Muchas voces se han alzado desde distintos sectores, sosteniendo que el estrés se ha constituido en la enfermedad del siglo 21. Una enfermedad crónica que no sólo afecta lo corporal sino que puede desmoronar emocionalmente a una persona.
El concepto de estrés fue formulado por el doctor Hans Selye a principios del siglo pasado. Selye lo definió como “una respuesta no específica del organismo a toda demanda que se le haga”. Si dicha demanda es negativa, causa en el sujeto una acción no positiva sobre su personalidad.
En los ámbitos laborales, las actitudes de censura se han vuelto más frecuentes y se ha acuñado el concepto de estrés laboral. Éste se produce cuando existe un corrimiento perceptivo, por parte del empleado, entre las demandas organizacionales y las capacidades propias o corporativas para llevarlas a cabo.
Algunas características que favorecen la aparición de organizaciones tóxicas son:
1. Una exacerbada presencia de interacción face to face (cara a cara), que puede hacer que se resienta la relación.
2. Un gran número de personas con intereses contrapuestos y que no comparten las políticas organizacionales.
3. Excesivos niveles de interdependencia en el ejercicio de la tarea.
4. Mala o inexistente gestión de la comunicación.
5. Una fuerte presión externa que amenaza constantemente el trabajo.
6. Una excesiva identificación de los miembros con la organización. Ningún extremo es bueno.
El primer paso para mejorar el estrés de los empleados, es el reconocimiento de la realidad institucional en la que se desempeñan. De por sí, la actividad laboral es generadora de estrés y por ello se hace necesario el concurso del departamento de recursos humanos para aliviar la tensión sobre los trabajadores.