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El Congreso de la Nación debate una vez más un proyecto que aborda la Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE). Mientras, las redes sociales y las calles son testigos de la fuerte adhesión que este tipo de iniciativas tiene entre quienes son más jóvenes. Marina Tomasini, doctora en Psicología, explica aspectos de lo que sucede
Mientras el Congreso de la Nación inició esta semana un nuevo debate sobre el proyecto de ley de Regulación del Acceso a la Interrupción Voluntaria del Embarazo y a la Atención Postaborto, que impulsa el Gobierno nacional recuperando una trayectoria histórica de demandas de la Campaña Nacional por el derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, se fortalece la participación de adolescentes y jóvenes en los reclamos por la igualdad de derechos entre los géneros y por políticas públicas que posibiliten más educación sobre salud sexual y reproductiva.
En este sentido, se destaca que ante este tipo de iniciativas son las juventudes las que “están siendo protagonistas de un fenómeno de cambio cultural, generacional y en las relaciones de género y sexualidad”, según advierte Marina Tomasini, quien es doctora en Psicología, investigadora del Conicet, integrante del Centro de Investigaciones de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) y docente de la Facultad de Artes, también de la misma casa de estudios.
En diálogo con Comercio y Justicia, la especialista aborda algunas consideraciones sobre lo que sucede con jóvenes y adolescentes en la actualidad, sobre la base de una investigación que ha realizado en escuelas secundarias de Córdoba.
“Me parece que una primera cuestión a considerar es que han crecido en otro contexto de época. Se han socializado en el marco de un escenario con leyes que garantizan derechos en materia de género y sexualidad y en un contexto donde los debates de estos temas están habilitados”, explicó Tomasini y agregó que “un elemento importante es todo lo que ha impulsado el tratamiento de la Educación Sexual Integral (ESI) en las escuelas”.
La académica destaca que “sectores importantes de las juventudes se conciben a sí mismos como sujetos de derecho, con capacidad de definir y alzar su voz para demandar”. Además, señala que “tienen otros umbrales de sensibilidad con respecto a las violencias de género y han traído a la escena cultural una renovación de repertorios de acción”, como pueden ser las redes sociales o la profundización de las performance en las calles al momento de los reclamos.
Por otro lado, afirma Tomasini, es importante considerar que a partir del movimiento Ni Una Menos que tomó visibilidad en la escena pública en 2015, “el feminismo se volvió masivo y capilar”, diversificando los reclamos.
Sujetos de derecho y política
Los hallazgos de la investigación que realiza Tomasini dan por tierra las ideas vigentes de juventudes generalmente apáticas y desinteresadas por su entorno y su comunidad, pues más allá de las posiciones que cada adolescente pueda tener sobre las temáticas vinculadas al aborto, a la sexualidad o al feminismo, el estudio revela un mayoritario interés por sentar posición por parte de alumnos y alumnas de escuelas secundarias.
La especialista advierte de que “hay un problema en la mirada adulta en el sentido de una dificultad para reconocer que los y las adolescentes pueden ser sujetos políticos. Pueden interpretar, definir lo que les pasa, definir cómo quieren vivir, cómo quieren proyectar e imaginar, pueden debatir las reglas con fundamentos, mientras la mirada adulta sigue sosteniendo que aún no pueden o que aún no saben”.
“Porque también se ha instalado en el sentido común que la juventud es apática, que es desinteresada pero tendríamos que pensarnos cuando estamos en las instituciones como las escuelas, qué hacemos para construir interés o espacios que habiliten que los sujetos se interesen y dejen de ser apáticos”, afirma.
“Igualmente -explica- yo no generalizo como un fenómeno de toda la juventud. Me gusta más bien hablar en plural, de las juventudes, porque también en nuestro trabajo de campo encontramos menciones a la indiferencia sobre estos debates que el feminismo trae, generalmente entre los varones porque consideran que es un tema de mujeres que no les afecta”.
Por otro lado, Tomasini pudo encontrar que también existe “otro sector que expresa mucho repudio hacia el feminismo y que ha estado más bien ligado a los movimientos de los sectores conservadores. Hay también jóvenes que han marchado en las movilizaciones de ‘las dos vidas’ o incluso se han manifestado en contra de lo que denominan la ‘ideología de género’ para oponerse a la educación sexual bajo el supuesto de que busca ‘adoctrinar’. Eso también pasa”.
No obstante, la investigación -que todavía está en curso y que incluso en el último año ha incorporado testimonios de adolescentes del interior de la provincia- pudo relevar que existe un “sector muy importante que se politiza con el feminismo”.
En este punto, dice la académica, resulta fundamental conceptualizar “qué entendemos por participación política”, precisando que “politizarse en el feminismo no quiere decir tener una práctica política partidaria sino que está relacionado con poder significar las realidades vividas con otra lupa u otros lentes. En todos los testimonios o relatos que pude analizar de las jóvenes que se acercan al feminismo hay un proceso de desnaturalización muy fuerte de las violencias sutiles”. “Entonces, sí son chicas que se interesan porque en la medida que están reclamando por problemas, dificultades, situaciones y violencias tambíen están reclamando un cambio social”, señaló.
Debates necesarios
Sin dudas, el tema del aborto y de la educación sexual integral han sido centrales en los debates entre los y las adolescentes durante los últimos años. En muchos casos, la polarización de las opiniones han sido la característica central de las discusiones,
“A mí me parece que en las relaciones entre jóvenes también se reeditan lo que son las construcciones sociales y culturales en estos temas. Puntualmente, el tema del aborto genera una fuerte polarización social. Está construido como un tema que te pide que te posiciones como a favor o en contra y me parece que esa polarización social se reprocesa entre jóvenes, porque moviliza un montón de intereses, concepciones en pugna y temas que han sido más bien tabú”, explica Tomasini.
No obstante, en el trabajo de campo realizado también se registraron menciones de jóvenes con una “posición intermedia”, como una búsqueda para construir “sus propios argumentos”.
Aun así, también se observan dificultades para el acceso a estos debates en algunas instituciones educativas, lo cual Tomasini cuestiona: “¿Cómo vas a preparar a alguien para una ciudadanía crítica activa y reflexiva si le escamoteás el debate?”, advirtiendo de que “no se trata de imponer una posición sino disponer de una pluralidad de ideas para formar pensamiento crítico. Entonces hay ahí una disociación y una paradoja interesantísima”.“En la educación sexual hay un supuesto de formar a los y las jóvenes para que aprendan a cuidarse en el sentido más amplio de la palabra, mientras por otro lado se evitan un montón de debates porque supuestamente no son adecuados”. Pero en realidad, dice Tomasini, “si de esto no se habla en la escuela o en la familia, la información los y las pibas lo buscan por otro lado”.
