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¿Se puede medir el éxito de una mediación familiar?

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¿Cómo medir el éxito, si no se tiene una definición exacta de él? Si todavía no nos ponemos de acuerdo para saber qué es; cuanto menos para saber su dimensión. Un cierre con acuerdo en mediación puede ser una variable cuantificable, pero: ¿califica al éxito? ¿Puede ser el proceso exitoso si no existe acuerdo?

Por Silvina Muñoz* – Exclusivo para Comercio y Justicia

Es interesante plantearme una especie de balance en mi labor, sobre todo porque tengo conciencia de que la materia prima del proceso son personas quienes, incluidas en un legajo que sistematiza datos, números de DNI, partidas de nacimientos, dejan afuera lo que significó para ellas el nacimiento de sus hijos, la emoción cuando se unieron y comenzaron una memoria en común. Sin embargo, la modalidad de trabajo exige que se documente la historia objetiva de la situación, igualando en esa instancia a todos los casos.

Como mediadora familiar sé que detrás de esa documental, habitan vidas, historias, recuerdos, y que debemos acudir a ellos muchas veces, para poder avanzar en los temas cotidianos que originaron el proceso. Pero no debo olvidar que, si están sentados a nuestra mesa, es porque parte de esos sueños se terminaron o mutaron. La realidad objetiva es que hay un proyecto que no será como lo planearon. Esta situación genera un malestar y frustración en las personas, que se percibe en el ambiente; no obstante, si bien existe lo importante, también está lo urgente, lo cotidiano, y debemos buscar un balance que no olvide ni lo uno ni lo otro.

Marcelo llegó antes del horario de audiencia al Centro Judicial, requerido por Gabriela, su pareja y madre de sus dos hijos de 7 y 11 años. Nos hizo notar vehementemente su presencia, lo que indicaba su ansiedad. Nos cuenta que Gabriela, quien debía haber tomado el mismo colectivo que él, desde el interior, no lo había hecho; y seguramente llegaría en el próximo, 20 minutos después.

Comenzamos con una entrevista privada, porque vimos que Marcelo estaba ávido de hablar, tal vez más que de escuchar y, en todo caso, no entorpecería al proceso y nos acercaría a una de las versiones de lo que subyace en el legajo. De autodefinido espíritu libre, deseoso de que respeten sus tiempos, Marcelo relata sus peripecias económicas como artesano y su reciente viaje a Buenos Aires, donde le ofrecían un trabajo en un circo, que no sabía si aceptar. Sólo le preguntamos si sabía por qué lo habría citado Gabriela y comenzó a repasar datos, aceptando que la cuota que pasaba para los chicos era baja. Le solicitamos pensara una acorde a sus posibilidades, y siguió repasando y encontrando “ofertas” respecto del cuidado de los chicos, o traslados del colegio y fines de semana más largos para que ella pueda salir a trabajar, entre otras.

En ese momento, nos enteramos de que ya había llegado Gabriela; Marcelo pregunta entonces si podía firmar e irse antes que ella: si terminaban a la misma hora, tendría que tomar el mismo colectivo de vuelta al pueblo, lo que quería evitar.

Gabriela se presentó como una mujer decidida, pero se apreciaba la fragilidad física detrás de su solvencia verbal. Nos enteramos junto con Marcelo algunos datos de una realidad inminente: ella tenía 30 días para abandonar la casa que alquilaba, su tía había muerto la semana anterior de cáncer de mama, igual que su madre. Ese día, Gabriela tenía turno para una mamografía, después de meses de esperar pero prefirió encontrarse con Marcelo en Mediación y pedir otro turno al hospital. Seguimos trabajando, preguntando, dando espacio para los necesarios silencios, para los pañuelitos descartables… Pusimos nueva fecha de reunión, con tareas para hacer: personales, individuales y en conjunto como familia.

Creo humildemente que esa fue una audiencia exitosa, sin importar con lo que nos encontremos la próxima, porque si bien no firmamos ningún acuerdo -ni siquiera provisorio-, los ayudamos a convenir algunas pautas urgentes, a crear un espacio para que Marcelo escuchara las necesidades, las urgencias y los miedos de Gabriela, lo cual hizo que cambiara un comportamiento de: “¿Puedo firmar e irme primero para no volver en el mismo colectivo?” por una salida en común, charlando -lo sé porque los espié desde la ventana- y caminando seguramente a tomar el mismo colectivo.

Un cierre con acuerdo no es la única variable del éxito del proceso; puede ocurrir que el cierre con acuerdo deje afuera una parte importante de la recomposición de la relación de esos padres, con lo cual no es tan exitoso como parece.

En este caso, pude comprobar que fuimos por buen camino, por el tenor y calidez del abrazo que me dio cada uno antes de irse: ella desde su fragilidad, apretándome fuerte y diciéndome al oído: “Muchas gracias” y él con un abrazo de oso, devolviéndome los pañuelitos, sin decirme nada, porque ya estaba todo dicho…

Y me pregunto si no se puede medir parte del éxito de un proceso de mediación, por los abrazos recibidos de ambas partes…

* Mediadora

 

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