La decisión de Estados Unidos de imponer aranceles a productos agrícolas extranjeros, efectiva a partir del próximo 2 de abril de 2025 según anuncios del presidente Donald Trump, encendió alarmas en la Argentina, donde el sector agropecuario es el motor de la economía. Por supuesto, para Córdoba, que exporta una de cada cuatro toneladas de granos que salen del país al mundo, es una cuestión de peso. Aunque no la única: vale también la pregunta sobre la aplicación de aranceles a productos industriales y ya que hablamos de agronegocios, en especial sobre productos de maquinaria agrícola, sector donde la provincia de Córdoba es cabecera nacional.
Por lo pronto, en este punto hay que recordar que desde el pasado 4 de marzo rigen en Estados Unidos aranceles a productos industriales de países sensibles, como China (luego se sumarán México y Canadá, entre otros) con los cuales el país tiene déficit comercial. En esa línea, la tormenta arancelaria ya desatada también afectará a las exportaciones argentinas, particularmente de acero. Pero, ¿llegarán esos efectos a los envíos de máquinas agrícolas? En principio, la respuesta es negativa.
En líneas generales, el grueso de las exportaciones de equipos agrícolas argentinos destinadas al gran mercado del norte se compone de productos para cosecha. Cabezales maiceros, embolsadoras y extractoras de granos encabezan la presencia nacional en los trabajos de los farmers. También se han sumado algunas líneas de equipos forrajeros, aunque ocupan, por ahora, una parcela secundaria, agregan los conocedores de este mercado.
Es por esto que al día de hoy, desde el sector de la maquinaria agrícola indican que -hasta el momento- los gravámenes estadounidenses no afectan esas exportaciones. Los productos terminados no están alcanzados por los aranceles, como sí lo están los insumos para fabricarlos, como el acero y otros, detalle que puede no ser ocioso para el caso, ya que el encarecimiento de los envíos al exterior puede implicar una baja de precios en los envíos de insumos al mercado interno, por parte de las empresas fabricantes de acero y aluminio.
Por el contrario, sí puede haber problemas para determinadas agropartes que se embarquen desde Argentina, se aclaró desde la actividad.
De todos modos, según datos oficiales y de la Cámara Argentina de Fabricantes de Maquinaria Agrícola (Cafma), las exportaciones de maquinaria agrícola no son un componente significativo en el comercio global del país con los EE.UU.
En 2024, Argentina exportó maquinaria agrícola por un valor aproximado de 200 millones de dólares a nivel global, pero la mayor parte se dirigió a mercados regionales como Brasil, Uruguay y Paraguay, no a Norteamérica. Estados Unidos, con su propia industria robusta liderada por empresas como John Deere y Case IH, importa muy poco de este rubro desde Argentina, prefiriendo abastecerse internamente o desde socios del USMCA (México y Canadá).
Sin embargo, el impacto indirecto no puede descartarse. Si los aranceles reducen las exportaciones argentinas de commodities agrícolas —como soja, maíz o carne— hacia EE.UU., los productores locales podrían enfrentar menores ingresos, afectando su capacidad de inversión en maquinaria nueva. Córdoba, el corazón de la producción de maquinaria agrícola en Argentina, depende en gran medida de la salud financiera del campo. Una caída en la demanda interna por tractores, cosechadoras o sembradoras podría golpear a las 730 empresas del sector, muchas de ellas pymes que ya lidian con costos altos y financiamiento escaso.
Por otro lado, hay un riesgo de represalia. Si Argentina responde con aranceles a productos estadounidenses, como insumos o componentes electrónicos que las fábricas cordobesas importan para ensamblar maquinaria, los costos de producción podrían aumentar, erosionando la competitividad en mercados externos.
En 2018, durante la guerra comercial de Trump con China, las retaliaciones afectaron indirectamente a países como Argentina al reconfigurar flujos comerciales globales, un precedente que podría repetirse.
Aun así, el efecto directo de estos aranceles específicos sobre las exportaciones de maquinaria agrícola argentina a EE.UU. parece limitado, dado el bajo volumen de ese intercambio. El verdadero desafío está en la cadena de valor: si el campo argentino sufre, la industria que lo equipa también lo hará. Mientras el gobierno de Javier Milei evalúa estrategias —desde acercarse a los BRICS hasta negociar excepciones con Washington—, los fabricantes de Córdoba miran con cautela un 2025 que promete ser tan incierto como decisivo.
El campo mira al extremo oriente
Por lo pronto, el campo local mira con atención y expectativa la primera de las reacciones cosechadas a nivel internacional por las medidas tomadas por Donald Trump: China respondió y disparó sus aranceles, incluyendo las exportaciones agrícolas estadounidenses, para las cuales el gigante oriental es su mejor cliente: en el último año hizo compras de esos productos por valor de U$S 29.250 millones, ya que aproximadamente, la mitad de los envíos sojeros de Estados Unidos al exterior va a China.
Es por eso que en principio, la nueva guerra supone que el principal importador agrícola del mundo buscará abastecerse en Sudamérica, Europa y países del Pacífico.
Los analistas entienden que Argentina y Brasil podrían beneficiarse en el caso de la soja, reemplazando las exportaciones de Estados Unidos hacia China.
“Desde la perspectiva de la soja, es probable que los proveedores sudamericanos se beneficien. Los proveedores de otras semillas oleaginosas, como la canola, también podrían ver un impulso”, consideran los expertos en mercados granarios.