Los progresos en rubros esenciales como educación y salud, según un informe de la ONU, han impulsado mejoras sensibles en cuanto al desarrollo general pero, al mismo tiempo, acentuaron la desigualdad.
A partir del año 1990 y a lo largo del transcurso de 25 años se detecta la concreción de significativos avances en facetas altamente sensibles. Éstos se combinan con otros de ribetes negativos, que perjudican y empalidecen los primeros, retardando los resultados de ciertos procesos que se deberían impulsar al máximo. En este aspecto, debe ubicarse en el lugar más expectante y subrayarse que el número de personas pobres -al punto de padecer hambre-, se redujo como nunca se había logrado.
En 1990 ascendían a 1.894 millones, pero en esos 25 años cruciales disminuyeron a 795 millones; es decir que para 2015 conserva esa penosa condición 42% de aquella cifra.
Desde que se poseen datos estadísticos sobre el tema es, por lejos, el lapso que exhibe un proceso más acelerado en ese aspecto y, si se pone un empeño semejante, dicho flagelo podría desaparecer en un par de décadas.
Resulta obvio que ello está estrechamente vinculado con la mucha mayor disposición de agua potable, una alimentación proveedora de más calorías y mejores servicios de salud -que incluyen no sólo más eficaces medicamentos, aunque éstos son decisivos, sino también un alto grado de atención, pues la diligencia suele definir los resultados-. Es obvio que para ello se debe incursionar con igual idoneidad en todas las especialidades pero permanecer en situación de continua alerta para alcanzar en el menor tiempo posible los inapreciables aportes de su continua actualización.
En los países donde se han distinguido tres niveles de atención, los resultados y la más racional utilización de medios e instrumental han dado múltiples pruebas de lo que significa dicha racionalización. Se deben atender los aspectos más simples pero también evaluar el momento en que se deben enviar los pacientes, según el grado de importancia de su afección, a su tratamiento en el nivel intermedio o al de alta complejidad.
Los servicios que se distinguen por su alta eficiencia son los franceses, alemanes, noruegos y cubanos.
Otros aspectos vitales
Una clara prueba de las mejorías hechas realidad se traducen en las evidentes condiciones de vida; los enormes avances respecto a su adecuada atención se traducen en mayor longevidad, pues el promedio ecuménico ya exhibe una media de 76,2 años.
Es obvio que resta mucho por hacer pues se estima como límite máximo para la especie y óptimo a lograr que la vida se prolongue hasta 120 años, meta que calculan poder lograr para los que nazcan a partir de mediados del presente siglo.
Además de ser más longeva la población mundial, no es indiferente que a 75% de los varones aptos de 15 a 64 años, que constituyen actualmente la población económicamente activa, se ha sumado 52% de las mujeres en igual condición, constituyendo significativa extensión del rubro “trabajo personal” en el circuito del proceso productivo.
Tal circunstancia no hubiera sido posible si los ámbitos educativos no hubieran ampliado su captación de estudiantes y los programas no se actualizaran en forma permanente, incluyendo constantemente los aportes de la investigación aplicada disponible.
Es evidente que tales funciones y una atención adecuada ante cualquier emergencia complementan el escenario ideal al que se quiere llegar y difundir en el planeta. Resulta obvio que todo ello ha sido posible en relativamente tan breve tiempo porque la educación, en todos los niveles, dio un amplio “salto” no sólo en calidad intrínseca sino también en una adecuada aplicación a los requerimientos de la producción masiva.
El informe antes mencionado introduce datos sobre Desarrollo Humano verdaderamente alentadores, pues en 1990 los que vivían así evaluados, en niveles inferiores y no satisfactorios, llegaban a 3.000 millones de personas. Esa muy preocupante cantidad hasta fines de 2014 se redujo a nada menos que 1.850.000, equivalente a 61% de la cifra anterior; restando bajar al mínimo lo que hoy siguen constituyendo el 39% que no ha podido superar aún dicha condición.
Al margen de lo precitado, el informe consigna que todos los avances ponderados no hubieran podido lograrse sin disponer de los medios financieros públicos y privados. Pero otorgan un rol decisivo a la denominada “revolución digital” operada en las últimas décadas.
Tal acierto lo expone textualmente de la siguiente manera: “Actualmente la revolución digital conecta a personas de diferentes sociedades y países. Por otra parte, los avances políticos están permitiendo que las personas que nunca lo habían hecho vivan en regímenes democráticos. Todos estos son aspectos esenciales del desarrollo humano”. No obstante, según la misma fuente, no todo es positivo pues, según advierte muy enfáticamente, la tan alabada revolución tecnológica también ha llevado a que “los trabajadores tengan una menor participación en la totalidad de los ingresos”.
Es posible que personas con mejores niveles de educación y formación, que tienen la posibilidad de trabajar de un modo más productivo, no sean compensados de manera acorde en lo que respecta a ingresos, estabilidad y reconocimiento social. Sin identificarlo explícitamente, se hace evidente que los autores del informe pretenden dejar constancia de que la vigencia del sistema reserva para los dueños del capital,la denominada “parte del león”.
