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Editoriales argentinas: casi la mitad son firmas pequeñas pero sólo publican 10% de los títulos

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En la contracara, las empresas multinacionales con mercado en el país son pocas pero concentran 58 por ciento de la producción

A pesar de la concentración, las editoriales que no representan conglomerados transnacionales se hicieron lugar en el negocio de los libros, según demuestra la Cámara Argentina de Publicaciones (CAP) en un informe sobre la producción en 2015, que mostró que en el país hay 230 sellos activos: 47 por ciento pequeños, 43 por ciento medianos y 10 por ciento en manos de grandes grupos que dominan más de la mitad de los títulos publicados.
«En los últimos años hubo nuevos editores y estamos mejor preparados que hace cinco. Si bien desde 2011 el sector no crece por costos internos y dificultad para exportar, las ventas acompañaron, no bajaron. Es un mercado estanco por la falta de apuesta editorial, pero creo que ya estamos listos para despegar», dijo en diálogo con la agencia de noticias Télam Trinidad Vergara, presidenta de la CAP.
Su afirmación se sustenta en las estadísticas que recolectó la cámara que dirige, a partir de la información del sistema internacional ISBN de registro de datos y del observatorio Promage de la industria editorial. Conocido como el Libro Blanco (http://www.publicaciones.org.ar/Libro_Blanco-2016.pdf), el informe condensa así una interpretación «depurada» sobre el sector y centra su atención en las editoriales que venden sus libros en librerías, venta directa o distribuidoras.
Por ejemplo, de las más de 2.000 editoriales que registra ISBN, sólo 230 son las que importan a los fines de quienes se dedican al sector, pues en términos técnicos son aquellas que publicaron cinco libros nuevos por año durante al menos cinco años, es decir que son comercialmente activas. Quedan excluidas las ediciones ocasionales, de organismos públicos u otras que el lector no encontrará en librerías.
De esas editoriales, 10 por ciento son grandes (publican más de 100 títulos por año) y representan 58 por ciento de la producción; 43 por ciento son medianas (entre 20 y 99 libros) y dominan 32 por ciento del mercado; en tanto que 47 por ciento son consideradas pequeñas (menos de 20 títulos) y en las estadísticas ocupan 10 por ciento del total de lo publicado. Asimismo, la estadística refleja que a mayor antigüedad, más grande la editorial.
Aunque permanece «estanco» desde 2011, sin embargo, el sector mantiene cierta vitalidad estructural. Una de la pistas es la falta de crecimiento proporcional de las librerías, lo cual dificulta la exhibición de libros y con ello las ventas; y otra, la trayectoria de los sellos que se sostienen a lo largo del tiempo, ya que 217 publican activamente hace más de seis años.

Ejemplos locales
Con cinco años en el mercado, Mardulce -creada en 2011, dirigida por Damián Tabarovsky- representa ese 47 por ciento de editoriales consideradas pequeñas, ya que su catálogo ofrece entre 10 y 12 libros por año de autores argentinos, de América Latina y traducciones, de consagrados como el mexicano Carlos Monsiváis y otros que pueden ser primeros o segundos libros de jóvenes o de escritores de más de un siglo.
«Si editoriales como Mardulce logran sostenerse es debido a una voluntad casi militante de quienes trabajamos -o son propietarios- en estas editoriales. Y también en que tal vez, de un modo siempre cambiante y fragmentario, en los últimos 10 ó 15 años se formó un grupo de lectores que mantiene un vínculo muy intenso con este tipo de editoriales», opinó Tabarovsky.
En esa línea, la editora Leonora Djament, de Eterna Cadencia -sello fundado en 2008, por el que en 2015 fue reconocida como la Editora del año por la Fundación El Libro-, sostuvo que el informe ofrece un «dato estimulante» de las trayectorias de cada firma, de modo que «habrá que ver qué sucederá con las editoriales creadas hace 6 ó 10 años. Creo que parte del destino del sector se definirá en función de eso».
Algo parecido manifestó, por su parte, Adriana Hidalgo, de la editorial que lleva su nombre, quien asegura que «más que sostenernos, convivimos con las grandes editoriales», y en ese sentido destaca que «cada uno hace su trabajo; una pequeña o mediana editorial tiene tal vez más flexibilidad para innovar y experimentar ya que no está tan atada a necesidades presupuestarias o utilitarias».
Por su parte, Juan Boido, editor General de Penguin Random House, grupo que en 2014 absorbió a Alfaguara y uno de los sellos que en Argentina “marca la cancha” de los grandes tanques editoriales, explicó que no es tanto la expansión lo que prima cuando se trata de abrir nuevos horizontes en el negocio sino la diversificación: «El mercado editorial crece poco año a año, sin embargo en los últimos años se acentuó su diversidad».
Se refiere a tendencias como «el boom de la novela juvenil o los youtubers. Esa característica, que el mercado argentino comparte con muchos de los mercados principales del mundo, nos obliga a estar atentos a estos fenómenos mundiales y a sus expresiones locales», dice Boido sobre la apuesta de lograr «un equilibrio de voces e intereses que busca ofrecer los mejores libros a la diversidad de lectores de hoy».

Panorama y desafíos
En este panorama de pocas pero grandes editoriales -que al mismo tiempo editan nobeles y nuevas promesas-, Vergara piensa que si bien «es muy complicada la concentración en la Argentina, a diferencia de otro países de Latinoamérica, tiene un buen porcentaje de editoriales medianas sólidas», lo cual la presidenta de la CAP lo asocia «con la valoración de la cultura por parte de la sociedad argentina».
En el negocio de los libros, un poquito más de 30% lo representan las firmas medianas, algo que a entender de Hidalgo «ha sido a fuerza de profesionalizarse», pues se trata de «editoriales que continúan con la fuerte impronta cultural de sus creadores pero han agregado capacidad comercial, comunicacional y sistemas administrativos e informáticos eficientes que responden a las necesidades de un fondo en permanente crecimiento».
La responsable de Adriana Hidalgo cita entre las razones por las cuales se consolidaron sellos como el suyo «un público lector amplio y atento», la presencia «de cadenas y librerías independientes altamente profesionalizadas», políticas públicas y compras institucionales, así como «la calidad de traductores, correctores y diseñadores» que permiten que sus títulos compitan en países de lengua española.

Catálogos cuidados, editores que buscan y apuestan por descubrir nuevas voces, “tanques” editoriales que prefieren llegar a muchos públicos con la bandera de la diversidad, sellos más pequeños que priorizan lo original e ignoto delinean el perfil de una industria que no deja de sumar nuevos interesados, tal como se desprende de los 500 estudiantes que anualmente ingresan a la carrera de edición de la Universidad de Buenos Aires.
Por eso, Vergara, resume:»El desafío se llama profesionalización y recuperación de una mirada internacional. Todavía tenemos mucha gente que trabaja por el amor al arte y falta la mirada empresarial, necesaria para el sector. Ese enfoque, que han demostrado muchas editoriales con más exigencia desde el punto de vista del negocio, le va a dar a toda nuestra industria mayor proyección».

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