Por Gustavo Orgaz (*)
El presente trabajo tiene dos objetivos: por una parte, narrar -hasta donde sea posible- los principales detalles de la visita que el célebre español José Ortega y Gasset realizó a Córdoba entre el 19 y el 21 de octubre de 1916. Y reflejar, por otro lado, cuáles fueron las percepciones reales y presuntas de la intelectualidad cordobesa ante aquella figura singular, ya reconocida por entonces como la más encumbrada expresión de la filosofía peninsular.
Es posible reconstruir de manera aproximada las horas que Ortega pasó en Córdoba y es posible destacar también tres proyecciones distintas que su corta estadía produjo de manera inmediata: la fuerte impresión que generó Ortega en el público reunido en el Salón de Grados de la Universidad Nacional de Córdoba para escuchar su conferencia sobre “La Cultura Filosófica”.
Además, la relación que se suscitó entre Ortega y el joven abogado cordobés Deodoro Roca. Y, por último, los contactos que tuvo el visitante con Arturo Capdevila, otro novel abogado y poeta, integrante de la asociación liberal y progresista “Córdoba libre”, de la que participaban el mismo Roca y otras figuras de la cultura local como Juan Filloy, Arturo Orgaz y Saúl Taborda, entre otros.
José Ortega y Gasset había nacido en Madrid el 9 de mayo de 1883. Hijo de una familia vinculada al periodismo y las letras, hizo sus estudios primarios en el Colegio San Estanislao de Kostka y cursó la enseñanza secundaria en el colegio de los jesuitas, Miraflores del Palo de Málaga.
Estudió y se graduó en la carrera de Filosofía luego de pasar por las universidades de Deusto (País Vasco) y Madrid. Entre 1905 y 1908 concurrió a las universidades alemanas de Leipzig, Berlín y Marburgo, donde recibió la orientación neokantiana, impartida entre otros, por el profesor Hermann Cohen.
De regreso en Madrid, fue profesor titular de la Cátedra de Metafísica a partir de 1910.
En 1914 escribió con gran suceso su primera obra trascendente, Meditaciones del Quijote, que -más allá de su título- no expresaba un camino literario sino que constituía una introducción o una base del futuro pensamiento filosófico del autor.
Se percibe claramente en sus páginas el alma inquieta de un lúcido ensayista que aleja su filosofía de las abstracciones y la vincula con su país, España, cuyo atraso con respecto a la modernidad del resto de Europa lo perturbaba. Advertía también Ortega que, en tal momento histórico, “los españoles ofrecen a la vida un corazón blindado de rencor”. Por eso promovía “el afán de comprensión entre las gentes” y convocaba a derrotar los odios que visualizaba en el espíritu español.
¿Hubo en Ortega una percepción temprana de la tragedia de la guerra, que provocó un millón de muertos entre 1936 y 1939 al conjuro del oscurantismo y la intolerancia?
Como una línea paralela a sus preocupaciones del espíritu, Ortega inició en la misma época una acción cívica que lo vinculó enseguida con su antiguo profesor Miguel de Unamuno, con el eminente médico Gregorio Marañón, con Pérez de Ayala y otros grandes españoles de la época. Siempre en 1914, pronunció una conferencia, luego prolongada en el ensayo Vieja y nueva política, en el que postuló varias ideas-fuerza que debían ser profundizadas: democracia efectiva, liberalismo filosófico, una educación sin dogmas, convocatoria a una energía vital creadora, a “una vitalidad social” que condujeran a su vez a relaciones interpersonales y colectivas más humanas y por último el imperativo de la ciencia y la técnica.
La personalidad de Ortega apareció con la fuerza de un huracán en aquella España que transitaba la segunda década del siglo XX y su fama se expandió prontamente hacia el continente americano.
Distintos hechos crearon entonces las condiciones para que Ortega pudiera venir como invitado a la Argentina. Por una parte, la “Institución Cultural Española” fundada en Buenos Aires había impulsado el desarrollo de una cátedra libre de cultura hispánica inaugurada por el notable filólogo Ramón Menéndez Pidal. Contemporáneamente y en otro escenario, José Ingenieros había dictado un curso sobre la filosofía española.
Establecidas pues, las comunicaciones de la “Institución” con Ortega, éste llegó al puerto de Buenos Aires el 22 de Julio de 1916. (1) Lo hizo acompañado por su padre, el literato y periodista José Ortega Munilla, quien venía un poco de paseo y otro poco con su propio plan de actividades relacionadas con la prensa local, aunque estaba claro para él, que la estrella del periplo era su hijo.
La mujer de Ortega y Gasset, Rosa Spottorno, había quedado en España con los dos pequeños hijos del matrimonio (Miguel y Soledad) y embarazada del tercero (José) (2).
1) BIAGINI, Hugo. E. Ortega en la Argentina. Todo es Historia, N° 220, Buenos Aires, agosto de 1985,ps. 39/41
(2) GRACIA, Jordi. José Ortega y Gasset. Serie Españoles eminentes, Taurus, Fundación Juan March, Buenos Aires, 2014,ps 228/229.
(*) Profesor Universitario.