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La violencia hacia los animales y la criminalidad humana

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“La conmiseración con los animales está íntimamente ligada con la bondad de carácter, de tal suerte que se puede afirmar seguro que ‘quien es cruel con los animales, no puede ser buena persona’ (Schopenhauer).

La violencia doméstica implica una relación intrafamiliar basada en el ejercicio del poder mediante el empleo de medios psicológicos, físicos, económicos; implica la existencia de asimetrías en los vínculos ya sea reales o imaginarios que adoptan la forma de roles complementarios, por ejemplo padre-hijo; hombre-mujer, etcétera. Es a su vez una relación de abuso pues se enmarca un contexto de desequilibrio de poder, e incluye conductas del maltratador/a que por acción u omisión ocasionan daño físico y/o psicológico al otro miembro de la relación. Aprovechándose indebidamente de esta relación de poder asimétrica se pretende anular al otro, cosificarlo y tratarle como propiedad. ¿Es esta relación privativa del ámbito doméstico o de la violencia de género?

La misma dinámica se reproduce cuando el objeto del maltrato es un animal, que se encuentra en mayores condiciones de vulnerabilidad, de indefensión, que no habla, que no asiste instituciones, que no está identificado pero si cosificado, atado a un poste, al suelo, enjaulado o usado como juguete desechable, o como fuerza de trabajo por un adulto encargado (supuestamente) de su cuidado.

Según Nuria Querol Viñas, el maltrato a los animales está vinculado con conductas violentas que tienen importantes repercusiones sociales. Una de ellas está relacionada con el ámbito de violencia contra la mujer. Mediante los estudios realizados por Gevha, organización que preside la investigadora, 86% de las mujeres maltratadas que acudieron a un centro de asistencia comentó que el agresor había herido, amenazado o matado al animal de la familia como venganza o para ejercer control psicológico.

Entre varios, otro estudio realizado por la misma investigadora y el psicólogo Frank Ascione sobre una muestra de 50 sujetos condenados por diversos delitos se obtuvo como resultado que 41,7% había maltratado animales.

El Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSMIV) toma la crueldad hacia los animales y las personas como síntoma diagnóstico y tiene un valor predictivo de la violencia hacia los humanos tales como las relaciones conyugales o con los hijos.

En la experiencia profesional en diferentes pericias en las cuales la problemática de violencia es la médula vertebral, las víctimas refirieron diversas formas de maltrato hacia los animales del hogar, desde conductas privativas de cuidado tales como privación de alimentación, afecto, golpes, abandono, tenerlos atados, etcétera hasta desaparecerlos o matarlos.

Aunque son números los casos criminales se pueden mencionar algunos resonantes: Jeffrey Dahmer, conocido como “el carnicero de Milwaukee”, asesino y caníbal, también inició su carrera delictiva en la infancia con la tortura y el asesinato de animales. Algunas de sus prácticas con los animales, como disolver sus cuerpos en ácido, fueron las mismas que utilizó con sus víctimas después para asesinarlas y hacer desaparecer sus cuerpos.

El caso más reciente y conocido mediáticamente por arrojar una beba al lavarropas, cometió horrendos e irreproducibles crímenes con animales indefensos.

¿Castigar lo primero para prevenir lo segundo? A falta de otra posibilidad, sí. Pero lo mejor sería prevenir ambos y castigar cada vez menos.

Sin llegar al sadismo extremo de estos casos criminales, se observan cotidianamente conductas destructivas hacia los animales por su raza “callejera” como si fueran responsables del lugar que ocupan; o en los caballos desahuciados, obligados a trabajar con heridas y sin poder casi soportar su propio peso. La educación debe imponerse como el principal cimiento para revertir el maltrato animal y humano.

La ley 14346 (Sarmiento) sanciona los actos de crueldad hacia los animales, entre los que refiere como maltrato el trabajo del animal cuando no se halla en estado físico adecuado, cuando exceda notoriamente sus fuerzas, causarle heridas, entre otras, siendo los caballos explotados para changas y cirujeo -por los llamados carreros- un fiel exponente del delito del cual el Estado es cómplice.

La institución policial y la Justicia son pilares fundamentales. En la prevención del delito la primera, siendo por ende su intervención necesaria cada vez que advierte en un animal signos de maltrato. ¿Dónde están las fallas? ¿En que el animal no habla..? ¿Que el caso no reviste importancia? ¿Que la policía no tiene formación para intervenir en estos delitos? ¿O que la Justicia no se interesa por estos casos?

Mientras los niños que son educados en la convivencia con animales aprenden a desarrollar empatía, afecto, responsabilidad y se vuelven ciudadanos nobles, en las familias en las cuales se maltratan animales los menores aprenden que la conducta agresiva es aceptable incluso hasta en el trato con humanos.

Las relaciones violentas en la familia tienen como víctima al más vulnerable y palmariamente son equiparables con el daño ocasionado a los animales.

¿Reviste el delito -maltrato hacia los animales- una conducta perversa sólo del que la ejecuta? No. Es también una conducta perversa de quien es testigo y no acciona, siendo peor aún si se trata de una institución como la policía o la justicia.

* Perito. Consultora en Psicología judicial y laboral.

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