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Infancias diversas y atravesadas por las desigualdades en el horizonte de la pospandemia

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Por Soledad Soler
Colaboración especial
Twitter: @SoledadSoler

La virtualización de la vida afectó especialmente los derechos de los más chicos. Las pantallas omnipresentes los expusieron al grooming y al ciberacoso. Cuáles son las demandas y deudas pendientes con los niños en tiempos de covid-19 y qué les espera al finalizar la actual crisis sanitaria

Desde el año pasado, por iniciativa de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia (Senaf) se reemplazó el tradicional Día del Niño, por el Día de las Infancias, para dar cuenta de las distintas formas de la niñez y poder celebrarlas en su diversidad.

Este giro discursivo se hace eco de las transformaciones producidas en los últimos años en los planos social, cultural y normativo; y se propone desnaturalizar desigualdades. 

Bajo esta perspectiva, se ponen en crisis los estereotipos detrás de la elección binaria de muñecas y cocinitas para las niñas versus superhéroes y camiones para los niños. En esta línea, implica abandonar la noción androcéntrica de “niño” como sujeto universal y homogéneo e incluir a las infancias como sujeto de derechos, múltiple y diverso.

La violencia de género y la violencia contra niñas, niños y adolescentes comparten factores de riesgo, y se ven afectadas por normas sociales similares que conducen a la perpetración y tolerancia de estos fenómenos.

En el escenario de pandemia, la virtualización total de las actividades sociales, económicas y culturales, ubican a niños, niñas y adolescentes en una clara situación de vulnerabilidad en materia de derechos. La hiperdigitalización de la vida tuvo su correlato en la profundización de las inequidades ya existentes.

Marysel Segovia es abogada, especialista en derechos del niño e integrante del Servicio habitacional y de Acción Social (Sehas), del Colectivo Cordobés por los derechos del niño y del Colectivo Nacional por los derechos de infancia y adolescencia. Con relación al impacto de la pandemia sobre las infancias, Segovia explica que la principal preocupación “fue la disminución del tema alimentario. Con la virtualidad, sin comedores, sin copa de leche, el acceso a este derecho fundamental se vio especialmente afectado en este tiempo”. “El módulo alimentario es totalmente insuficiente para una familia con varios niños”, agregó.

Segovia destacó la importancia de los comedores y merenderos comunitarios surgidos en pandemia y aseguró que fueron las organizaciones sociales las que “llevaron viandas a las familias, para dar apoyo en los distintos barrios de la ciudad de Córdoba”.

Según datos del Indec correspondientes a la última Encuesta Permanente de Hogares (EPH), en Argentina más de la mitad de los chicos y chicas menores de 14 años son pobres. El informe publicado en marzo de 2021 revela que de ese 57,7%, al menos 15,7% son indigentes. 

En paralelo, durante la cuarentena, el consumo de pantallas se incrementó 500% en niñas, niños y adolescentes, según un informe elaborado por la ONG Parents Together. Esto implicó una exposición mayor al grooming y al ciberacoso. 

Sin embargo, la posibilidad de estar conectados también impactó de manera desigual. Se estima que sólo cuatro de cada diez hogares en América Latina y el Caribe tienen acceso a Internet de banda ancha y que el acceso a Internet móvil no supera 50% (CAF, 2020). 

Este acceso limitado a la conectividad tuvo repercusiones negativas para las intervenciones de protección de las infancias que, antes de la pandemia, se realizaban con visitas domiciliarias desde los organismos públicos y que fueron reemplazadas por un acompañamiento a distancia, a través de llamados telefónicos y videollamadas.

Georgina Tavella

“El año 2020 fue muy difícil porque todas las instituciones que detectan síntomas o alertas por la pandemia no estuvieron funcionando presencial”, señaló Georgina Tavella, socióloga y Secretaria de Niñez, Adolescencia y Familia (Senaf). En diálogo con Comercio y Justicia, Tavella agregó: “Cuando se empezaron a abrir instituciones y la gente empezaba a moverse allá por noviembre/diciembre de 2020” se registró “un aumento de consultas en las oficinas y llamadas telefónicas”. “Estábamos alerta porque sabíamos que esto podía pasar. Tanto en Capital como en el interior, entraron muchísimas consultas por violencia intrafamiliar y abusos”, remarcó. 

