eso es quizá lo mejor que tiene nuestra democracia. Pero ello no es propiedad de nadie en particular sino que es el resultado del esfuerzo de todos nosotros, que debemos a diario fortalecer nuestra tolerancia y capacidad de generar consensos y dar voz al distinto; ello en todas partes y situaciones. No sólo en el ámbito político del Estado.
*Abogado. Doctor en Ciencias Jurídicas. **Abogado, magister en Derecho y Argumentación Jurídica