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Venezuela, en un presente acosado por su pasado y urgido por su futuro

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 El país de Bolivar en una encrucijada económica y política incierta.

Por Javier De Pascuale – [email protected]

El proceso social y político que Venezuela inauguró hace más de una década se encuentra ante su mayor desafío: enfrentar el ataque conjunto de una vastedad de sectores internos que, aliados a fuertes intereses extranjeros, buscan ponerle fin a la “primavera bolivariana”. La situación interna es de tal nivel de tensión que el gobierno de Nicolás Maduro debió recurrir en los últimos días a opciones marginales del modelo inaugurado por Hugo Chávez, incluso no previstas originalmente, de modo de forzar una retirada de los sectores concentrados que están empeñados en una estrategia destituyente.

Sin dudas, la temprana muerte de Chávez debilitó el intento de construcción de una sociedad poscapitalista en ese país, al tiempo que fortaleció los sectores del poder tradicional que sueñan con desbaratar el proceso y sumar al nuevo socio del Mercosur al bloque que Estados Unidos creó para protegerse del crecimiento exponencial de China y las nuevas potencias asiáticas: la Alianza del Pacífico.

El nuevo invento estadounidense no tiene en la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) y la Unión de Naciones del Sur (Unasur) un contrabloque de resistencia ya que la misma muerte de Chávez parece haber puesto en crisis las nuevas plataformas de construcción de la Patria Grande. Con una Unasur conducida por Surinam y una Celac por Raúl Castro, se expresaron con más fuerza las debilidades de la región, y las economías más grandes, empezando por Brasil, comenzaron a desandar su propio camino sin esperar a las más chicas.

Nicolás Maduro anunció en la noche del domingo, por cadena nacional, que esta semana y posiblemente hoy mismo se anunciarán nuevas medidas para “premiar” el ahorro nacional en bolívares, al tiempo que se anunciará una reforma profunda en el ingreso, la tenencia y la liquidación de dólares en la economía. “Vamos a un cambio estructural profundo, total, en todos los mecanismos” de administración de divisas en el país, dijo el sucesor de Chávez, usando casi las mismas palabras que trascendieron desde la cartera económica de China cuando este país anticipó que en abril de 2014 pondrá en marcha un cambio profundo en la dinámica financiera vinculada con su comercio exterior.

La asociación no es ociosa: la “guerra de monedas” abierta al corazón del capitalismo internacional entre sectores vinculados con el euro con aquellos que apuestan por el dólar o por una nueva relación entre ambos, junto con el estallido de la deuda estadounidense, han puesto en jaque el precario equilibrio económico mundial, y China, acreedor principal de Estados Unidos, busca proponerle al mundo la creación de una nueva unidad de medida del comercio internacional cuya puesta en marcha puede llegar antes que lo imaginado. Una nueva moneda de comercio que, de constituirse luego en reserva de valor para los bancos centrales, dejaría al país del norte de América sin la base de sustentación del gran poder que tiene hoy en el mundo.

Pero Venezuela no puede esperar. Es el escenario furioso de un experimento social de grandes dimensiones: la articulación de intereses diversos, de sectores a primera vista antagónicos, en pos de un cambio de régimen al cual están dispuestos a llegar aun con la quiebra de la economía. La sangría de divisas supera en cuatro veces la argentina y los sectores concentrados del comercio y la industria se habrán apropiado, a fin de este año, de la nada despreciable cifra de 40 mil millones de dólares, una transferencia de divisas muy superior a la que corresponde según el tamaño de la economía venezolana, que es la mitad de la argentina.

Maduro anunció el domingo la puesta en marcha del Centro Nacional de Comercio Exterior, una suerte de IAPI argentino, el instituto de promoción del intercambio que creó Perón en 1946. También pondrá en marcha una Corporación Nacional de Logística y Transporte que no sólo manejará la marina mercante sino también los fletes internos, hoy propiedad de los sectores destituyentes y elemento central en la guerra económica que el comercio le está jugando a la democracia venezolana.

Sin dudas, se trata de desafíos importantes que implican cambios profundos en la economía del país. Cambios que requieren mucha energía desplegada en un punto muy específico del régimen, durante el tiempo necesario que exija la emergencia y la consolidación del cambio. Factor -el tiempo- con el que Maduro no cuenta. ¿Contará al menos con la energía suficiente para aplicar tantas medidas disímiles al mismo tiempo? La historia que se escribirá desde hoy mismo dará la respuesta.

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