Breve historia del sistema métrico decimal (III de III)

La pequeña gran historia del sistema métrico decimal refleja mucho la evolución de la historia de la ciencia en Occidente. Muestra las miserias de una sociedad dogmática cuajada de supersticiones producto del oscurantismo y la ignorancia. Ésta fue la causa por la que fue quemado vivo Giordano Bruno y obligado, Galileo Galilei, a desdecirse, frente al Tribunal del Santo Oficio.

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No fueron tiempos fáciles. Aún resuena la locura de los milenaristas anunciando el fin del mundo, que se transformó en persecuciones a científicos librepensadores e incendio de cientos de bibliotecas en nombre de un dios sanguinario que prefería mantener “a sus hijos” en la ignorancia para sumirlos en la servidumbre y la esclavitud. Ignorando, por cierto, las sabias enseñanzas de San Jerónimo quien, dando muestras de su apertura, reconoció que “La Matemática posee una fuerza maravillosa capaz de hacernos comprender muchos misterios de nuestra Fe.”

Las ciencias duras y la filosofía sobrevivieron. A los árabes les cupo la responsabilidad de salvar las obras de los filósofos de la Grecia clásica. Sus cuidadas traducciones al árabe permitieron que sobrevivieran a la destrucción de Grecia. Tanto fue su compromiso que les dieron amplia divulgación. En especial las de Euclides, Menelao y Apolonio, haciendo, de paso, notables innovaciones metodológicas en el cálculo numérico indo-arábigo.

Mohammed Ibn Ahmad, a quien se le atribuye la invención del cero, aconsejaba en su libro Llave de la Ciencia que: “Siempre que no haya un número para representar las decenas, póngase un pequeño círculo para ocupar el lugar”. Detalle que significó una verdadera revolución del conocimiento y que favoreció el desarrollo y progreso de la aritmética, del algebra, de la astronomía y la física y la invención de la trigonometría plana y la trigonometría esférica.

El aporte árabe había transformado la ciencia. Lo sabían hasta el hartazgo los científicos del siglo XVIII que buscaban con afán unificar el sistema de pesas y medidas. No bastaba el acuerdo que habían alcanzado la Academia Real de Londres, Tomas Jefferson y el naturalista francés Charles-Marie de La Condamine. Era necesario un gesto político para lograr tamaño objetivo. Le cupo semejante honor a la Revolución Francesa, que creó las condiciones políticas y sociales para llevarla a cabo.

Charles Maurice Talleyrand fue el diputado quien en la Asamblea General asumió la responsabilidad de afrontar el debate pendiente: “No basta -arguyó- con reducir las pesas y medidas a una sola unidad. Es preciso que la solución sea perfecta, y que esa reducción corresponda a un modelo invariable tomado de la naturaleza, a fin de que todas las naciones puedan recurrir a ella.”

De las dos unidades naturales propuestas por los especialistas, Talleyrand desechó aquella vinculada con la longitud del meridiano, para elegir en cambio la longitud del péndulo que marcaba los segundos “en la latitud media del mundo civilizado”, es decir, a 45 grados. Para ganar la confianza de los pueblos, preconizaba el establecimiento “solemne” de medidas nuevas, debía efectuarse en colaboración con la Academia Real de Londres. Lo que era factible, puesto que el 13 de enero de 1790, John Miller había propuesto en la Cámara de los Comunes una idea similar: la introducción de un sistema único de medidas establecido sobre la base del péndulo que marcaba los segundos en Londres.

“El proyecto de Talleyrand fue aprobado -revela Luce Langevin en su Una larga batalla contra el caos- por la Asamblea Constituyente, y el decreto del 8 de mayo de 1790 constituyó el primer acto legislativo concerniente a una reforma que parecía inminente tanto en Francia como en Inglaterra y Estados Unidos. Por lo demás, existían ya proyectos de trabajo en común sobre esa cuestión entre las academias de Londres y de París. En Estados Unidos, la unificación de pesas y medidas había quedado decidida en 1789, luego de la constitución del Estado, habiendo elegido como unidad la longitud del péndulo que marcaba los segundos en la latitud media de ese país (38º). Jefferson, amigo de los filósofos franceses, convenció al Congreso norteamericano de que adoptara el péndulo de 45º y siguiera de cerca los trabajos de Francia e Inglaterra.”

La guerra entre estos dos países fue un obstáculo insalvable para unificar las medidas entre ellos y Estados Unidos. Sin embargo, el proyecto de la Asamblea, basado en la longitud del meridiano, quedó sancionado el 30 de marzo de 1791. La unidad de longitud fue definida como la diez millonésima parte del cuarto del meridiano terrestre, siendo reconocida como metrum -medida en latín-, base del sistema métrico.

La disputa se llevó al terreno técnico. Se necesitaban afinar detalles. Para ello se aprovecharon las mediciones llevadas a cabo por dos expediciones científicas realizadas en Perú y Laponia, 60 años antes. Luego de los trabajos de triangulación del globo terráqueo, en 1798, se reunió una comisión de sabios de carácter internacional que presentó los prototipos del metro y del kilogramo, que fueron aprobados por Napoleón Bonaparte. Pese a esos avances, su implantación tardó casi medio siglo en ser efectiva. En 1812 se aceptaron múltiplos o fracciones no decimales que la gente había popularizado. Nos queda pendiente, para otra historia, la batalla por su universalización que, por cierto, no es tarea menor…