Por Carlos Ighina (*)
Nuestros pasos estaban encaminados por boulevard Los Granaderos, la gran corriente nutricia de barrio Los Paraísos, motivo de estas evocaciones. Todos damos por descontado el significado de su nombre, porque lo asociamos de inmediato con la imagen de aquellos bizarros soldados que acompañaron a San Martín en la hazaña libertadora, al punto que suena lógico y natural que el viejo Pueblo San Martín tenga su custodia y su guardia de honor en la recordación del regimiento que tuvo su bautismo de fuego en el Combate de San Lorenzo, encuentro de armas que a su vez dio el nombre a uno de los barrios aledaños a Los Paraísos. Todos conocemos también que una de las vertientes que aporta al cauce de Los Granaderos es la calle Soldado Ruiz, quien no era otro que el valeroso Negro Falucho.
La Escuela Antonio del Viso
Pero hay un sitio donde también se combate día a día, aunque sin fragores y sin estrépitos, donde el enemigo es la ignorancia y las armas son las de la educación. Se trata de la Escuela Antonio del Viso, funcional y emocionalmente vinculada con barrio Los Paraísos.
Este establecimiento educativo, que ha recibido a generaciones de alumnos -no sólo del sector sino asimismo de Alta Córdoba, San Martín y barrio Empleados de Comercio, para mencionar algunos de los arrinconamientos urbanos más próximos-, posee su edificio desde el año 1919, cuando el doctor Rafael Núñez era gobernador de la Provincia.
Hoy en día, más de 1.200 alumnos frecuentan sus aulas, en las que alrededor de 35 maestras de grado y una docena de docentes de ramos especiales vuelcan su capacidad de enseñanza.
Tal vez algunas salas resulten reducidas, concebidas como fueron de acuerdo con los criterios de época, pero la tradición educadora que ha sentado la Escuela Antonio del Viso en el noroeste de la ciudad, la mantiene vigente como uno de los institutos de mayor prestigio y de más numerosa concurrencia en el género.
La parroquia de San Fermín
Cuando corría 1952, los fieles quisieron obsequiar al entonces arzobispo de Córdoba, monseñor Fermín Laffite quien, siendo el primer arzobispo de la ciudad, cumplía las bodas de plata al frente de la diócesis, y fue entonces que algunos allegados le preguntaron qué deseaba como regalo por sus 25 años de vida episcopal, a lo que monseñor Laffite respondió: un templo para un barrio que no lo tenga.
Así, en cumplimiento de los deseos del prelado, el barrio Los Paraísos tuvo su airosa y moderna iglesia, que no sólo contribuiría a embellecer el sitio sino que iba a dar una tónica nueva a la vida del espíritu.
El 4 de julio de 1954, con la entronización de la imagen de Nuestra Señora del Luján, traída de Buenos Aires, con una misa concelebrada por el arzobispo y tres párrocos de la zona, quedó inaugurado el templo de Nuestra Señora del Luján y San Fermín, llamado así en obvio homenaje a monseñor Lafitte.
Algunos días después, el 18 de julio, fue creada canónicamente la parroquia, designándose primer párroco al padre Alfredo Disandro, luego obispo de Villa María.
Ya fallecido monseñor Laffite, en Buenos Aires, los feligreses resolvieron erigir un busto en su memoria como gratitud al hermoso legado que había dejado. Fue entonces cuando se conformó la plazoleta que sirve de espacio de respeto a la iglesia, ornamentada con la serena faz del antiguo arzobispo de Córdoba, trabajo de escultura del recordado artista Emilio Casas Ocampo.
El acto de descubrimiento tuvo lugar el 7 de agosto de 1958, pero años más tarde debió ser sigilosamente desmontada ante la inminencia de saqueos de que eran objeto placas y obras de arte de emplazamiento público, para la comercialización del bronce que era su sustrato material.
En 1960 se hizo cargo de la parroquia el padre José Dalmiro Rodríguez, responsable de la mayoría de los progresos materiales y espirituales que poco a poco se fueron gestando en torno al templo de San Fermín: cursos de formación continuos, catequesis, guardería infantil, acción de Cáritas para los necesitados, programas especiales de capacitación en oficios, subsede de Alcohólicos Anónimos y muy especialmente las escuelas primaria y secundaria que desarrollan sus actividades con una concepción moderna del aprendizaje y con amplias comodidades edilicias. El salón de fiestas es asimismo un importante centro comunitario pues allí los vecinos no sólo intercambian opiniones, planean el futuro en conjunto o se reúnen en veladas culturales sino que festejan sus acontecimientos familiares, incluidos casamientos, como en la propia casa.
El Tabernáculo Eben Ezer
Otra manifestación religiosa de Los Paraísos es el Tabernáculo Eben Ezer, de la iglesia Evangélica Cristiana, por muchos años a cargo de un pastor integrado a la comunidad barrial desde 1949. Justamente ese año llegó a la entonces cortada Saavedra el matrimonio formado por José Benito Torres y su esposa Lilia Lucy, con sus dos hijas, Marta y Esther.