En ese sentido, la funcionaria aseguró que durante este tiempo, “aumentaron las medidas que hemos tomado con niños que viven en familia comunitaria o de acogimiento o en residencias”. Así, Senaf Córdoba priorizó “el cuerpo a cuerpo con todos los cuidados” porque consideraron que “las videollamadas con chicos que están viendo sus derechos vulnerados ayudan, pero no alcanzan”. 

Por su parte, Segovia planteó que “la preocupación era que no se contaba con información sobre cómo estaban los chicos y chicas”. “Al suspenderse las clases, ha sido poco el contacto y no ha habido políticas orientadas a registrarlo”, remarcó.

“Creo que nuestros derechos se vieron afectados, especialmente en el derecho de la salud y de la economía, hay algunos jóvenes que no tuvieron los mismos beneficios que otros. Algunos se quedaron en la calle porque la familia se quedó sin trabajo, y no tenían con qué comer, y de ahí se enfermaron”.

Milena, de Río Ceballos.

Más conectados y más expuestos

Considerando estas inequidades en el acceso, habitar el entorno online e interactuar entre sí a través de las pantallas forma parte de la realidad cotidiana de niños, niñas y adolescentes nativos digitales. Estas dinámicas de comunicación y socialización mediatizadas forman parte del mundo real de millones de niñas, niños y jóvenes.

A través de las computadoras, tablets y celulares estudian, juegan, se informan, producen contenidos y se vinculan con sus pares en las redes sociales. 

“Para sentirme bien, traté de despejar mi mente escribiendo, ya sea canciones, cuentos, hablando más con mi familia, y leyendo. Para mantenerme conectada con mis amigos, hacíamos todas las noches videollamada, o hablábamos todo el tiempo por WhatsApp o instagram”.

Milena, de Río Ceballos.

El espacio digital ya venía avanzando sobre la vida analógica, cuando las políticas de aislamiento social irrumpieron como política de prevención frente al covid-19. Las pantallas permiten seguir conectados con el afuera, entablar conversaciones, sostener la actividad escolar, festejar cumpleaños online, mirar series y películas para entretenerse sin salir de casa. Las plataformas Zoom, Jitsi, Google Meet, Edmodo, Moodle, se incorporaron rápidamente a la cotidianeidad en la que ya se encontraban presentes WhatsApp, Facebook e Instagram.

Ahora bien, ¿qué riesgos se habilitaron con la exacerbación del consumo de pantallas? ¿qué derechos se vieron vulnerados o amenazados?

Con la conexión 24 horas, aumentó el riesgo de sufrir ciberacoso y grooming, por parte de adultos que utilizando perfiles falsos hostigaron a los más chicos (ver Nota “Los chicos fueron los primeros en decir ‘apagamos las cámaras, no aguantamos más”). 

El ciberacoso consiste en la intimidación repetitiva por medio de las redes sociales, plataformas de mensajería, comunidades virtuales, juegos o teléfonos celulares que busca atemorizar, enfadar o humillar a otras personas (Unicef). El ciberacoso está relacionado con la intimidación sistemática en entornos diferentes al digital, y el aumento de las horas que pasan en Internet niñas, niños y adolescentes eleva significativamente el riesgo de que ocurra (UIT, 2020).

Privados de la libertad

También se complicó la situación de las y los jóvenes privados de la libertad. “Para los chicos del Complejo Esperanza fue difícil porque se cerraron las visitas. Luego se restablecieron con protocolos”, señaló la responsable de Senaf Córdoba e indicó que, en el caso de las residencias, que incluye a chicos y chicas sin cuidados parentales, se fortalecieron los espacios de taller y las salidas recreativas.

Por su parte, Segovia reconoció que el número de chicos privados de libertad ha disminuido en cantidad. “A mediados del año pasado eran cerca de 200, también menores de 16 años que no deberían estar presos, sino integrados en la comunidad con libertad asistida”, advirtió. 

“Socialmente veo muy lejos que podamos salir bien en tiempo de pospandemia hay una falta de empatía por el otro, se perdieron muchísimo esos valores tradicionales y se decía más que todo en los jóvenes, pero también se dio en los que ocupan un cargo político”.

Agustín, de Villa María.

