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Los desafíos del euro reclaman la integración fiscal

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Si bien en buena parte de los países de América Latina la enorme crisis internacional iniciada a finales de 2008 ya quedó absolutamente atrás y las economías regionales se disponen a un 2010 de crecimiento, algunas naciones de Europa no muestran el mismo panorama. España arroja cifras de desempleo cercanas a 20%, una fuerte deuda y prepara medidas de escasa simpatía social con relación al sistema jubilatorio. Pero el caso más grave es Grecia, que esta semana anunció un nuevo plan de ajuste que incluyó recortes salariales en el sector público –de entre 30% y 60%- y un alza del IVA y anticipó además que podría recurrir al Fondo Monetario Internacional si la Unión Europea (UE) no la ayuda financieramente.

Junto a Irlanda y Portugal, estos países conforman el punto más débil de la zona Euro, que atraviesa el momento más delicado desde su creación en 1999. Frente al riesgo de un contagio, la UE decidió colocar a Grecia bajo estricta tutela presupuestaria, para asegurarse de que tomará las medidas para mejorar sus cuentas públicas.

En diálogo con Comercio y Justicia, el investigador Alejandro Jacobo, del Instituto de Economía y Finanzas de la Universidad Nacional de Córdoba, consideró que “si Europa desea conservar y preservar su moneda única, se deberá mover hacia la integración fiscal”, al tiempo que estimó que la situación de España –una nación con la que Argentina tiene fuertes vínculos- por ahora no impactará de manera negativa en la economía nacional. De todas maneras indicó que “hay que estar atentos, pues se rumorea que otros países de la UE podrían tener algunos problemas”.

– ¿Cómo se explica, a trazo grueso, la situación a la que llegaron países como Grecia o España dentro de la Unión Europea?
– Lo primero que uno podría pensar es que se trata de un problema fiscal, ya que ambas economías lo tienen, pero esto sería en todo caso una consecuencia de lo sucedido y no la causa. Quizás tenga mucho que ver la famosa burbuja inmobiliaria, que atrajo capital, pero que al estallar dejó a los países con una demanda doméstica menor y moribunda en un entorno de precios más elevados. En este escenario, cuando la economía atraviesa una etapa de auge, la situación presupuestaria luce estupenda, pero con la caída de su producto interno bruto (PIB) los ingresos impositivos se hunden y aparece la cuestión fiscal. Por cierto que esto no exime de culpa a los gobiernos por sus gastos en exceso.
También hay que destacar que los casos de Grecia y España parecen iguales, pero no lo son. En 2009, la deuda de Grecia alcanzó aproximadamente 125% del PIB y su déficit (diferencia entre ingresos y gastos) 12%. En el caso de España, la deuda trepó, siempre de manera aproximada, hasta 55% del PIB, mientras que su déficit fue de 11%. Hay otras diferencias también, como la tasa de desempleo, que es mucho mayor en España que en Grecia (próximas a 20% y 10%, respectivamente), pero a lo que voy es que, a este ritmo, si estos países mantienen los gastos deberán aumentar su deuda, lo que pone en riesgo la capacidad (de Grecia principalmente) de endeudarse y pagar el término, es decir, su solvencia.
A propósito del déficit, hay que recordar que el Pacto de Estabilidad de la Unión Europea exige a los miembros un déficit por debajo de tres por ciento del PIB, aunque ante la necesidad de contar con planes de estímulo contra la crisis en su momento se dejó superar ese límite a todos los socios. E

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