“Si como sociedad no podemos dar un lugar a la juventud, estamos en problemas”

La psicoanalista Natalia Andreini interroga críticamente sobre cómo vivencia este sector de la población el contexto actual. Además, indica algunos efectos que tuvo la suspensión de las clases presenciales

Mientras en todo el país se debaten medidas para retomar la presencialidad en el ámbito educativo y a la vez circulan en los medios de comunicación muchos discursos y noticias con una carga negativa sobre el comportamiento de las juventude s durante esta temporada de verano, es preciso reflexionar sobre cómo transitan adolescentes y jóvenes este tiempo de pandemia. [privado]

¿Qué le sucede a este grupo heterogéneo de la población frente a las disrupciones que significó el advenimiento de la pandemia? y ¿cómo se responde desde el mundo adulto a las demandas, angustias y dudas que presentan quienes están en aquella etapa de la vida ante un escenario incierto? son sólo algunos de los interrogantes que surgieron en el marco de un extenso diálogo que tuvo Comercio y Justicia con la psicoanalista Natalia Andreini , quien es miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP ) y de la Escuela de Orientación Lacaniana (EOL) .

“Considero que es interesante poder observar que cuando supuestamente quienes son más jóvenes iban a ser los que más iban a poder afrontar el mundo online -y eso de alguna manera los iba a salvar del encierro de las primeras etapas de la cuarentena- fueron quienes primero develaron que la tecnología fallaba a la hora de vincularse verdaderamente entre las personas”, indicó la psicoanalista.

“Una lectura inquisidora sobre qué hacen los jóvenes en el río no regula, no invita al orden y no produce más que hogueras”.

Natalia Andreini. Psicoanalista miembro de la AMP y la EOL

“Durante este tiempo, me impactó escuchar a jóvenes, cuando los amigos de carne y hueso estaban del otro lado de la pantalla, decirles ‘te extraño’. Fue una de las escenas que vi y que más me conmovieron y demostró que esto no alcanzaba para enlazar”, refirió Andreini, dando cuenta del impacto subjetivo que tuvo la disrupción de las rutinas y la utilización de la tecnología (necesaria como medida precautoria, claro está) entre quienes se encuentran en una etapa de la vida caracterizada por las nuevas búsquedas y las exploraciones propias de la edad.

Por otro lado, en la experiencia clínica, también se pudo advertir lo significativo que fue la discontinuidad de la presencialidad en la educación . “Es necesario también detenerse a mirar las deserciones que hubo en las escuelas y en la universidad. Se registró mucha dificultad para enlazar”, precisó la entrevistada, y agregó que “la experiencia compartida en los consultorios” demostró que cuando se anunció que durante todo 2020 no se retomarían las clases presenciales “hubo un incremento de consultas en los jóvenes que pidieron una modalidad presencial de atención”. “Fue un llamado que había que escuchar y, en este caso no a través de una pantalla”, dijo Andreini.

Dispo y después

Luego de muchos meses de aislamientos totales y parciales, la circulación de personas en el país ingresó en el último tramo del año pasado a una “nueva normalidad” caracterizada por las medidas de Distanciamiento Social, Preventivo y Obligatorio (Dispo) . Aun así, la llegada del verano, las vacaciones y la apertura de las actividades relacionadas con el turismo fueron un marco propicio para que muchos de los cuidados necesarios para la prevención de los contagios de coronavirus fueran desestimados.

Imágenes con personas aglomeradas en los balnearios más populares del país fueron la noticia durante enero y, en ese contexto, circularon muchos discursos que nombraron a las juventudes desde categorías como la “irresponsabilidad” y la “falta de respeto al resto de la sociedad”.

Más allá de los hechos específicos, el diálogo con Andreini invita a deconstruir esas formas de referencia tan rígidas y que, en muchos casos, no dan cuenta de la responsabilidad que tienen quienes ya se encuentran en la etapa adulta de orientar un lazo social donde sea posible cuidarse a sí mismo y a otras personas.

“El tema central -señaló la psicoanalista- es poder darles un marco de contención y no de castigo. Creo que la pandemia ha mostrado la falla de los adultos para poderles dar un marco en el que desplieguen lo que la vida les requiere en esa edad. Es un tiempo de mucha búsqueda y eso implica momentos de desorientación, momentos de encuentro, de emancipación y distintos afectos que a veces suenan desbordantes, pero es nuestra responsabilidad brindarles un espacio”.

Por otro lado, en relación a las imágenes propiamente dichas que circularon con jóvenes en balnearios de Córdoba, Andreini expresó: “A mí me impacta que esas imágenes vendan”. “Es interesante pensar el eco que eso tiene en la gente y que se tenga esa posición inquisidora con los jóvenes , en lugar de estar ocupados en pensar qué marco podemos brindarles para que atraviesen este momento tan particular de su vida y tan determinante a la hora de formar lazos sociales. Si como sociedad no podemos dar un lugar a las juventudes, estamos en un problema”, aseveró y cuestión que “no es noticia” el hecho de que algún adulto cobró entrada para entrar al río y no promovió el cuidado. “Hay que preguntarse por qué se vende bien la hoguera inquisidora hacia los jóvenes y no se señala al responsable que lucró con ellos”, enfatizó.

Nuevas segregaciones

La reflexión sobre las juventudes en este contexto de pandemia permite visibilizar cuestiones más profundas de las sociedades contemporáneas como las modalidades cada vez más segregativas que van ganando terreno.

“Tengo miedo de que de la pandemia heredemos una nueva segregación en lugar de un nuevo modo de relacionarnos” , dijo la psicoanalista al advertir que en muchos de los juicios que se emiten hacia adolescentes y jóvenes hoy.

¿Por qué encontrar algo en el castigo a un joven? , cuestiona la integrante de la EOL y asegura que es una “pregunta abierta para que se responda cada quien”, aunque quizás se debe a que hoy “existe un desprecio tan grande por el paso de los años que, quizás, el brillo y todo lo que implica la juventud se hace insoportable”.

“Me parece que uno puede hacer un lazo con el otro cuando se puede dar a sí mismo un lugar respecto de su propia decisión de cómo vivir. Pero me parece que en este momento se está haciendo aún más difícil la diferencia, que se está viendo como peligrosa. La que fuera: edad, clase social, gorra, no gorra, color de piel”, explicó.

“Es importante saber que una lectura inquisidora sobre qué hacen los jóvenes en el río no regula, no invita al orden, no produce más que hogueras y no promueve eso que estaríamos buscando como el cuidado, la regulación y el pensar en el otro”, precisóEn este marco, el psicoanálisis puede ofrecer una orientación para transitar esta época en la que “estamos en una rareza radical” , dijo Andreini e invitó a que sea posible “transitar esta incertidumbre sin precipitarse a certezas y en una búsqueda que va a ser constante y a partir de la experiencia”. [/privado]