Afganistán, informe de situación

Las noticias llegadas desde Afganistán aterran. Los talibanes ejercen el poder con crueldad. Remiten a sus enemigos políticos a la condición de eternos prisioneros en campos de confinamiento bajo condiciones horrorosas y a la espera de una muerte segura.

La situación de las mujeres, que se agrava a cada momento, es el monitor certero para entender la evolución política de Afganistán.

Durante el período soviético vivieron una etapa primaveral. Fueron bienvenidas a la mesa del invasor.

Las afganas, en ese periodo controversial, lograron avanzar algunos pasos en la conquista de derechos. Aunque el colectivo fue, junto a los talibanes, un eficaz colaborador de los planes que pergeñó la CIA para la región.

Esa familiaridad con los talibanes hizo que confiaran en que estos “monjes guerreros” respetarían sus conquistas sin observar los padecimientos de sus congéneres en los campamentos distribuidos por todo el territorio afgano.Justificaron, también, la persecución y exterminio de la población LGTBI+, a la que consideraron justa y necesaria.

Estados Unidos, que financió la guerrilla talibán para derrotar a los ejércitos de la Unión Soviética, no escuchó los consejos del servicio secreto británico, con amplia experiencia en Asia Central.

Tampoco leyó, por prejuicios ideológicos, las reflexiones y apuntes históricos de Eric Hobsbawn, sobre los inconvenientes que provoca en Asia tribal y África, la pretensión de imponer por la fuerza el modelo de democracia occidental.

La guerra contra el terrorismo y la caza de Osama Bin Laden fueron las excusas que utilizó la Casa Blanca para invadir a Afganistán e instalar observatorios avanzados, y así hurgar la basura de India, Pakistán, China, Turkmenistán, Tayikistán, Irán, Jannu, Cachemira y el resto de los actores que participan en el juego geopolítico regional.

Con el retroceso parcial de los talibanes por la presión de las tropas estadounidenses, las mujeres encontraron un espacio pequeño de libertad limitado por una cultura profundamente machista que se funda en el fundamentalismo religioso para el cuál someter a la mujer es vital.

Ese espacio pequeño, protegido por los marines, permitió que las mujeres ganaran las calles. Animaron esa sociedad oscurantista y llenaron de bullicio las universidades y los centros de investigación, y fueron mano de obra calificada para el comercio y la industria.

No necesitaban que un hombre las acompañara cada vez que salían y empezaron a ocupar algunos cargos públicos.

Sin embargo, aún con esos avances, las mujeres siguieron sufriendo discriminación y violencia de género en todo Afganistán, sobre todo en zonas controladas por los talibanes, donde sus derechos eran impunemente violados, y eran sometidas a violentos “castigos”. La cultura misógina hizo que, a pesar de la vigencia de leyes democrático-liberales, hubiese una altísima impunidad, pues como se anota frecuente en las crónicas de la zona: “Los autores de palizas, homicidios, torturas u otros malos tratos y castigos corporales quedan, en general, impunes”.

Entre las normas restrictivas que se aplicaron se encuentra la prohibición del trabajo femenino, excepto el personal médico y de enfermería para atender en forma diferencial a mujeres. Ellas no podían salir de sus casas sin un acompañante hombre, no podían comerciar con hombres o ser atendidas en los hospitales por estos. Se les obligaba a usar el burka para que no enseñaran ninguna parte del cuerpo, no podían usar productos cosméticos, ni tener presencia pública o practicar deportes, entre otras prohibiciones.

Con la ayuda internacional bloqueada, el hambre atenaza ahora a Afganistán. Veinticuatro millones de personas no tienen acceso a alimentos de forma habitual, y casi cuatro millones de niños no disponen de comida suficiente. El gobierno talibán trata de navegar en ese mar de desgracias aplicando su delirante programa.

El mulá Haibatullah Ajundzadá (que sustituyó a Ajtar Mansur, a quien Barak Obama ordenó asesinar), principal dirigente de los talibán, insiste en la aplicación de la sharia, ley islámica. Y a principios de julio de 2022 se reunió con 3500 ulemas y jefes de clanes para examinar, en la Loya yirgah, los mecanismos y procedimientos del gobierno islamista. Pero el sufrido pueblo afgano no puede esperar.

Estados Unidos, antes de emprender la retirada, se apropió de las reservas de divisas de Afganistán, impidiendo a los talibán que dedicaran esos recursos a la compra de alimentos.

Joe Biden, que se sostiene en los corrillos internacionales, es responsable de la hambruna en el país en un momento en que el precio de la harina de trigo ha aumentado casi 120 por ciento y el precio del aceite subió 140 por ciento respecto a 2021. Cuadro fatídico que se agrava por el reciente terremoto que causó más de mil muertos en el sur de Afganistán. El hambre es más terrible que la guerra. En Afganistán se venden niños por 300 euros, y quienes son “afortunados” pueden llegar a conseguir por algo más de dos mil euros “una niña de ojos tristes”, según un observador de Naciones Unidas.

Se arreglan bodas forzadas por la miseria y el hambre, y en muchas ocasiones padres avergonzados venden a sus hijas a cambio de algunos alimentos, y otros entregan como esposas a niñas de ocho años a hombres mayores. Ni Estados Unidos ni los gobiernos títeres que impuso a lo largo de 20 años acabaron con esas prácticas que se han agravado ahora con la hambruna.

El circuito de la prostitución, siempre floreciente, recluta por monedas centenares de criaturas que terminan destinadas a los lupanares más sórdidos del área.

Amnistía Internacional, en su Informe Anual 2022-2023, al poner su lupa en Afganistán dice:

- Aumentaron exponencialmente las restricciones impuestas a los derechos de las mujeres, a la libertad de los medios de comunicación y a la libertad de expresión.

- Se sometió a las instituciones de apoyo a los derechos humanos a fuertes limitaciones o se las clausuró totalmente.

- Las personas que se manifestaban de manera pacífica se exponían a detención arbitraria, tortura y desaparición forzada.

- Los talibanes sometieron impunemente a ejecuciones extrajudiciales, detenciones arbitrarias, tortura y detenciones ilegítimas a quienes consideraban sus oponentes, con lo que crearon un clima de miedo.

- Aumentó la pobreza extrema, agravada por la sequía y por otras catástrofes naturales. Se llevaron a cabo ejecuciones y flagelaciones públicas para castigar delitos tales como el asesinato, el robo, las relaciones “ilegítimas” o la infracción de las normas sociales. Continuaron los ataques a los derechos de las mujeres, cuya participación en la vida pública se vio extremadamente limitada.

- Afganistán era el único país del mundo que prohibía a las niñas cursar la educación secundaria. Los talibanes cerraron casi todas las instituciones que el gobierno anterior había creado para abordar la violencia de género.

Afganistán, por su ubicación geográfica, es un crucero de caminos donde la historia ha sido testigo del encuentro de imperios y civilizaciones.

AaAllí los mercaderes de todos los tiempos han realizado extraordinarios negocios a pesar de su lábil estructura institucional donde predomina lo tribal. Condición esta que ha convertido al país en una dependencia secundaria en la estructura de muchos imperios y reinos que han explotado y esclavizado a su población.