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Auge y declive jurídico de Francis Bacon

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Fue el primero en alcanzar tantos altos cargos jurídicos, pero su ascenso tenía el germen de su ulterior caída 

Francis Bacon fue el primero en muchas cosas, desde los títulos de nobleza hasta las más altas funciones jurídicas. Su brillantez intelectual está fuera de toda duda. Su falta de escrúpulos en la vida pública y su carácter derrochador en la vida privada, también.

Se destacó en varios campos, siendo filósofo, político, abogado y escritor. Padre del empirismo filosófico y científico, es también considerado el creador del género ensayístico inglés.

Nació en Londres el 22 de enero de 1561. Su padre, Nicholas Bacon, era un alto magistrado en el gobierno de la reina Isabel I. Su madre, Anne Cooke Bacon, fue una mujer erudita, muy ilustrada y culta que realizó grandes aportaciones a la literatura religiosa inglesa.

Ella fue quien lo educó en los principios del puritanismo calvinista. Luego de estudiar en el Trinity College de Cambridge, en 1576 ingresó en el Gray’s Inn de Londres para estudiar leyes, aunque pocos meses después se marchó a Francia como miembro de una misión diplomática.

Regresó tres años después, acuciado por la muerte repentina de su padre, lo que lo obligó a reemprender sus estudios, falto de recursos para llevar una vida independiente. En 1582 empezó a ejercer la abogacía y fue magistrado cuatro años más tarde. En el ínterin obtendría un escaño en la Cámara de los Comunes por mediación de su tío. Durante 36 años se mantuvo como parlamentario y fue miembro de casi todas las comisiones importantes de la cámara baja. La protección de Robert Devereux, segundo conde de Essex, le permitió acceder al cargo de consejero legal de la reina, en inglés “Queen’s Counsel”, que desde entonces recae en un eminente jurista designado por patente real, conforme nos dice sir John Baker en su obra The English Legal Profession 1450–1550. El cargo, dado por primera vez, otorgó a Bacon una patente con prioridad en la Barra en 1597, siendo formalmente nombrado por el Consejo del Rey en 1603, según lo escrito por sir William Searle Holdsworth en el sexto tomo de su History of English Law

Conforme a Luis Escolar Barreño, en su prólogo a la obra Ensayos de Bacon, de 1965, en una época decisiva para la historia de Inglaterra (segunda mitad del siglo XVI y principios del XVII), cuando empezaba a predominar como la nación más importante de Europa: “Como estadista, Francisco Bacon alcanzó los puestos más altos en la gobernación de Inglaterra, pero si en conseguirlos desplegó su capacidad intelectual, no intervino menos su capacidad para la intriga, su deslealtad para con los amigos y su inmensa ambición. Precisamente su actuación en la vida pública inglesa ha perjudicado su reputación en sus otros aspectos de filósofo y escritor y a nadie, mejor que a él, se puede aplicar lo del moralista que no sigue sus propios consejos”.

Pone como muestra de ello su conducta con respecto al conde de Essex, del que era amigo íntimo, consejero privado y protegido, para pasar sin solución de continuidad a ser uno de sus acusadores y el encargado de redactar, por pedido de la reina Isabel I, la acusación oficial contra él. Por ello, Escolar Barreño entiende: “No es suficiente decir que, como abogado, cumplía su deber. También el deber de la amistad y de la lealtad le debió obligar que buscara la forma de abstenerse de semejante acusación. Pero la oportunidad política para medrar, el deseo de conquistar el favor de la reina, la ambición -en una palabra- le impulsaron a obrar sin detenerse en escrúpulos sentimentales ni de lealtad hacia el amigo y protector”.

 La reina lo había nombrado al citado conde gobernador de Irlanda, para poco después deponerlo de su cargo y acusarlo de traición a la Corona por quererse apoderar por la fuerza del gobierno y destronarla. El conde de Essex fue ejecutado pero, aun con todo lo hecho, Bacon no recuperó el favor de lsabel.

Al decir de Escolar Barreño: “Más de la mitad de su vida pasó Bacon tratando de alcanzar lo que su ambición le dictaba. Su turbio proceder no le sirvió para alcanzar el tan ansiado favor de la reina. Cuando ésta murió, Bacon tenía 42 años. El sucesor, Jacobo I, le fue más propicio y con él consiguió los máximos cargos ambicionados. Pero no supo, una vez en la cima como Lord Canciller, ser leal a la confianza depositada en él. Se le acusó de haber cometido en su cargo veintitrés delitos de prevaricación. Cierto es que Bacon, según iba ascendiendo, perdía las amistades y llegó a tener muchos más enemigos que amigos. Bacon se reconoció culpable y apenas pudo, con su defensa, aminorar la gravedad de las inculpaciones. Después de la condena y de la pérdida de todos sus cargos, se retiró a una posesión familiar y se dedicó al estudio y a sus tareas filosóficas y literarias”. 

En su juicio, Bacon confesó “haber recibido regalos” pero negó que éstos hubieran influido en sus sentencias; se le condenó a una multa de 40.000 libras, a ser encarcelado en la Torre “durante el tiempo que el rey quiera” y a perder todos sus cargos. La ejecución de lo decidido distó del rigor de los términos en que se dictó sentencia: la multa fue perdonada y sólo pasó cuatro días encarcelado. Tres años después, en 1624, el rey le concedió un perdón completo y una pensión, pero no recuperó sus cargos ni volvió a la vida pública.

Murió un par de años después, en Londres, el 9 de abril de 1626, por una neumonía contraída al bajar de su coche en Highgate, en un día de nevada, para llenar con nieve una gallina a efectos de comprobar la acción del frío en la conservación de los alimentos.

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