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Enero, clave en el escenario del conflicto con los buitres – 75 Aniversario

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Por Adolfo Ruiz

Por su extensión, por los términos en que fue librado, por los categóricos apoyos pero también por los patéticos desplantes. Por la propia puja interna, por los intereses en juego, por las facturas hacia el pasado y las proyecciones hacia los próximos años. Y, fundamentalmente, porque repercute y repercutirá necesariamente en la cotidianeidad de los argentinos, el largo conflicto de los fondos buitres ha terminado «devorándose» parte importante de la agenda de los medios. Sobre todo desde el 16 de junio, cuando la Corte Suprema de Estados Unidos -contra todos los pronósticos y también, toda racionalidad- se rehusó a tomar el caso argentino y dejó firme la inverosímil sentencia del juez Thomas Griesa.

juicio del siglo

Así insisten en llamar a la disputa los medios especializados del mundo

Tal situación abrió un escenario de incertidumbre, no sólo para el Gobierno y el pueblo argentino, sino -y así dio muestras de haberlo entendido buena parte de la comunidad internacional-  también para toda la economía global, ya que la particular interpretación de la cláusula pari passu -igual trato para los acreedores-, terminó convirtiéndose en «igual destrato para todos los acreedores». Consecuencia: si no cobran los buitres, no cobra nadie. Ni siquiera los que tienen bonos bajo jurisdicciones distintas a la de Nueva York y en monedas diferentes al dólar norteamericano. Nadie.

Vade retro, RUFO
Durante buena parte de las infructuosas negociaciones -tanto ante Griesa como ante el mediador que éste designara, Daniel Pollack- el limitante insondable que apareció en cada discusión fue la cláusula RUFO. Se trata de la provisión que garantiza los derechos de los deudores que entraron en los canjes ante futuras ofertas. Razonablemente, esa cláusula garantiza que cualquier mejora que Argentina hiciera en la oferta por sus títulos que entraron en default en 2001, regiría también para quienes habían aceptado los canjes de 2005 o 2010. Lógica pura.
Sin exagerar un ápice, la activación de la cláusula es en los hechos una caja de Pandora, capaz de desatar la peor de las tempestades sobre la reestructuración de la deuda soberana, y de hacer derrumbar toda la arquitectura financiera y el esfuerzo económico que viene desplegando Argentina desde Doha.

Ha sido ése uno de los argumentos más firmes, tanto del gobierno como de los analistas, para descartar cualquier posibilidad de pago o acuerdo con el grupo de litigantes. Toda alternativa en tal sentido deberá ser inevitablemente postergada hasta enero de 2015, fecha de caducidad de la temida RUFO.
No obstante, con la aprobación de la Ley de Pago Soberano (que cambia de un modo bastante parecido a lo unilateral el domicilio de pago, reemplazando Nueva York por Buenos Aires o París), aquel horizonte de enero parece haber perdido nitidez. En primer lugar, porque Argentina revoca el contrato con su agente de pagos, el Bank of New York Mellon. Y en segundo término, porque cualquier arreglo por fuera de los términos de los canjes de 2005 se extendería automáticamente al universo de 7% de acreedores que se mantuvieron fuera de esos procesos.

Hora de negociar
Mientras esto sucede, buena parte del arco político clama para que el gobierno «se siente a negociar con los fondos buitres». Tal consigna haría imaginar algo parecido a una mesa larga, con el juez Griesa sentado en una punta y el mediador Daniel Pollack en la otra; Paul Singer y Mark Brosdky (titulares de los fondos Elliot y Aureluis), ambos acompañados de su buffete de abogados, todos a un costado; y Axel Kicillof y los letrados que patrocinan a Argentina, del otro lado.

Kicillof«Argentina está negociando», dice categórica Graciela Treber, especialista cordobesa, quien sin dudas descarta la posibilidad de negociar de palabra. «Negociar es actuar como lo está haciendo Argentina», sostiene la contadora, quien considera que este complejo proceso es «un (juego de) ajedrez».

Para ella, «Argentina ha venido tomando acciones para tratar de colocar a los tenedores de bonos ante determinadas circunstancias de negociación». La partida, a su entender, se juega hasta fin de año.

deuda

Presión de los holdouts pone en jaque la reestructuración

Las tensiones de aquí al 31 de diciembre no parecen ser menores. «Ellos están presionando para forzar el error», dice Treber, para quien cualquier oferta que hiciera Argentina no causaría otra cosa que la caída de toda la renegociación. «Ése es su principal objetivo». ¿La razón? La hay: «Estos fondos especulan conservando títulos fuera del canje y otros dentro. Juegan a dos puntas y saben que la mayor ganancia será si logran voltear toda la reestructuración».
Aun con ello, desde el primer día hábil de enero la situación ya no presentará los riesgos que hoy conlleva, ya que la estantería montada a partir de los canjes y el pago «religioso» de los vencimientos dejará de estar en la mesa de apuestas.

La situación, desde entonces, «tenderá a descomprimirse» porque no estará ya ese objetivo del que habla la especialista. «Es importante la decisión argentina de venir depositando los vencimientos, tanto a quienes tienen títulos reestructurados como a quienes no, porque da una señal clara de algo más que una voluntad de pago», señaló.
¿En enero cambiará algo? Es difícil saberlo, reconoce Treber: «Tal vez algunos tenedores de bonos tomen los depósitos. Estarán en esa disyuntiva».

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