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Argentina oscura: ¿retorna Ostara, la mítica revista en castellano precursora del nazismo?

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Estos apuntes transitorios representan el primer avance de una investigación histórico-periodística que pretende alcanzar quince provincias, que conforman regiones diversas de la República Argentina donde, en forma larvada, florece el árbol del odio.

Odio basado en el fanatismo religioso y político; en el culto a la personalidad que recuerda al Haití de “Papa Doc” y el temor a lo desconocido. Odio que levanta infranqueables muros y barreras para con “los desconocidos o impuros” que se atreven a pisar  esos territorios con la intención de radicarse en ellos.

Mientras esto ocurre, la maquinaria represiva provincial se pone en marcha casi de inmediato. “Los extranjeros” son sometidos a escrutinios e investigaciones inhumanas siguiendo los manuales  de procedimiento de la Stasi -la temible policía secreta de la República Democrática Alemana- o de su “maestra inolvidable”, la Gestapo.

Todo a partir de los “errores” que cometen de buena fe los recién llegados y provocan un mar de dudas y desconfianza. Preguntan demasiado. Indagan sobre quiénes son las autoridades municipales y provinciales y sus formas de gobernar; la injerencia del clero en la toma de decisiones; los porqué de los horarios comerciales, los sistemas de transporte urbanos e interurbanos, mala o nula potabilización del agua y tratamiento de las excretas o aguas negras, más un largo e interminable etcétera.

“Los nacidos y criados” -habitantes permanentes en esos feudos- temen enfrentarse con sus propias miserias, con sus propios demonios. Los más audaces, todos burócratas del Estado, apenas sí musitan temerosos un puñado de preguntas: ¿Quién es usted? ¿Quién lo manda? ¿Para qué necesita esos datos? ¿Nunca antes alguien se interesó por esas cuestiones? ¿De qué partido es? ¿Se enfrentará al gobernador o al intendente? Quizá la más sorprendente fue la de una bellísima adolecente, quien dijo: “Podemos ayudarle pero tenemos miedo…”.

La búsqueda de datos de nuestro equipo independiente de investigación nacido antes de la pandemia no podía ser más transparente. Quince periodistas, sociólogos e historiadores en procura de descubrir qué existe detrás del relato. Detrás de los discursos de “modernísimos” próceres que -en vida- han designado con sus nombres escuelas y erigido bustos y estatuas con sus efigies.

No eran -ni lo son- motivo de nuestras preocupaciones. Por esa razón, cada quien en su destino, destruimos la ilusión de los amanuenses que se nos acercaron diligentes. Soñaban tenernos como asistentes en inoficiosos besamanos en algún despacho oficial. Mariana M., el miembro de mayor talento de nuestro equipo, con enorme sabiduría, preguntó la distancia que existía entre nuestro alojamiento y la casa de gobierno. Ante la respuesta se iluminó y con su más encantadora sonrisa, le dijo: “Comuníquele a ese César de papel maché que, con extremo placer, le esperamos en nuestro hotel en treinta minutos… ¿o no somos iguales ante la ley?”      

Ésa fue nuestra respuesta corporativa ante todos aquellos quienes, en vez de preocuparse por combatir la delincuencia, destinaban pesquisas -que morían de aburrimiento en las paupérrimas bibliotecas provinciales- y archivos, en manos de personal no idóneo, como ocurre siempre en la administración pública.  

Nuestro equipo de investigación no busca fórmulas secretas; tampoco la piedra filosofal. Explicamos a los burócratas -en forma reiterada y en el más coloquial castellano- que el interés del grupo eran las corrientes inmigratorias que se radicaron en esas regiones entre el final de la guerra franco-prusiana (10 de mayo  de 1871) y la llegada al país de un fuerte contingente de argelinos franceses “pieds noirs”, como consecuencia de los Acuerdos de Evián.

Es decir, pistas de españoles, italianos, francesas, “turcos” (sirios, libaneses, palestinos, jordanos, egipcios, libios, etcétera), judíos, alemanes del Volga, polacos, croatas, ucranianos, austríacos, rusos, escoceses y un fuerte contingente de naturales de Chile, Bolivia, Paraguay y Perú.

La simple enumeración de esas nacionalidades provocó reacciones adversas. Los interlocutores exudaban racismo. Tanto que, en una de esas provincias, “sugirieron” una entrevista con el señor obispo para que desecháramos la presencia de la inmigración francesa o judía y nos indicara el camino hacia el final del arco iris.

Sin poder trabajar en los repositorios había que encontrar en que ocupar el tiempo. Los bares y confiterías -de horarios restringidos- proporcionaron algunas pistas que justificaban el silencio colectivo. Se nos refirieron estafas multimillonarias y  apropiaciones ilegales de tierras; asesinatos y desapariciones de personas que la justicia nunca descubrió y casos de reducción a la servidumbre y la esclavitud, que llenaron las libretas de apuntes.

