ESCUCHARYa suman 25 las presentaciones de La Sombra Azul, casi siempre con su protagonista -Luis Urquiza- en las butacas, para responder sobre una historia que no deja de cobrar actualidad.
No son más de 40 los asistentes a la presentación de La Sombra Azul. Pero si están ahí, es por convencimiento. O por afán de conocer. Vienen a ver y a entender qué fue lo que sucedió.
La película de Sergio Schmuckler, basada en el libro de igual nombre escrito por Mariano Saravia, relata parte de la vida de Luis Urquiza, un ex policía acusado de “subversivo” por sus propios compañeros, que debió padecer detención, tortura, cárcel y exilio durante la dictadura. Al volver a Argentina desde Dinamarca, en pleno gobierno radical de Ramón Mestre, descubrió que la cúpula de la Policía de Córdoba estaba ocupada por los mismos hombres que lo habían torturado. Y fue el único que en plena vigencia de las leyes de la impunidad tuvo el coraje para denunciarlo. Claro que eso le costó un segundo exilio. A él, a su mujer y a sus dos hijas danesas.
Ese mismo Luis Urquiza es el que habló con Comercio y Justicia y se hace presente en cada una de las presentaciones de cine debate, en la cual La Sombra Azul hace de catalizador para generar intensos diálogos sobre la historia y la actualidad de la fuerza policial.
Desde aquella presentación
La película -rodada con financiamiento del Incaa y ayuda de la Provincia- se estrenó el 2 de mayo de 2012 en la Ciudad de las Artes. Fue a sala llena. Y lo siguió siendo durante las dos semanas en que se mantuvo en cartel.
En una de esas ocasiones, concluida la función e iniciado el debate, una mujer «de unos cincuenta y pico» -según recuerda el propio Urquiza- pidió el micrófono «y dijo que en nombre de su generación pedía perdón por no haber querido ver todo lo que habíamos pasado». E inmediatamente rompió en llanto, frente a todo el público. “Fue un momento muy fuerte”, reconoce.
Eso es lo que muchas veces logra esta película, que a los cordobeses les muestra escenarios y personajes muy cercanos y pone en evidencia la continuidad de lo que Urquiza denunció y sigue denunciando desde aquella época.
Atendido por su protagonista
Durante 2012 fueron 12 las presentaciones, siempre con debate posterior. En 2013 sumaron 13. Casi siempre está presente el ex policía y le «pone el cuerpo» y su propia historia a las inevitables preguntas que después llegarán.
«Hay una especie de efecto psicológico», dice Luis, al intentar explicar qué sienten los expectadores cuando tienen la posibilidad de verse cara a cara con el dueño de la historia en que se inspira el largometraje. «Despierta curiosidad, pero también te da la posibilidad de preguntar», cuenta.
La historia y la realidad se han encargado de actualizar mucho de lo que se ve en la pantalla. Surgen preguntas sobre el control a las fuerzas policiales, la necesidad o no de obedecer órdenes inmorales, la corrupción del poder y su complicidad con las fuerzas represivas. «Se han dado charlas muy profundas -cuenta el protagonistas-. Y lo más interesante es que siempre se nota el mayor interés entre los jóvenes de unos 30 años, que quieren conocer qué fue lo que sucedió en este país».
La película ha sido exhibida y debatida en varios puntos de la ciudad de Córdoba, en diversas ciudades del interior provincial, en otras provincias y también en España (Barcelona y Sabadell) y en Dinamarca (Copenaghe). «Cada presentación tiene su particularidad especial», cuenta Luis, verdadero militante de esta historia.
-¿Cómo se siente eso de exhibir tu propia tragedia?
-No es tan fácil como parece mostrar tu vida. Te trae recuerdos, te impacta en la familia. Mis hijas ya no quieren verla porque les recuerda todo lo que pasaron cuando eran muy chiquitas y tuvimos que huir. Pero lo importante es mostrar todo eso que pasó, y lo que nos sigue pasando.
Termina la película. La última imagen es un mensaje alusivo a la desaparición de Jorge Julio López en plena democracia. La discusión empieza. Y ahí estará otra vez Luis Urquiza para intentar responder.
