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Bolsonaro, aislado en medio del incendio

Jair Bolsonaro.
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Por Gonzalo Fiore Viani

¿Qué está pasando realmente en el principal socio comercial argentino? La política del Gobierno ante la pandemia fue desconocida por los gobernadores y la administración nacional pierde aliados internos y externos

En medio de versiones contrapuestas y el aluvión de noticias falsas, es importante aclarar lo que está sucediendo realmente en Brasil con el gobierno de Jair Bolsonaro. Si bien circuló en algunos medios argentinos, tomado de diarios y webs brasileñas, la noticia de que el presidente había sido “corrido” del poder por el sector militar de su gobierno, y que era mantenido como una especie de figura decorativa, esto no es precisamente así. El Gobierno bolsonarista se encuentra cada día más aislado, con menos apoyos internos y mayores resistencias tanto militares como de sectores que hasta hace poco tiempo atrás eran considerados oficialistas. Debido a la crisis desatada por el coronavirus y a las respuestas nulas de Bolsonaro, que incluso llegó a alentar las reuniones masivas desafiando la cuarentena, o hasta amenazó con prohibir directamente cualquier medida de aislamiento social, todos los gobernadores, intendentes y jefes distritales se encuentran en pie de guerra con el presidente. En caso de que los sistemas de salud se vieran colapsados, serían ellos quienes deberían lidiar con la crisis en sus territorios.
A su vez, 24 gobernadores desconocieron la autoridad de Bolsonaro y tomaron medidas contrarias a las dictadas por el Gobierno central. El mando presidencial se encuentra extremadamente golpeado, pero por ahora se mantiene en el poder formal. Inclusive los dirigentes de derecha han dejado solo al presidente. El gobernador Joao Doria, del estado de San Pablo, le recriminó la actitud al presidente. “¿Las voces que defienden la apertura del comercio son las que van a enterrar a las víctimas?”, se preguntó en público, en abierto desafío a quien apoyó durante la campaña presidencial y que hasta hace pocos meses era considerado un jefe político.
La idea del presidente brasileño de actuar de forma similar a lo que hizo en un principio Donald Trump no tiene asidero dentro de la clase política o la sociedad de su país. Todos, son conscientes de que no tiene la espalda suficiente para imitar a su par norteamericano, que incluso también está volviendo sobre sus pasos y toma la amenaza sanitaria como el riego más serio que enfrentó el mundo en las últimas décadas.
Al igual que Trump, Bolsonaro ataca a los expertos que se animan a contradecirlo. Aunque, increíblemente, uno de ellos sea su propio Ministro de Salud, Henrique Mandetta. Su aprobación duplica a la del mismo presidente, que se encuentra en su nivel más bajo según todos los sondeos.
Quizás, por ello, en un ataque de celos, el mandatario acusó al ministro de “no escuchar” y le pidió “humildad”, al mismo tiempo que le aclaró que ningún miembro de su gobierno es “imprescindible”. Por ahora no le pidió la renuncia, probablemente debido a su popularidad en medio de la peor crisis política que atraviesa su hasta ahora corto gobierno. A pesar de ello, Mandetta se ha convertido en blanco de los ataques de los trolls oficialistas en redes sociales.
Así, se da lugar a una situación prácticamente inédita: un miembro del gobierno es constantemente vilipendiado por integrantes y seguidores del propio gobierno, empezando por el mismísimo presidente. Muchas son la situaciones inéditas que están sucediendo hoy en Brasil.
Como los enfrentamientos abiertos con China de Eduardo Bolsonaro y dos de sus ministros, mediante Twitter, que acusan al gigante asiático y principal socio comercial de Brasil, de ocultar datos o hasta incluso haber fabricado el virus para destruir la economía mundial, y tratando de dictadura al gobierno chino. Esto ha calado hondo en integrantes del oficialismo.
Gobernadores de la región del nordeste tuvieron que pedir disculpas, preocupados por un comportamiento que viola absolutamente cualquier tipo de regla de la diplomacia internacional. El comportamiento del Gobierno y de sus aliados, que son cada vez menos, demuestra una falta total de cabalidad y niveles de delirio altamente peligrosos, no sólo para Brasil si no para toda la región. El mismo Alberto Fernández se mostró preocupado por lo que significaría para Argentina y América del Sur una crisis sanitaria de proporciones inimaginables en Brasil. Por ahora, Bolsonaro sigue en el gobierno. Sin embargo, su pequeño grupo de acólitos se parece cada día más a una isla, al borde del colapso completo, en medio del incendio.

 

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