ESCUCHARLa casa de la justicia y la confianza en los jueces
Por Armando S. Andruet (h)*
twitter: @armandosandruet
En diversas ocasiones he podido señalar que entre tantos compromisos no saldados que los poderes judiciales en general tienen con la ciudadanía, uno de ellos se inscribe en no haber podido encontrar canales metajurisdiccionales que permitan acercar estamentos, que por lo general se presentan lejanos. Esto es: judicatura con sociedad.
De cualquier manera, no se puede ignorar que el Poder Judicial de Córdoba, en el espacio de la República Argentina, ha tenido diversas acciones que demuestran una permanente exploración por intentar alcanzar un óptimo posible respecto a dicha cuestión.
Dicha relación de acercamiento que desde el Poder Judicial se puede generar tiene diversas vías de acceso. Aunque, por lo general, se privilegia un modo relacional de tipo sociojurisdiccional.
Ello acontece cuando el Poder Judicial advierte las dificultades que existen para colectivos sociales que, por lo general, son también muy vulnerables dentro del sistema por la profunda ignorancia respecto a sus mismos derechos y el estatus de ciudadano que en el Estado de derecho constitucional les corresponde. Por ello, los poderes judiciales llegan a ellos, por ejemplo, con proyectos de Asesoría Jurídica Móvil.
Experiencias de similar tenor a la relatada, aunque menos resolutivas y más informativas, se cumplen con diversos programas de fortalecimiento de la relación “Sociedad y Justicia”, promocionando el diálogo entre vecinos y funcionarios sobre temas que hacen a los derechos de las personas, aunque no resolviendo ninguna situación particular.
Ello se debe cumplir en ámbitos cuidados y contenidos -tampoco se trata de exponer innecesariamente a los jueces-. Aunque no se debe olvidar que las dimensiones sociales del republicanismo judicial imponen que un espacio de este tenor efectivamente se realice.
Ambas experiencias tienen la característica de ser de corte sociojurisdiccional; aunque el segundo, más judicial que jurisdiccional en sentido estricto.
Con estos emplazamientos, el Poder Judicial habrá producido un mejoramiento en las formas de accesibilidad a la resolución orientativa de un problema jurídico para muchos ciudadanos. Otros habrán conocido por vez primera la importancia del ejercicio de sus derechos y de las formas diversas de hacerlos valer.
Los dos caminos son muy valiosos y, vuelvo a señalar, al menos el primero el Poder Judicial de Córdoba lo ha transitado con excelentes resultados. Sobre el segundo modo, no conocemos que se haya podido implementar como política concreta, sin perjuicio de que el programa de Jueces en la Escuela se encuentra en dicha orientación, aunque direccionado a niños y adolescentes.
Sin embargo, me quiero referir a otro modo de gestión vinculativa del Poder Judicial, que bien puede ser condensado bajo un concepto poco asociado a la práctica judicial, como es la “hospitalidad”.
Su antónimo, la hostilidad, es muchas veces la dimensión que se percibe, aunque no sea así.
Para el análisis destaco que si los poderes judiciales hicieran un esfuerzo para generar la creencia de que los espacios judiciales no son lugares donde las personas sufren -aunque es así de cierto-, sino donde son capaces también de recuperar alegrías, porque se les restituye física o moralmente lo que es suyo, con ello se cooperaría a la gestión hospitalaria de gran modo y la instalación de confianza.
Dicho esfuerzo supone una práctica de la jurisdicción completamente responsable y, sobre todo, un miramiento comprometido desde la perspectiva ética que anima al juez que interviene y que debe estar asociada a un evidente per se nota de quien gobierna el Poder Judicial.
Confianza ciudadana y hospitalidad judicial es un binomio al que se le debe prestar atención singular.
Me he referido así a un modo relacional de tipo sociojurisdiccional. Existen también otros, que igualmente han sido explorados con éxito.
Se podrán denominar éstos como de tipo socioacadémicos.
Mediante ellos se vincula al mismo producto académico y/o científico que, en el marco de un ámbito jurisdiccional, se produce, que resulta ser aprovechado como insumo productivo y regenerativo en el ámbito estamental judicial como es el de las Escuelas Judiciales.
Dicho insumo deja de ser apropiado sólo endogámicamente por el Poder Judicial y es proyectado hacia fuera de él. O cuando es el Poder Judicial el que resulta permeado por otros insumos que llegan desde lo ajeno es cuando hay un auténtico estado de vinculación con la sociedad por esta vía. También tales aspectos el Poder Judicial de Córdoba los ha transitado sobradamente desde su Centro de Perfeccionamiento “Ricardo Núñez”.
Se ha relacionado con ámbitos científicos ajenos a su matriz, ha producido actividades curriculares asociativas con otros espacios académicos y generado ámbitos de desarrollo y producción científica ajenos al decir de lo jurídico.
Finalmente, quiero referirme a otro modo de vinculación que el Poder Judicial de Córdoba viene realizando desde hace varios años y que, sin duda, cada vez que así lo cumple logra tener un efecto multiplicador muy significativo y pone en marcha con ello una innumerable cantidad de poleas de trasmisión que se inician con la empatía que los espacios físicos judiciales pueden proporcionar a los ciudadanos. Por ello, nombro esta vinculación de tipo hospitalaria-estética.
Para estas realizaciones, las imágenes de los edificios judiciales pueden dejarse momentáneamente a un costado; esas concepciones de lugares grises por los dolores que allí se concentran, por los atormentadores relatos que sus muros guardan y por las imágenes desgarradoras y desgraciadas que la comedia humana va superponiendo día tras día en cualquiera de sus lugares.
Estos lugares pueden convertirse en marcos imponentes para fabulosos momentos culturales, mediante los cuales el ciudadano integra dicho ámbito, no por la sustancialidad de lo que allí se hace, que es juzgar, sino porque su entorno majestuoso se convierte en continente apreciado para una diversidad de expresiones del arte que a toda persona conmueve.
Así, se han cumplido en el majestuoso Salón de los Pasos Perdidos del Palacio Judicial, custodiado desde lo alto por las cuatro esculturas de Troiano Troiani, representativas del Ansia de Libertad, Conciliación, Verdad y Jurisprudencia. Y sobre el centro del salón, el friso que lo rodea con las 24 molduras representativas del programa emblemático que se expone como proyecto y realización.
En tal emblemático lugar se cumplieron desde representaciones teatrales mayores a destacadas exposiciones de pinturas de diversos artistas y, naturalmente, ejecuciones de orquestas y coros.
El pasado 9 de junio, la cita estuvo requerida por la Orquesta Sinfónica de Córdoba que, bajo la dirección del maestro Ávila Arzuza y con cerca de 50 músicos que la integran, ejecutaron un programa que se inició con Adagio y Fuga, de Mozart, luego con una intervención solista de Gonzalo Brusco, quien tocó en fagot una obra de Karl von Weber. Y quedó para el final una soberbia interpretación de la Sinfonía Nº 3 de J. Brahms -que fue estrenada el 2/12/1883 por la Orquesta Filarmónica de Viena- y que, 135 años después, desplegó toda su energía en nuestro apreciado espacio judicial.
Disfrutaron atentos y gozosos de la interpretación en el histórico Palacio más de 500 personas, en su mayoría ciudadanos quienes, atraídos por el prestigio de la Orquesta Sinfónica de Córdoba, pudieron encontrar en ese espacio judicial un plus de confort estético, que naturalmente acaso si tienen que volver por otras cuestiones, al menos habrán de tener el recuerdo de que allí también hay espacio para el deleite y la hospitalidad.