En la parte final ponen especial énfasis en ponderar a los mil millones que trabajan en el área de la agricultura propiamente dicha, más otros 500 millones que lo hacen en empresas de diversos tamaños que aseguran 80% de lo que se requiere para alimentar a los 7,3 mil millones de habitantes del planeta y, por lo tanto, hacen factible alcanzar nuevos logros en materia de nutrición y son inapreciables guardianes de la salud.
A renglón seguido se advierte que a aquellos hay que sumar otros 80 millones de hombres y mujeres a nivel ecuménico que garantizan los actuales niveles y los futuros progresos en los campos esenciales de la salud y educación; ámbitos claves, desde los cuales se deberá encarar la total erradicación el hambre sobre el planeta.
Es lógico pensar, subraya el informe que no en todos los 207 países que componen los cinco continentes hay preocupación por coadyuvar a que, para el año 2050, cuando la población llegue a 12.000 millones, se disponga no sólo de alimentos sino de todos lo bienes materiales y espirituales que se requieren para conquistar la felicidad colectiva.
Seguramente para entonces la preocupación máxima será la tendencia a la reducción de la población mundial debido a la vigencia de un superior índice de mortalidad respecto al de nacimientos. Hasta la fecha ha sido China el único país que ha tomado una medida correctiva, llevando a dos el régimen del “hijo único” que rigió durante 35 años.
Ligeras referencias sobre los principales aspectos en Argentina
Es oportuno tener en cuenta que nuestro país fue incorporado desde su creación en el llamado “Grupo de los 20” (G20) que, con representación de todas las áreas mundiales, reúne ese número de países que, en conjunto, poseen 86,4% del producto bruto mundial.
En el Anuario Estadístico que edita el Banco Mundial (BM) le adjudican evaluado en dólares ajustados para comparaciones internacionales en concepto de producto bruto interno la suma de US$881.800 millones para fines de 2010; es decir, que por habitante ascendía entonces a US$22.045.
Su rango dentro del mundo es destacado y le permitió ser nominado para ese grupo, reconociéndole suficiente entidad para ser el miembro Nº 18; aunque para ello hayan desplazado a Holanda por la ya elevada cantidad de países del Continente Europeo que se incorporaron. En efecto, aún así, de América son cinco, mientras el número de Europa Occidental y Central llega a seis; de Asia, también cinco, habiéndose sumado los bicontinentales Rusia y Turquía, aunque procurando incluir a los cinco continentes, se convocaron a Australia y Sudáfrica.
Hecha la mención precedente, es obvio que nuestro país es reconocido por ser una economía de las identificadas como “emergentes” de ingresos medios altos. En cuanto a Desarrollo Humano por Género, los varones llegan a un indicador de 0,834, mientras mujeres lo hacen hasta 0,819; lo cual, según los autores del informe, implica “un alto grado de igualdad de género”.
Tampoco debe olvidarse que, por lo menos hasta fines de 2015, Argentina lideró a todos los miembros de América Latina por su índice de desarrollo humano con el que ocupó el lugar 40º y fue conceptuado entre los países de desarrollo muy alto.
Sin embargo, ello no es óbice para advertir que registra un índice de concentración de la riqueza y del ingreso muy acentuado.
En tal contexto debe evaluarse los progresos realizados en la incorporación de la mujer a la actividad productiva que representa 52% de ese colectivo.
El informe de la ONU señala que las mujeres cubren 36,8% de la bancas del parlamento nacional y que 47,5% está participando activamente del mercado laboral. Como aspectos negativos se cita un bastante desfavorable índice de Desigualdad de Género, pues sus remuneraciones son sistemáticamente inferiores a las masculinas para el desempeño de idéntico trabajo (-25,3%).
De la misma forma, se advierte la elevada relación comparada de mortalidad materna, pues ésta asciende a 69 por cada mil niños nacidos vivos, mientras en Chile apenas llegan a 23; además del alto índice de nacimientos de niños de madres de hasta 19 años de edad que asciende a 5,4% del total general.
El precitado estudio abarca a 188 países y debe destacarse que el señalado puesto 40º que ocupamos supera levemente a Chile (42º) pero ampliamente a Uruguay (52º), Cuba (67º) y Brasil (75º).
Esta situación ha marcado un cierto avance, pues cuando se conoció en fecha anterior el mismo índice, Argentina estaba ubicada en el 49º puesto, es decir, se registró una mejora nada desdeñable que se traduce a través del índice 0,836, el más elevado logrado.
Debe advertirse que Noruega lidera con 0,944, seguida de Australia (0,935), Suiza (0,930), Dinamarca (0,923) y Holanda (0,923). Y ello sirve para valorar debidamente nuestra expectante y honrosa situación.