En un escenario económico marcado por la acelerada inflación y la consiguiente pérdida de poder adquisitivo de los salarios, los supermercados argentinos están adoptando una estrategia audaz para contener la caída de las ventas: apostar por las marcas propias. Este movimiento responde a la reconfiguración de los hábitos de consumo de la población al ritmo de la recesión y las subas indiscriminadas de precios: los consumidores se volvieron más selectivos y buscan ahora precios más acordes con su nueva situación.
Así lo atestigua un informe de la consultora NielsenIQ recogido por el portal especializado AmericaRetail & Malls, estudio que confirmó que esta tendencia se consolidó hacia finales del año pasado, con un crecimiento notable en las ventas de las marcas propias de los supermercados, especialmente en el segmento de alimentos y productos de cosmética y tocador. Este aumento en la preferencia por las marcas propias refleja la búsqueda activa de los consumidores por opciones más económicas y accesibles en un contexto de inflación descontrolada.
La situación económica continúa deteriorándose, con similitudes preocupantes con la crisis experimentada en años particularmente desafiantes, como durante la pandemia del coronavirus o la salida de la crisis de 2001. La inflación llegó a niveles alarmantes, proyectándose un aumento aún mayor para el año en curso. Este escenario se traduce en una disminución significativa del poder adquisitivo de la población, lo cual exacerba la caída del consumo y afecta especialmente al interior del país.
A pesar de este panorama, los supermercados se mantienen como uno de los canales de venta más resilientes, aunque la eliminación de Precios Justos ha provocado una desaceleración en el consumo durante los últimos meses. Las marcas propias de los supermercados han ganado relevancia en este contexto, registrando un desempeño mejor que el promedio de todas las familias de productos. Fenómeno observado principalmente en el segmento de alimentos y productos de cosmética y tocador, donde hay migración de productos premium hacia opciones más accesibles, reflejando la búsqueda de los consumidores por productos de calidad a precios más bajos.
El informe también destaca “el impacto de la omnicanalidad en tiempos de crisis, instando a las empresas a mejorar su arquitectura de precios y la eficacia de las promociones para impulsar mayores incrementos en las ventas. Además, se enfatiza la necesidad de optimizar el portafolio de productos y garantizar la presencia de productos clave en las tiendas para satisfacer las demandas cambiantes de los consumidores”, asegura.
En cuanto al desempeño de los mayoristas y almacenes, “se observa una contracción significativa en el consumo, especialmente en el último bimestre. La omnicanalidad se presenta como una estrategia clave para enfrentar estos desafíos, ofreciendo a los consumidores una experiencia de compra integrada y personalizada que se adapte a sus necesidades y preferencias en un entorno económico volátil”.
Finalmente, el estudio rescata que el desarrollo de marcas propias es una estrategia que “no sólo permite a los supermercados contener la caída del consumo, sino que también les brinda la oportunidad de diferenciarse en un mercado altamente competitivo y ofrecer productos de calidad a precios asequibles”.