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Crece a 25% en todo el mundo la “economía en colaboración”

El club del trueque de barrio Yofre Norte, en Córdoba, realizó su primera feria en los primeros meses de 2002, en plazas del barrio y en las instalaciones del centro vecinal. Hasta hoy sigue funcionando con el impulso de los vecinos -mayormente mujeres- y sus iniciativas productivas.
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Un informe de Economistas Sin Fronteras explora las cifras de negocios y las modalidades de las formas asociativas, sociales y solidarias de los nuevos intercambios.

Por Javier De Pascuale – [email protected]

Se llama economía en colaboración un nuevo modelo de intercambio económico que se basa en tres principios fundamentales: interacción entre productor y consumidor -quienes mantienen un diálogo continuo-, conexión entre pares gracias a las tecnologías -especialmente digitales-, y la colaboración. Las dimensiones de este modelo se extienden tanto a la producción (por ejemplo crowdsourcing, plataformas de innovación colectiva, open software, contenidos generados por usuarios, coworking), la financiación (iniciativas de crowdfunding) y al consumo.

Recuerda la organización Economistas Sin Fronteras que en 2013 la revista Forbes estimaba que la economía de colaboración crece a una tasa de 25% anualmente, para alcanzar, se prevé, 3,5 billones de dólares de cifras de facturación sólo en los Estados Unidos.

Economistas sin Fronteras (ESF) acaba de dedicar un dossier accesible en la web para debatir este tema -ya abordado en los suplementos Valor+ Inteligencia Asociativa que Comercio y Justicia viene editando desde 2012- porque detrás de estas iniciativas parece latir un nuevo paradigma económico, impulsado por nuevos actores -emprendedores individuales y no grandes corporaciones-, orientado a nuevos objetivos -crear lazos sociales y fortalecer las redes, reducir la huella ecológica, dar acceso barato o gratuito a bienes y servicios- y sostenido por valores alternativos a los tradicionalmente puestos en juego en iniciativas productivas: democratización, cooperación, localización, sostenibilidad, cohesión social, desarrollo de capacidades individuales y comunitarias, empoderamiento individual y comunitario.

En verdad, la base de estas iniciativas no es nueva: el trueque es tan antiguo como el hombre y sigue siendo una práctica corriente entre empresas. La diferencia ahora está en la escala de estas iniciativas: la tecnología en forma -por ejemplo- de redes sociales, instrumentos de geolocalización o teléfonos inteligentes ha permitido desarrollar estas iniciativas a escala global y reducir los costos de transacción a ellas asociados. Según ESF, «que hayan crecido en medio de la crisis no es casualidad: son una reacción a esta policrisis porque, como veremos después, crean triple valor: social, ambiental y económico. Son también características de una sociedad posmaterialista que ya no obtiene tanta utilidad de poseer los bienes sino que le basta con usarlos».

El consumo colaborativo fue nombrado por la revista Time en 2011 una de las diez ideas que cambiarían el mundo, y lo veía como una forma de «arreglar los peores problemas, desde la guerra y la enfermedad hasta el paro y el déficit». Dice ESF que «esta visión extraordinariamente optimista permea muchos de los textos sobre consumo colaborativo». Seguidamente, se repasan algunas de las experiencias que son parte de esta nueva economía emergente, más democrática, más solidaria, más social y asociativa. Entre las primeras iniciativas vinculadas con el consumo colaborativo o consumo conectado están las de recirculación de bienes. Desde 1995 se vienen multiplicando en el mundo plataformas que, excluyendo el intercambio económico, impulsan el intercambio de bienes usados entre las personas. Los espacios que optimizan activos, a la suerte de coches compartidos o la locación conjunta de espacios de uso compartido, son también parte de estas iniciativas. Los nodos de trueque, bancos de tiempo y las iniciativas de monedas sociales son otras formas de intercambio que apelan a la reciprocidad y la solidaridad antes que al lucro o la renta diferencial.

Por fuera quedan dos debates que cruzan todas lasorganizaciones que están involucradas en estos fenómenos. El primero está relacionado con el futuro: si esta economía es factible de globalizarse a escala planetaria, de consolidarse y exponerse como una forma de organización económica sostenible y alternativa a la economía basada en la posesión de activos. El segundo, con el presente: cómo trabajar una economía basada en valores éticos, sociales, ambientales en un contexto dominado por procesos orientados a otras lógicas (el éxito individual, la maximización de la ganancia).

 

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