¿Cómo actúa hoy la Justicia de Córdoba cuando un niño, niña o joven comete un delito? Segovia explicó que “no ha cambiado en absoluto el mecanismo”. “Por un lado, tenemos una ley nacional de Régimen Penal del Menor, una ley de la época de la dictadura que ya debería haberse derogado hace rato, que dice que lo pueden mandar preso para un mejor tratamiento penal”.

En esta línea, la especialista en derechos de niños, niñas y adolescentes explicó que en la mayoría de los casos “son chicos que vienen de contextos de vulnerabilidad social” y que es responsabilidad del Estado y la Justicia “generar medidas alternativas para que los chicos imputables tengan otras respuesta, en lugar de la privación de libertad”. “Que el tema del delito sea una situación en su vida, pero que no lo marque para siempre”, agregó.

“La figura de la libertad asistida es precaria en su implementación. Se usa en aquella situación que el Juez califica como leve, pero no se articula territorialmente como creemos que hay que articular. Debería haber políticas articuladas en cuanto al estudio y al trabajo”, indicó Segovia.

Pospandemia

En observación de la Ley 9944 de Promoción y Protección Integral de los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes de la Provincia de Córdoba y de la Ley 26061 de Protección integral de los derechos de las niñas, niños y adolescentes, en 2020 se conformó en Córdoba el Consejo Provincial de Adolescentes, un espacio en el cual participan jóvenes de distintas localidades con el objetivo de hacer oír su voz. Desde ese espacio también surgen dos representantes para el Consejo Provincial de Niñez, Adolescencia y Familia.

“En cuanto a la virtualidad, considero que era necesaria por la pandemia y que para ir de forma presencial tiene que ser un lugar seguro en relación a los contagios por covid. Sin embargo, también se ven más desigualdades por la falta de wi fi o la discontinuidad del Conectar Igualdad”.

Robertino, de La Carlota.

En este espacio, participan jóvenes de entre 13 y 18 años de distintas localidades de la provincia, que representan a espacios de participación, como consejos locales, asambleas representativas, organizaciones sociales, que se encuentran en dispositivos vinculados a Senaf, y adolescentes simplemente interesados en aportar a un espacio que represente su voz, se sumaron para seguir discutiendo y pensando estrategias en aquellas temáticas que los involucran, y que les parece importante cambiar o mejorar.

Entre las principales preocupaciones de estos jóvenes se encuentran: la deserción escolar, la poca motivación que produce la escuela, la brecha digital, la falta de aplicación de la Ley de Educación Sexual Integral, las adicciones, el suicidio adolescente, la ausencia de espacios para dar voz a las adolescentes, el grooming, la violencia institucional y de género, y falta de información sobre programas destinados a ellos.

“Participar del CPA me parece un logro muy importante en mi vida, por el hecho que siempre me pareció muy importante que los jóvenes seamos escuchados, y en este espacio cumplen con esos derechos de que podamos opinar y ser oídos”.

Milena, de Río Ceballos.

Con respecto a las dinámicas presenciales que se restablecen progresivamente con el avance de la campaña de vacunación y con base en las políticas de cuidado, replantear la relación con los medios digitales es un eje que se avizora en la pospandemia.
“Para los propios niños y los jóvenes, prepararse para un mundo posterior a la covid-19 más amable y conectado implica tratar de encontrar el equilibrio entre internet y el mundo real, promover relaciones seguras y positivas con las personas que los rodean y contar con acceso a la ayuda que necesitan”, manifestó al respecto Henrietta Fore, directora Ejecutiva de Unicef.


Los chicos fueron los primeros en decir “apagamos las cámaras, no aguantamos más”

Así lo indicó María Zysman, licenciada en psicopedagogía y directora de la Asociación Civil Libres de Bullying

María Zysman es licenciada en psicopedagogía y directora de la Asociación Civil Libres de Bullying. En diálogo con Comercio y Justicia, la especialista en diagnóstico, prevención e intervención del bullying y ciberbullying se refirió a las violencias a las que se ven más expuestos niñas, niños y adolescentes en medio de la pandemia y remarcó la importancia de la alianza escuela-familia para poder abordarlas.

¿Qué entendemos por bullying?

