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Acciones para mejorar el estado actual de esta disciplina en Córdoba

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Por Cristina Di Pietro / Abogada –  Mediadora – Miembro de Alfil Centro Privado de Mediación

Después de la serie de artículos de los sombreros en mediación -en los que fui una de las entrevistadas- siento que me quedaron algunas consideraciones por realizar, las que no pudieron ser incluidas por razones de espacio. Creo que hay medidas realizables para mejorar este instituto.

A nivel legislación, pienso que leyes como la de mediación de Córdoba permiten normas conexas que la suplementen o adecuen por medio de decretos, resoluciones, acordadas. Incorporaría, de este modo, el proceso también para la instancia previa -es decir- antes del juicio porque, a veces, sobre todo en casos de menor cuantía o cuando se lesionan relaciones, no se justifica iniciar un juicio. En el ámbito público, elevaría las multas por incomparecencia y tomaría como tal a los escritos presentados, sin notificación al mediador, respecto a que se llegó a acuerdo después de fijada la audiencia inicial. En éste último caso, el mediador, además, debiera percibir el honorario correspondiente, habida cuenta de que dispuso del tiempo y gastos necesarios para ésta. Podría hacerlo mediante el Fondo de Financiamiento, tal como en los casos de beneficio de litigar sin gastos, por cuanto la multa ingresaría a esos efectos; pudiendo además exigirse -por la vía que corresponda- su reembolso. Revisaría, también, la situación del beneficio de litigar sin gastos, exigiendo la vigencia y acreditación fehaciente del trámite por ante el Centro Judicial de Mediación; y -hasta tanto ello no suceda- el solicitante mantendría la obligación del pago de honorarios, los que si fueron ya abonados al mediador por medio del mencionado Fondo de Financiamiento, deberán ser reembolsados a éste, bajo apercibimiento de ley.

La difusión masiva dirigida al ciudadano acerca de este mecanismo de solución de problemas es una asignatura pendiente: porque a mayor información mejores decisiones; menor desconfianza; aprendizaje y mayor autoestima. Compromiso con el problema propio sin reprochar por su suerte exclusivamente al otro o al funcionamiento judicial, o al desencadenamiento adverso. Cuando a las personas les va mal en la solución de un conflicto, generan resentimiento y disgusto que se acumula, como la leña. Ésa es la caldera social; el mediador/a, que no es responsable de la incomunicación actual, se hace cargo sin embargo de escuchar a la gente. Claro que en mediación puede no encontrarse una solución inmediata, pero seguro, las partes verán y sopesarán distinto el tema; aunque quieran insistir y convencerse de su razón, y lo logren, ya habrán escuchado otra versión de problema e incorporarán –aún sin aceptarlo explícitamente- que su razón no es la única. El Estado, a su vez, habrá cumplido su función preventiva: los involucrados habrán tenido oportunidad de conocer más acerca de su conflicto, entenderlo y decidir resolverlo por sí o mediante un sistema exclusivamente técnico-jurídico, cuyo funcionamiento entenderán mejor pudiendo justificar después, por ejemplo, el porqué una decisión judicial favorable puede tornarse adversa, (y al revés también). Podrán comprender qué es una norma jurídica, su campo acotado porque es para todos por igual; y su diferencia con la que no lo es, con la que gobierna la vida familiar, social, psicológica, religiosa.

Hemos vivido la vorágine de campañas políticas. ¡Me parece fantástica la energía dispuesta en la promoción de las instituciones democráticas! Es un buen ejemplo para volcarlo en este tema, no menos institucional: cada lista podría difundir la mediación paralelamente a sus candidatos; ¡de ese modo también estaría informando a la ciudadanía cómo solucionará sus problemas! Qué lugar ocupará la participación ciudadana en su plataforma; porque de eso se trata la mediación, de participar en los problemas propios -aunque no se los asimile como tal-.

Es posible que la justicia, como valor, sea siempre la misma –aun tras doce siglos de aplicarla y ejercerla igual-, pero lo que varía a través de las generaciones es la mirada que las personas tienen sobre ella. Y justamente la mediación atiende esa mirada; la comprende y canaliza. Eso es pacificar: que la gente entienda a la justicia y la compatibilice con su mirada.

Ahondaría en la formación y actualización de los profesionales que participan en mediación; y no me refiero sólo a los mediadores. Para participar en el proceso de mediación, es necesario que el letrado, el consejero y el perito conozcan, estén informados sobre éste y sobre cómo conducir al cliente; porque el abogado, por ejemplo, maneja -debe hacerlo- la negociación jurídica que es una etapa de la mediación, que no es lo mismo que la transacción y menos lo es, el intercambio de pasillo en tribunales.

La intervención del abogado en la mediación es sustancial. Antes de instalarse la mediación, los abogados creíamos negociar bien…ahora sabemos que podemos hacerlo mejor y con menos tensiones.

Cuando un mediador/a trabaja con mi cliente siento que estoy ganando en tiempo, en espacio profesional y en calidad de vida para él. Cuando trabajo como mediadora con el cliente de un colega, pretendo que por lo menos pueda llevarse una visión diferente del sistema de justicia, de su propia responsabilidad frente al que es su conflicto, por medio de su participación y el confort de sentirse escuchado, verdaderamente parte del sistema.

No hay causas que no puedan mediarse; hay personas con las que no se puede mediar.

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