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¿Tuvimos que esperar cuatro años?

Por Blanca González y Leopoldo Daveloza * - Exclusivo para Comercio y Justicia
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La causa fue remitida por un juzgado Correccional y era un expediente por homicidio culposo – constitución de querellantes particulares. Ante tal carátula, los mediadores adoptan la estrategia de comenzar con reuniones privadas. Se desarrollaron dos privadas y una conjunta.

Los hechos. Accidente automovilístico en el barrio de Alta Córdoba, en marzo 2010, cuando una pick-pp Peugeot 504, sin seguro, circulando por una calle del barrio, atropella a un señor –Juan- de aproximadamente 65 años, quien circulaba en bicicleta, cae al suelo y queda inconsciente. Posteriormente fallece en el Hospital de Urgencias.

1ª reunión privada. Relato de Pedro, el automovilista: El señor manifiesta que circulaba a baja velocidad pues acababa de pasar una lomada; el ciclista lo hacía a su derecha y lentamente se le fue acercando como para doblar a la izquierda hasta chocar con el guardabarros derecho de la camioneta, cayendo pesadamente al suelo. Pedro pensó que en ese momento el ciclista había sufrido un desvanecimiento, llamó inmediatamente a una ambulancia y a la policía. Primero llegó ésta y acostaron al ciclista en el asiento trasero del patrullero, trasladando también a Pedro, quien llevaba la cabeza de Juan apoyada en sus rodillas. Los policías le preguntaban a Pedro en repetidas oportunidades si pensaba que Juan se encontraba alcoholizado, y él manifestaba que no, que no notaba ningún signo de ello. Al llegar al hospital, Pedro se queda esperando a algún familiar de Juan para hablar con él pero no encuentra a ninguno y es trasladado a la policía, donde se entera de que Juan había fallecido. Luego de los trámites vuelve al hospital para hablar con algún familiar, sin lograrlo. Posteriormente y al consultar con su letrada patrocinante, ella le aconseja que no intente acercarse ni comunicarse con los familiares de Juan. Con posterioridad y al regresar al lugar del accidente, un vecino le comentó que habían estado allí dos de los hijos de Juan y se habían manifestado sumamente enojados con él.

Los mediadores, al percibir de Pedro el interés por él puesto en informar a los herederos lo sucedido, manifestar su malestar –era su primer accidente automovilístico– y su angustia todavía no superada por el hecho, y el buen ánimo conciliador de la abogada, propusieron una reunión conjunta a la que accedieron ambos con satisfacción.

2ª reunión privada. Relato de los hijos de Juan. Se presentan cuatro de los seis hijos -todos mayores de edad, tres varones y una mujer- y su abogado patrocinante; tres de los hijos casados y uno de los varones soltero, quien convivía con sus padres. Este último se encontraba muy acongojado y era el que más información tenía de la situación, dado que había estado preguntando y manifestó que el “asesino de su padre” circulaba a gran velocidad y lo atropelló causándole la muerte; que le dijeron los vecinos de la zona del accidente que Pedro había manifestado que Juan estaba “borracho”, lo que les causaba a todos los hijos una gran indignación, incrementada porque Pedro “jamás” se había acercado a presentar sus condolencias o al menos ver si necesitaban algo.

Reunión de equipo. De la información con la que contaban los mediadores se desprendía que de parte de Pedro había un gran interés por comunicarse con los hijos de Juan, y que sería sumamente importante que el relato de Pedro no fuera transmitido por los mediadores sino que fuera revelado directamente por él.

Con esta percepción se les preguntó a los hijos de Juan si se avendrían a desarrollar una reunión conjunta, con lo que acordaron, pero sin la presencia de la madre, por ser una señora de edad avanzada y no encontrarse en condiciones anímicas de participar en ella.

3ª reunión: conjunta–acuerdo. Comienza la reunión con un clima tenso; los mediadores manifiestan nuevamente las reglas y encuadre para el desarrollo de la reunión conjunta. Se invita a quien quiere comenzar a expresarse y el hijo soltero de Juan dice: “Que empiece él que fue el asesino de mi padre”. Los mediadores vuelven a aclarar las reglas para una comunicación respetuosa durante el desarrollo del proceso, lo que lleva a los hermanos del ponente a solicitar disculpas. Comienza el relato de Pedro.

Lo que se advertía en los hijos de Juan, a medida que se desarrollaban los dichos de Pedro, era un cambio fundamental en su percepción del hecho y de la intervención de Pedro, más acentuada aún cuando la abogada de él aclaró que había sido ella quien le aconsejó no ponerse en contacto con los familiares de Juan.

Este cambio permitió culminar en un acuerdo, por el cual Pedro dio en pago a los familiares de Juan el vehículo que había protagonizado el accidente, pero tal vez lo más importante de la mediación hayan sido las consecuencias humanas: para Pedro, terminar con la preocupación y angustia que lo acompañaban desde el accidente, y para los familiares de Juan, terminar de hacer el duelo, entender que Pedro era una buena persona que tuvo la desgracia de participar en el accidente y que estaba totalmente afectado por la muerte de Juan.

Al finalizar, todos se dieron la mano, agradecieron a los mediadores la posibilidad que se les brindó al desarrollar la mediación y al retirarse el hijo soltero de Juan, con lágrimas en los ojos y sosteniendo las manos de los mediadores, dijo: “¿Tuvimos que esperar cuatro años?”.

 * Abogados, mediadores

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