Es una palabra tomada del idioma noruego, que sirve para definir conductas entre niños y adolescentes, entre pares en edad escolar. Para desenvolverse, los chicos están obligados a aprender a convivir. Bullying se refiere al acto deliberado de humillación de un niño o un grupo de niños hacia otro que no puede responder de manera asertiva. Básicamente, se trata de un desequilibrio de poder que no necesariamente es visible. A veces, la mamá, el papá, la docente le dicen al niño “¿por qué te sentís menos?, si sos igual, no hay ninguna diferencia”. Pero la idea de ese chico es que no va a poder con eso. 

Ahora, para que haya humillación, tiene que haber testigos, espectadores. Cualquier acto que atenta contra la integridad, contra la imagen, o la presencia puede transformarse en bullying en tanto y en cuanto se sostenga en el tiempo. 

¿Cuáles son las causas de este tipo de hostigamiento?

Las causas se buscan muchas veces en la víctima y ese es un error. Cuando se empieza a pensar que un chico es hostigado porque tiene una orientación sexual determinada, o porque tiene sobrepeso o usa ortodoncia, hay un error. En realidad, se hostiga porque se puede hostigar, porque quien lo hace encuentra una satisfacción de logro: porque se tiene más poder, o más éxito. Siempre hay adultos que permiten que esto suceda. Porque un chico puede tener muchas ganas de hostigar a otro pero si encuentra a un adulto, cuidador, protector, justo, equitativo, que tenga una mirada, que no acepte ningún tipo de gesto discriminatorio, esto disminuye inmediatamente. Cuando el clima del aula, del club, es un clima que no tolera un hecho discriminatorio, esto disminuye. 

Entonces si tengo que pensar en el que lo hace, las causas tienen que ver con el odio, la discriminación, la violencia sufrida masivamente en algún espacio, que pueda ser puesta en acto. Los chicos están permanentemente atravesados por una cantidad de mensajes que el adulto le da. Y muchas veces esos mensajes incluyen la idea de “tenés que tener éxito y poder cueste lo que cueste” para conseguir ciertas cosas. 

¿Habría alguna estrategia o recomendación general para las familias o cuidadores que deseen acompañar a un hijo/a que está atravesando una situación de bullying?

Lo primero, siempre, es escuchar. Escuchar todo, sin horrorizarse con los detalles. Escuchar cómo se siente, preguntar qué es lo que le gustaría que uno haga, para mantener la confianza que ese hijo/a tiene en nosotros. Sin esa confianza, lo voy a dejar más desamparado todavía.   Muchas veces los chicos dicen “no hagas nada en el colegio, no lo digas, no lo cuentes”, porque lo que necesitan es simplemente ser escuchados, ser esperados, en este proceso que tiene que apuntar a poder hacer algo, pero no como primera acción o reacción de la familia. Siempre transmitirle que no es su culpa, muchas veces se dicen cosas como “pasa que vos no jugás”, “no bailás”, “no te esforzás en hacer amigos”, “aprendé a defenderte” una cantidad de cosas que uno le dice, que lo hace sentir mucho peor. Entonces hay que tratar de entender qué es lo que él o ella espera de nosotros. Si hay una primera etapa en la que hay un mensaje “no vayas, no digas nada”, hay que respetarlo. Lo que necesitamos es la alianza escuela-familia, sin exponerlos. Muchos padres y madres hablan con los padres de los otros chicos, pero la experiencia marca que suele haber un error en cómo se transmite, a veces se lo comparte en grupos de WhatsApp o en Facebook y en general el lenguaje en esas plataformas es distinto, se escucha de otra manera. Ésa fue una gran dificultad en este periodo, cómo resolver en medios digitales, en los cuales estamos privados de cantidad de elementos no verbales valiosos. 

¿Cuál es el rol que debería asumir en este contexto la Escuela ante casos de bullying y de ciberbullying?

En primer lugar, aceptarlo. Muchas veces la escuela niega, planteando que es una exageración. Hay una tentación de la respuesta fácil. No diría todas, pero muchas personas que trabajan en instituciones, desde el miedo al conflicto con las familias dan estas respuestas para salir del paso.  Muchas veces lo que sucede es que las escuelas quieren intervenir y no encuentran eco en las familias; estamos todos tan desbordados  que se complican las intervenciones. Antes de la pandemia también había situaciones similares. A veces quedando librados a la voluntad de un docente en particular. Así como existe la ESI, tendríamos que pensar en un trabajo de convivencia un poco más comprometido que implique acuerdos para todos. 

