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A la espera de la macro: a propósito de la falta de un plan energético nacional

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Por Sergio Porteiro (*)

Dada la prioridad cuasi absoluta que la presente Administración Nacional le otorga al equilibrio fiscal y la situación macroeconómica del país, el presente trabajo tiene por objeto reparar en el estado de situación de algunos sectores o subsectores del sistema energético argentino, a los fines de advertir cierta falta de planificación orgánica de parte del Gobierno en materia energética, con motivo de la prioridad antes mencionada. Más allá de que ambos aspectos se pueden encarar en forma conjunta, la ausencia de una planificación orgánica, conjunta y homogénea de la industria energética en general conlleva a una pérdida de tiempo, en que ningún sistema energético puede incurrir, so pena de sufrir consecuencias nefastas en términos de calidad de servicio, inversión, altas tarifas o subsidios permanentes e insostenibles, etcétera.

Así las cosas, resulta pertinente dejar en claro algunas cuestiones antes de ingresar en la materia específica de este artículo. Es indudable que nuestro país necesita recuperar el equilibrio fiscal perdido, puesto que sin él la economía se torna desorganizada, impredecible -particularmente en términos de inflación y de costos financieros-, cuando no, directamente inviable. Asimismo, esta falta de equilibrio genera una seria distorsión no sólo en la inversión sino también -y con especial énfasis- en ciertos factores que perjudican nuestro desempeño en el sector externo, tales como excesivas cargas impositivas, pesadas retenciones, variaciones sustanciales en el tipo de cambio (anclaje incluido) etcétera. El peso de la deuda externa, los continuos cepos, peligros de caída en “default” y otros episodios desagradables -por llamarlos de alguna manera- me eximen de mayores comentarios. Adicionalmente, sin que esto signifique una enumeración taxativa, las medidas como las que se propugnan para contrarrestar el desequilibrio en un contexto de “espiral” inflacionaria -es la que se produce por efecto de las expectativas (todos nos cubrimos por las dudas) antes que por razones técnico económicas- causan un casi inevitable desfase en los precios relativos. 

No puede caber duda -entonces- de que cuando en mejor estado se encuentre la economía en sus variables generales (o dicho de otra manera la macroeconomía), mejor se pueden desarrollar cada uno de sus sectores. Si bien puede haber algo, y sólo algo, de verdad en los consabidos adagios: “Si la macro no está bien, no se puede hacer nada” o “hasta que la macro no se estabilice no podemos avanzar”, no es cierto que en materia energética no se deba intentar desarrollar un plan o programa energético, considerando el pasado, las posibilidades presentes, y el potencial futuro que necesitamos y podemos conseguir. Es más, en ciertos escenarios el sector energético puede contribuir, en gran forma, a alcanzar un estado de macroeconomía saludable.

En materia energética se sufren las consecuencias de lo hecho por los gobiernos anteriores y, al mismo tiempo, se gobierna para las administraciones futuras. Estoy hablando de un plan o programa, de una guía, de señales, del país que queremos y debemos aprovechar para el bien común, no de intervencionismo en el sentido de la titularidad de la propiedad (pública o privada) de los bienes de producción en materia energética. Estoy hablando de regular, de dar un marco, de dar señales claras y concretas cristalizadas en normas legales, en las que los actores del sector puedan desarrollar su actividad. En ese sentido, la actual Administración tiene el deber de presentar un programa estrictamente energético completo, sólido, con algún grado de previsibilidad económica y seguridad jurídica. Si bien esta Administración fue elegida hace sólo pocos meses, debe preparar un programa energético propio y no dejarse llevar por la bonanza de algunos subsectores o correr detrás de los acontecimientos, cuando algo no fue hecho de la manera correcta por algún gobernante anterior, aun teniendo en cuenta las limitaciones de la macroeconomía.

El tiempo es muy importante en esta materia, las decisiones sobre la inversión, los montos en juego, y otros caracteres hacen que el sector energético no tenga el dinamismo que tienen otras industrias, que no pertenecen al ámbito de la infraestructura en que un país se desarrolla. Tomemos algunos ejemplos: Para decidir construir un parque de energía eólica se deben hacer mediciones de vientos durante aproximadamente tres años (las licitaciones en Argentina se conformaban con periodos menores) para decidir si la inversión es viable. El equipamiento de un sistema de distribución de energía eléctrica que no se mantiene en tiempo sufre inevitablemente desperfectos dentro de los seis años posteriores (1). Algo similar ocurre con los de gas. Los programas y estudios de exploración (onshore y offshore) de petróleo pueden llevar años. Ni hablar de reparar, poner en valor (revamping) o construir una central nuclear.

Esta Administración redujo sustancialmente los subsidios, cortó las transferencias a Cammesa, llamó a una nueva renegociación de los contratos de concesión que debe finalizar a fin de año, permitió el aumento y actualización del valor agregado de distribución de los distribuidores en la órbita nacional. Todo este reacomodamiento implica una suba considerable de las tarifas finales, circunstancia que a su vez empuja la inflación, amenaza el fluir de la cadena de pagos (que en todo caso se restablecería en tres o cuatro meses, según el Secretario de Energía), pone en riesgo el pago de salarios a los trabajadores de la industria (Transener ya informó de ello a la Bolsa de Valores), etcétera.