El acuerdo primigenio que nos convocó sigue pendiente. Se insistirá después de la pandemia. Estamos en presencia de “otra Argentina”, distinta del relato. 

Una república conservadora en su esencia, xenófoba, homofóbica. Que condena a sus mujeres a trabajos sin cualificación y mal pagos. La diferencia salarial entre sexos es una constante. La consagración del “día femenino” o las licencias para atender a sus hijos en caso de enfermedad ocurren sólo en centros medianamente poblados. 

La legislación laboral, de la que hace gala el partido de mayor influencia, es sólo un eufemismo. Las trabajadoras suman enemigos: el patrón y la dirigencia gremial.

El ciudadano queda sin defensa frente al arbitrio del gobernante. Carece de defensores. La oposición política es inexistente o quebrada en su voluntad. La censura es un dato de la realidad. Los ejemplos huelgan. En muchas provincias los diarios regionales están prohibidos y los de tirada nacional que arriban a los quioscos apenas superan un puñado.

Cuando, ya afectados por la pandemia y la administración arbitraria de la cuarentena, planificábamos el cierre hasta nuevo aviso del trabajo de campo, de manera accidental se abrió una posibilidad diferente. Debíamos recurrir a la tan denostada historia oral por la academia.

Nuestro nuevo entrevistado, radicado en el sur de la provincia de Mendoza, fue una sorpresa. Cada palabra era un concepto, una pista a seguir.

Pertenecía a una antigua familia alemana, partidaria del III Reich, que en la distribución del trabajo militante, durante el período de entreguerra, era responsable del aparato de propaganda de Argentina, Chile, Uruguay y Perú.  

Trabajaba para reeditar la edición latinoamericana de Ostara, la mítica publicación precursora del nazismo, fundada por el místico austríaco Jörg Lanz, en la que exaltó teorías de carácter antisemita, racista y völkisch, razón por la cual se le considera una de las principales influencias del nacionalsocialismo.  

Lanz, durante su estancia en el monasterio, fue discípulo del biblista Schlögl, cuyas obras antisemitas habían sido prohibidas por la iglesia Católica. Lugar donde abrevó en textos gnósticos y apócrifos que le permitieron elaborar, a su salida, una teología gnóstica y zoomorfa en la cual el mal era identificado con las razas no arias y el bien con la pureza racial aria. Había que engendrar una “noble raza heroica” mediante la planificación del apareamiento de hombres rubios y de ojos azules con mujeres semejantes. Esta raza sería la obra maestra de los dioses.

Ideas que perfecciona en Antropozoon bíblico, libelo en el que defiende la existencia de prácticas esotéricas relacionadas con el sexo en todos los pueblos de origen ario. Las orgías en Grecia y Roma, los misterios sexuales del tantrismo y la presencia de esculturas y relieves de inspiración sexual en las antiguas culturas indo-arias del medio oriente es lo que le llevará a formular sus teorías raciales. 

Pero, como en dichas representaciones iconográficas se incluían figuras animales, Lanz dirá que la “caída” del estado edénico primordial se produjo porque los “hijos de los dioses”, dotados de una espiritualidad pura, se habrían unido con las “hijas de los hombres”. Hombres que no serían otra cosa que especies animalescas poco evolucionadas: “Habitantes del país de los monos”, en el decir de Heinrich Himmler en sus arengas a la Gestapo.

Comentarios 4

  1. Un opinador sin juicio says:

    No soy argentino y el artículo me ha parecido esclarecedor.

    No hay que dar cabida al mal, Ostara solo fue una gota de gasolina más que condujo al incendio que fue el nacionalsocialismo…¿qué gota será la que provocará el incendio?, es dificil saberlo…¿qué mosca prestará atención a consejos e ideas faltas de amor?

    El mal acecha no en dimensiones paralelas ni en fuerzas ocultas al común de las personas. El verdadero mal acecha en cada decisión cuyas consecuencias no son valoradas apropiadamente desde la perspectiva ética y moral…detrás de todos los monstruos de la humanidad solo hay hombres de carne y hueso que dejaron fluir sus más egoistas ideas.

    Tened siempre presente:

    ‘Por los frutos se conoce el árbol.’

    ‘Sin excepción, a todas las moscas les gusta la miérda.’

  2. Pedro says:

    Muy bueno e interesante.

  3. Ricardo Sarnago says:

    Felicitaciones por hacer esta nota.El periodismo de investigación es algo no desarrollado en las provincias de la Argentina.

  4. Ricardo G. Espeja says:

    Excelente investigación de un tema poco analizado en la historiografía argentina

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