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Abogado, ¡esto es una mediación! (I)

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Por Marta Belucci *

“Yo he decidido que mi hijo esté con su papá fin de semana de por medio y sólo de viernes a domingo y no de miércoles a domingo como es ahora. Porque yo quiero que mi hijo tome el pecho hasta los dos años o más; eso es muy sano para él. Así las cosas, mi letrado me ha explicado que puedo solicitar el doble de la plata que él me está pasando”.
Éste fue el comienzo de la segunda y última audiencia de mediación de esta causa. Cecilia y Franco nacieron en un pueblo a 250 km de Córdoba. Allí crecieron, fueron juntos a la escuela primaria y a parte de la secundaria. Después se pusieron de novios, a los tres años iniciaron la convivencia y nació Tomás, hoy de un año y medio. Hacía siete meses que por intereses diferentes y en buenos términos se separaron.
Cecilia decidió vivir en Córdoba en la casa de una hermana -madre de gemelas de dos años- y comenzar una carrera corta que, finalizada, le permitiría regresar a su pueblo y trabajar con un buen sueldo.

Hacía manualidades para vender en su casa y sus padres le mandaban algo de dinero para sus gastos personales y contribuir en la casa de su hermana. Concurría todos los días a sus estudios, quedando Tomás al cuidado de su tía.
Franco continuó trabajando en el pueblo, esperando se cumpla la promesa de su empleador, quien regularizaría su situación laboral, y así poder gozar de los beneficios que ello implica.
Cecilia pidió la audiencia para organizar la comunicación entre Tomás y su papá, determinar la cuota alimentaria y para que quede todo ordenado y por escrito, con lo que Franco estuvo absolutamente de acuerdo cuando ella se lo comunicó.
A la primera audiencia llegaron juntos y participaron activamente en planificar la relación entre el niño y su papá por la gran distancia entre ambos domicilios, buscando lo mejor para Tomás. Como Franco no tiene auto, se encontraban en un pueblo cercano al domicilio de ambos para la entrega y reintegro del niño. Al poco tiempo a Cecilia le resultaba muy costoso; entonces Franco viajaba a Córdoba para buscar y reintegrar al niño al domicilio materno. Así lo venían haciendo fin de semana de por medio de miércoles a domingo.

Cecilia estuvo de acuerdo con que el niño fuera todos los miércoles a la casa de su papá para que no estuviera tanto tiempo sin verlo y explicó que ella cada quince días viajaba al pueblo donde tiene a toda su familia. Acordaron entonces que, cuando esto sucediera, el niño estaría con la mamá y su familia materna en el pueblo durante ese sábado y domingo para regresar juntos a Córdoba. Franco le pagaría el boleto de regreso.
Cecilia no estaba conforme con la cuota alimentaria que recibía para el niño; su trabajo no le significaba un importante ingreso, le pidió aumento. Franco dijo que su sueldo no era alto, que continuaría pagando la obra social para el niño y la madre, y que semanalmente tenía un gran gasto en transporte. Ofreció pensar para la próxima audiencia el monto que podría aumentar. Cecilia se mostró comprensiva y cordial.
A la segunda audiencia entró inquieta, con aspecto dominante, acompañada de un letrado quien se presentó como M. G.

A Franco se lo veía calmo pero desorientado. Inmediatamente después de que todos nos sentamos y les preguntamos cómo estaban, Cecilia -exaltada y con la seguridad de que su pedido era procedente y legal- expresó todo lo expuesto al comienzo.
Dimos la palabra a Franco sobre lo escuchado y dijo no estar de acuerdo. Ante la negativa rotunda del abogado de retirarse, pasamos a reunión privada con la señora y el letrado. Recordamos lo hablado en la audiencia anterior, lo acordado con Franco y le preguntamos cómo estaba Tomás. Ella dijo que él iba y regresaba contento de la casa de su papá y abuelos, que ella los conocía de toda la vida, que sabía que lo querían, lo atendían bien, excepto que le daban golosinas, que ella se las había prohibido en la lista de las cosas que no quería que comiera el nene y que por escrito se la dio a Franco.
El letrado manifestó, con seguridad en su tono, que era un disparate que el niño estuviera todas la semanas tres o cuatro días con su padre, que cuando fuera a la escuela, ¿qué pasaría?; que esto de que los hijos se pueden adaptar a dos ritmos de vida distintos uno del padre y otro de la madre sólo es para la teoría porque en la práctica no resulta, siempre es un fracaso. El niño debe vivir ordenado en un solo lugar. (Continuará)

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