Todas estas medidas, por más cruentas que sean, pueden ser apropiadas para sanear nuestra macroeconomía, pero no nos dicen nada del país energético que queremos tener a partir de lo que se hizo mal o bien, o de lo que podemos hacer de acuerdo a nuestras posibilidades, que son muchas. Siquiera se ha nombrado debidamente a todos los funcionarios del área. La Secretaría de Energía pasó de depender del Ministerio de Infraestructura a depender del Ministerio de Economía, cuyo titular todavía está considerando qué funcionarios va a designar aun en cargos de jerarquía, como el secretario de Minería, mientras en otros trabajan funcionarios que se suponen que van a tener un cargo pero que todavía no fueron designados. La prensa adelantó una reunión entre los dueños de las centrales eléctricas y el Secretario de Energía, ante el deseo (proclamado desde que asumió hace ya tiempo) de éste, de que Cammesa se abstenga de comprar energía a los generadores, quienes verían afectada su solvencia financiera (si un generador pide plata a un banco, no es lo mismo tener como cliente a Cammesa que con subsidio o no, igual paga, que a un distribuidor con tarifas atrasadas). La neutralidad de Cammesa es el eje del sistema al que se quiere volver, en materia eléctrica. ¿Por qué tardaron tanto en programar una reunión? Es verdad que pasaron solo tres meses, pero suena a poco.

Mientras tanto el tiempo pasa, y durante ese tiempo pasan cosas buenas y malas, sobre las cuales debemos correr.

En cuanto a las buenas, Vaca Muerta sigue rompiendo récords de fracturas y productividad. Medidos en forma anual en febrero de este año, se hicieron 13% más de fracturas que el mismo mes del año pasado.

En la que resulta ser una de las mejores noticias en mucho tiempo, la empresa Oldelval (Oleoductos del Valle) que se dedica al transporte de petróleo, y tiene como principales accionistas a YPF (mayoritario) y otros importantes productores como Exxon Mobile; Chevron, PAE, Pluspetrol, Tecpetrol, Pampa Energía, etcétera, llamó a hacer ofertas de transporte (Open Season) con las cuales a través de los programas Duplicar, Duplicar Plus, Triplicar, Triplicar Plus, se ampliaría en hasta 300% la capacidad de transportar crudo desde la formación Vaca Muerta hacia el Atlántico. Desde hace dos años el oleoducto viene trabajando a capacidad máxima.

Continuando con el lado positivo de los acontecimientos, se está verificando cada vez con más frecuencia la llegada de buques dedicados a tareas logísticas (recambio de tripulación, abastecimiento de combustible, provisión de alimentos) para servir a los equipos de exploración off shore. Efectivamente, parecería ser que el área off shore CAN 102 está siendo objeto de trabajos intensos (exploración sísmica) por parte de Equinor (petrolera estatal noruega) e YPF. Esta intensa actividad podría interpretarse como un indicio de la existencia de hidrocarburos comercialmente explotables. Equinor, YPF y Shell están trabajando intensamente en ese sector, habiendo hecho ya trabajos en las áreas CAN 100, CAN 108 y otras. CAN 102 se encuentra al norte de aquéllas a 310 km de la costa.

Del lado negativo sobresale la demora (otra vez el tiempo como categoría crítica) en la reversión del Gasoducto Norte. Luego de haberse finalizado en tiempo el gasoducto presidente Néstor Kirchner hasta la localidad de Salliqueló, se debía revertir el Gasoducto Norte antes de la iniciación de este invierno. La reversión y los nuevos trabajos iban a proveer gas proveniente de Vaca Muerta a las provincias de Córdoba, Tucumán, La Rioja, Catamarca, Santiago del Estero, Salta y Jujuy. Los trabajos se hacen esencialmente en un gasoducto de 122 km de distancia con caños de 36 pulgadas de diámetro entre las localidades de Tío Pujo y La Carlota. Pero la licitación se complicó aparentemente como producto de su encuadramiento como obra pública, y de ofertas fuera de los presupuestos establecidos en los respectivos renglones. Cabe aclarar que el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) financia la mayor parte de la obra. Como resultado de este retraso (las obras finalizarían en septiembre) nuestro país deberá, durante el periodo invernal, es decir de mayor consumo, seguir comprando gas a Bolivia a pesar de la prioridad brasileña sobre ese gas y la declinación de la producción boliviana, o importar gas de Chile a través del gasoducto Norandino (si las empresas mineras del norte de Chile consumen menos). Obviamente esas compras se pagarán con divisas cuya escasez es de público conocimiento, y que en un primer momento iban a ser ahorradas por medio del consumo de gas nacional. Por otra parte, se está preparando la licitación para la compra del contenido de diez barcos con GNL y se prevé la compra de 20 adicionales. No es difícil colegir que este atraso no beneficia en nada a la salud de la macroeconomía en general.

