El magistrado estadounidense más conocido en Argentina. Sus últimos fallos han sacudido no sólo un país sino el sistema de deuda internacional.
Por Luis R. Carranza Torres
Thomas Poole Griesa no es neoyorkino, aunque lo parezca. Quizás se confunde por el tiempo que ha vivido en esa ciudad. Pero su origen es en la región Medio Oeste (Midwest) de Estados Unidos. Concretamente en la ciudad de Kansas, que a pesar de su nombre, no se encuentra en el estado de Kansas sino en el vecino de Missouri. Una ciudad que se desarrolló industrialmente a partir de la producción agropecuaria de ganado bovino, por lo que combina la filosofía de la tierra con el utilitarismo del mundo de los negocios.
Allí nació en 1930. Fue también donde creció, hasta ir a estudiar a la Universidad de Harvard. En 1952 obtuvo en ella su “AB”, un grado o título universitario intermedio que resulta de la abreviación del latín (artium baccalaureus) del comúnmente denominado “Bachelor of Arts” (BA) en la comunidad académica estadounidense. A diferencia de la inmensa mayoría de los centros universitarios, Harvard sigue nombrándolo al modo antiguo, más que nada para “pasarles la franela” a sus colegas de la selecta Ivy League, con el hecho de resultar la institución de enseñanza superior más antigua de Estados Unidos.
Pero Griesa no terminó allí sus estudios sino en la Escuela de Derecho de la Universidad de Stanford, donde obtuvo en 1958 el título de bachelor of laws, que en ese tiempo y esa universidad era un título de grado que habilitaba para el ejercicio de la abogacía.
A diferencia de la mayoría de sus contemporáneos, quienes exhiben un extenso historial militar -inclusive con participación en conflictos-, Thomas sólo sirvió en la Guardia Costera -el equivalente estadounidense a nuestra Prefectura Naval- por dos años, entre 1952 y 1954.
Si comparamos las fechas con las de la Guerra de Corea (1951 a 1953) y le sumamos el hecho de que sólo quienes formaban parte de organismos de seguridad militarizados estaban exceptuados del servicio militar, obligatorio en el país en esa época, y por tanto de ir a la guerra, los indicios no lo favorecen.
Fuera o no por tales motivos, su paso por la U. S. Coast Guard le sirvió también, luego de obtener en Stanford su título de leyes, para conseguir su primer trabajo en el gobierno federal como abogado en la Admiralty and Shipping Section, en el Department of Justice. El equivalente en nuestro país sería un área dentro de la Procuración del Tesoro que llevara los juicios relativos a las cuestiones de almirantazgo y derecho marítimo (aunque, a diferencia de Estados Unidos, eso no existe entre nosotros). Pese a lo incontrastable de la geografía, el mar sigue siéndonos una cuestión mayormente indiferente a los argentinos, a casi todo nivel.
Luego de estar dos años en tal puesto, en 1960 Griesa cambió el empleo público por la práctica privada de la abogacía en la ciudad de Nueva York, por 12 años. Sus antecedentes le valieron ser propuesto por el presidente Richard M. Nixon, el 15 de junio de 1972, como juez federal para el Southern District of New York. El Senado dio su aprobación el 28 de ese mismo mes y el 30 de junio estaba asumiendo.
Aunque dicha jurisdicción abarca varios condados del estado de Nueva York, tales como el Bronx, Westchester, Putnam, Rockland, Orange, Dutchess, o Sullivan, es tener dentro de ella la isla de Manhattan lo que le otorga dentro de la Justicia federal de Estados Unidos ser el distrito judicial con mayor actividad y relevancia en los litigios de tipo económico, por tener que entender en los juicios que se suscitan en los mayores centros de negocios del mundo, incluido cualquier asunto relativo a la Bolsa de Wall Street.
Cabe destacar, como dato curioso, que la división entre “norte” y “sur” del distrito judicial federal de Nueva York, llevada a cabo en el Judiciary Act del 9 de abril de 1814, no fue debido a cuestiones de gestión sino a la antipatía de dos jueces: Matthias Burnett Tallmadge y William P. Van Ness. Y como el primero tenía contactos en el Capitolio en Washington, promovió la división para no tener que cruzarse ni tratar problema de superintendencia alguno con su colega.
Con 84 años de edad y 42 de ejercicio de la magistratura judicial, Griesa no ha tenido esos problemas, tomando parte en varios casos relevantes tales como una cuestión de copyright de John Lennon; un fallo en contra del FBI y una condena al ex dictador panameño Manuel Noriega.
Pero ninguno de ellos ha cobrado la notoriedad del actual “NML Capital, Ltd. v. Republic of Argentina”, relativo al pago de la deuda argentina emitida bajo las leyes de Nueva York, cuyos acreedores no entraron en los procesos de restructuración determinados por nuestro país. Lo que empezó siendo un contract case ha derivado en un asunto político internacional, en el que se pone en juego, por una parte, hasta dónde el acreedor de un Estado puede ejecutar a una nación soberana; y por la otra, hasta qué punto un país puede variar, por cuestiones de política económica, sus compromisos externos.
Esperemos que el juez Griesa, en este particular, no pase por alto el lema de su Estado natal, Missouri: “Salus populi suprema lex esto” -el bienestar del pueblo es la ley suprema-. A fin de cuentas, la aplicación del derecho siempre debería llevar a eso.