¿Las situaciones de bullying y ciberbullying se relacionan con las violencias de género?

Las violencias están relacionadas porque cuando se naturaliza la violencia, o se justifica, se justifican todas. El bullying implica el ejercicio de poder, de minimizar a alguien en función de algo. En la violencia contra las mujeres lo vemos clarísimo. Pensar “la mujer algo habrá hecho para que le peguen”, implica un desequilibrio clarísimo. Cuando se empiezan a mover estas cosas, se mueve todo. Las violencias se vinculan. 

¿Considerás que el sexting es una práctica riesgosa en términos de violencias?

Desde su definición, el sexting es una palabra que implica mutuo consentimiento. El problema es que en el momento en que entra una cámara de fotos, en cualquier situación, uno no sabe dónde va a terminar. A lo mejor esa persona promete que no saldrá de su teléfono pero después cambia de idea, se pelean, se lo roban, se lo quitan, es tan simple la posibilidad de reenviarlo, de guardarlo, que tiene sus riesgos. Por eso en sexting lo mejor es que no se vea la cara, o ciertos signos que a una lo identifican. Me corro del lugar moral, no se trata de si está bien o mal, cada uno a cierta edad puede decidir, pero lo están haciendo chicos cada vez más chicos. Nos encontramos con nenas de 10 años que mandan fotos de momentos autoeróticos, obligadas, a cambio de algo. Ahí sí entramos en otro tipo de terreno. Ahí aparece la mal llamada pornovenganza, cuando esos contenidos íntimos se hacen públicos. 

¿En ese punto se generaría el riesgo de grooming?

Claro, porque estamos ofreciendo todo el material a alguien desconocido. Muchas veces los groomers buscan intencionadamente que un niño, niña o adolescente le de ese material para él. Pero muchas otras, hackean dispositivos, o lo van llevando al chico como si tuviera la misma edad para que le vaya compartiendo material; a partir de eso mostrar su verdadera cara y amenazar para que el chico entregue más o lo vea personalmente y ahí se presentan estos delitos. 

¿De qué manera ha incidido el contexto de pandemia en la proliferación de este tipo de prácticas abusivas?

Desde el momento en que tuvimos que quedarnos en casa, conectados, sin duda aumentó el riesgo. Los chicos que pudieron, estuvieron hiperconectados con juegos, chats, Zoom, y como adultos se volvió bastante complicado moderar el uso. Hay un gran vuelco de los chicos a las pantallas y mucha angustia. Cuando uno está angustiado, es más vulnerable.  En la pandemia, más allá del primer aislamiento fuerte, se mantuvo un gran permiso de acceso a plataformas, a dispositivos a toda hora. Se descontroló todo el mundo digital y los groomers lo saben. Porque están informados, saben cómo acceder a los chicos, en qué plataformas, con qué palabras seducirlos, engancharlos. Los chicos en pandemia están sumamente conectados, tuvieron más herramientas para ingresar al mundo digital, para obtener material de los otros, por eso fueron los primeros también en decir “apagamos las cámaras, no aguantamos más”. Ya no están tan entusiasmados con estar todo el tiempo conectados. 

Pensando en niños y niñas pequeños, usuarios de redes sociales como Tik Tok en las cuales reina la exposición, ¿Cómo garantizar el acceso seguro, sin caer en la prohibición?

Ahí hay un tema de educación de toda esta generación adulta. O le prohíbo, lo castigo, le quito el celular o le explico todo. Hay un intermedio que no está siendo explorado: decirle a un chico que ciertas cosas no son para la edad que tiene. Lo que quieren las redes es que no existan restricciones. Pero en el caso de los chicos, es posible limitar los contenidos, aunque los chicos lo van a transgredir. Empiezan a acceder a contenido que no es apropiado, o consumir videos que tienen que ver con “retos” o “desafíos”  donde ponen en riesgo su integridad; muestran material que puede ser tomado por un groomer. En este tipo de aplicaciones como Tik Tok se genera que un chico se compare con el otro, aunque también hay tiktokers que pueden generar contenidos útiles. Lo que necesitan es un adulto que ayude a seleccionar el contenido. Eso es lo que no puede reemplazar ningún mecanismo de control parental. Entender que son nuevos lenguajes, no es que está todo mal.

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