Otro aspecto que resulta cada vez más alarmante es el estado de las redes de transmisión de las distribuidoras, particularmente en el Gran Buenos y conurbano. Efectivamente, la calidad del servicio de dichas concesionarias es cada vez más pobre; cada vez se habla más de la “africanización” de la zona. El servicio se interrumpe o se corta frente a fenómenos meteorológicos de no tan gran envergadura. En los clubes de campo de la zona, los usuarios con mayor poder adquisitivo están comenzado a usar autogeneradores a gas natural por redes. Esto representa una reversión de la tendencia mundial más moderna, de suplantar en los hogares el gas natural para fines de calentamiento por energía eléctrica. Es cierto que esto es en gran parte producto del atraso tarifario, pero si los valores tarifarios se normalizan, también hay que pensar de qué manera y en qué tiempos se recuperará el atraso perdido en cuanto a la calidad del servicio. Es de esperar que las renovaciones tarifarias integrales previstas para fin de año, pongan un poco de claridad en este aspecto. Es justo decir, que lo mismo está ocurriendo en algunas provincias (la distribución eléctrica es de jurisdicción y competencia local). Catamarca ha declarado recientemente la emergencia energética y permitiendo el incremento del Valor Agregado de Distribución (VDA) de las distribuidoras.

Además de lo ya dicho, tanto en la faz positiva como en la negativa, quedan muchos otros problemas y cuestiones que afrontar. A modo de ejemplo: todo lo relacionado con energías renovables, desde la mantención de los beneficios fiscales hasta la posible nociva competencia entre las energías renovables y el gas, la falta de capacidad de transporte para dicho tipo de energía; el gas y su exportación vía gas natural licuado; la construcción o no de nuevas centrales atómicas; la producción de hidrógeno verde o hidrógeno azul; la absorción de mayor demanda de electricidad por el futuro consumo del parque automotor; las perspectivas posibles y reales de la generación distribuida, el futuro del gas licuado de petróleo en envases en zonas sin redes de gas natural etcétera.

Si se ordena la macroeconomía, si se elimina el déficit fiscal, si las tarifas recuperan su valor real, o se eliminan los subsidios, si Cammesa cumple su rol neutral original y volvemos a un sistema de precios de generación eléctrica basado en el costo marginal de corto plazo, seguramente estaremos mejor como país, pero todavía nos faltará un rumbo, un programa, un plan integral que mejore de la manera más eficiente posible, el sistema energético argentino en todos sus sectores, y para elaborar el contenido de ese programa o plan no solo no es necesario esperar a que los indicadores generales económicos mejoren sino que tal espera hará más dura la recuperación. Es menester elaborar y presentar ese plan lo antes posible.

El título de este artículo está inspirado en la obra de teatro Esperando a Godot, del dramaturgo y premio Nobel Samuel Becket. Dos hombres se encuentran debajo de un árbol conversando y esperando a Godot. Cada tanto otros personajes, con los que tienen ciertos episodios, se les acercan. Cuando esos episodios terminan, uno de ellos le dice al otro por qué no se marchan, pero el interlocutor le contesta que no pueden porque están esperando a Godot, y así con cada episodio. Pero Godot no llegó nunca. Es más, la obra termina y nadie sabe quién era Godot, siquiera existe la certeza de que sea una persona. La crítica interpretó que Godot era Dios, pero el autor la desautorizó diciendo que, si hubiese querido que fuera Dios, así lo hubiera dicho.

No es bueno que el sistema energético argentino tenga que esperar a Godot o a la macroeconomía para, al menos, moverse y tomar decisiones volcadas en un programa integral, aunque todavía no se pueda implementar con el ímpetu necesario. No tomar decisiones es una decisión de por sí. Muchas veces la peor.

(*) Abeledo Gottheil Abogados

www.abogados.com.ar

Nota
(1) El periodo mencionado de seis años no caprichoso. En los años 90, luego de trabajar durante un periodo largo en Washington DC en el Banco Mundial, regresé a Buenos Aires. El banco financió una gira, en Brasil, Chile y Argentina de funcionarios (que yo ya conocía por mi trabajo en el banco) angolanos y melgachos (de Madagascar) del sector energético para conocer otros sistemas energéticos. El banco me contrató para organizar la visita en Argentina. A tales efectos le pedí al Ing. Bernardo Bronstein, quien, con 50 años en la industria, sin lugar a la más mínima duda, era la persona que más supo de energía eléctrica en Argentina, y con quien yo había tenido que el privilegio de trabajar con anterioridad, que recibiera a tales funcionarios y les explicara cómo debía funcionar correctamente un sistema eléctrico. Fue durante esas charlas que el Ing. Bronstein, con una explicación brillante de razones y fundamentos, explicó el porqué de ese periodo de seis años.

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