Por Matías Maccio (*)
Autorreferencia significa tomar como base o apoyo de una comparación, de una medición o de una relación de otro tipo a lo propio. En este ejercicio mental solemos buscar información del propio sistema de creencias, pensamientos, emociones, experiencias, saberes, etc. Lo hacemos para comprender lo que pasa, lo que hacen las personas, lo que hago, el pasado o el futuro. Por lo tanto, lo opuesto, digamos una alter referencia, implica poder comprender y decodificar todo aquello tomando la información que viene dada desde lo externo, es decir lo que ofrece otro. La tarea es fácil cuando se lo considera un ser semejante; no así cuando se lo percibe un enemigo o un adversario (De Perlo C.L y Del Carmen Costa L. “Saber estar en las organizaciones” 2019) Esta alquimia no es pura o perfecta. También he de considerar que la información externa es integrada al sistema de pensamientos, creencias, emociones, etc. que cada uno lleva en su mente. Vaya un ejemplo: si vamos a acordar que un paisaje de montañas nevadas al pie de un lago es hermoso y pacificador, no basta -tan sólo- con percibir sus características. Dicha afirmación puede ser compartida o no, dependiendo de lo que esa imagen representa para cada persona que lo está observando o se está vinculando con ella (supongamos que una de esas personas fuera no vidente o hubiera sufrido una tragedia en un escenario igual o similar a ese).
Hay situaciones en las que nuestro sistema interior de referencia es muy robusto y sólido, de tal modo que podemos darnos una respuesta satisfactoria. En otras oportunidades dichas referencias son escasas, insuficientes, débiles o están ausentes y nos vemos en la necesidad de buscar afuera algo que valide o invalide lo que está pasando. Veamos qué dificultad puede traer este tema en mediación.
En mediación suele ocurrir que las personas en conflicto pasan por alguna de aquellas situaciones. La segunda de ellas, es decir de referencias escasas, se puede manifestar, por ejemplo, cuando preguntan: ¿Ud. -mediador/a- qué haría, diría, pensaría, hubiera hecho?, ¿Ud cómo hubiera reaccionado?, ¿Qué me aconsejaría?, etc. Preguntas como éstas pueden poner al facilitador en un brete, verse tentado a asumir la parcialidad y abandonar su rol. Estas preguntas son una alerta y avisan que la persona necesita validar una referencia interna (autorreferencia) o que carece de ella y por lo tanto está buscando incorporar alguna información que le sirva de guía o de ejemplo. Si flaqueamos y damos nuestra opinión, obturamos la posibilidad de que la parte cultive su sistema/s de referencia, ya sea propio u objetivo: criterios legítimos.
La autorreferencia es muy frecuente ya que constantemente estamos explicando nuestras experiencias a partir de lo que pensamos y sentimos, desde la perspectiva de sí mismo. Salir de ese círculo implica hacer preguntas que permitan incorporar información externa a ese sistema. Puede ser incómodo tanto hacerlas como responderlas. Sin embargo, este portal se abre en forma incipiente cuando la persona -que participa de la mediación- nos pregunta por nuestra referencia. Es una buena oportunidad para ayudarla a explorar nuevos marcos de información; la clave es hacerlo a través de las preguntas.
Un aspecto de nuestra tarea es hacer que las personas reflexionen y revisen su forma de pensar y de decidir (es decir replantear la autorreferencia). Otro aspecto es ayudarles a buscar referencias externas (por ejemplo: criterios objetivos, información nueva, antecedentes, etc). Esta situación interpela a realizar un ejercicio de flexibilidad cognitiva y estar dispuestos a captar de un otro una remisión adecuada. En un encuentro de mediación las referencias externas aparecen cuando la persona A hace un espacio para escuchar al otro B: lo que piensa, siente o pide. Esta alusión puede ser modificada, bloqueada o no escuchada por el interlocutor A. Dicha actitud es una alerta para el facilitador, ya que da cuenta de que el sistema interno de referencia de esa persona en cuestión podría entrar en crisis o derrumbarse si aloja al otro (lo que piensa, siente o pide B) como un dato válido.
Quienes trabajamos como mediadores debemos abstenernos de dar una respuesta autorreferente. Fuera de ese rol, puede ser frecuente que tengamos discusiones o conflictos con otras personas -a veces seres queridos- por darle gran protagonismo a la referencia propia por encima de la referencia ajena. Sufrimos la humildad. Sin embargo, ese modo de pararnos en nuestras conversaciones cotidianas, visto dentro de la sala de mediación, es una práctica incorrecta. Por lo tanto, para no caer en estas respuestas automáticas necesitamos aplicar esfuerzo en promover y entrenar la mente hacia un cambio radical. Un llamado a ser felices en la humildad. Éste es un ejercicio que ayuda a la persona mediadora a comprender las dificultades con las que se enfrenta una parte cuando la invitamos a la autorreflexión o revisión de su autorreferencia (a veces rígida o poco flexible) o para inervar una alterreferencia, es decir un apoyo externo para la comparación o medición.
La persona mediadora que se siente atraída y cautivada por dar una respuesta basada en la autorreferencia sufre del virus mental del ego. Cree que su forma o manera de ver o decidir es válida para otro, olvidándose del rol y consecuentemente del otro. Un síntoma de ello podría ser que se le olvide preguntar, por ejemplo: ¿y cómo lo haría Ud?. Un antídoto para calmar al yo y aliviar el síntoma es convertirse en un espejo de autotratamiento. Es decir, devolver la pregunta y hacerlo en forma revitalizada.
¿Qué quiero decir con revitalizar la pregunta? formular la pregunta en tantas modalidades que nos sea posible de modo que la persona logre hacer espacio en su mente -autorreferencial- para incorporar información nueva -posiblemente alter referenciada- o revisar la propia.
Dicen que éste no es un ejercicio fácil de hacer y toda nuestra vida está atravesada, a diario, por nuestra individual auto referencia. Sin embargo, como mediadores/as debemos entrenarnos para ser y parecer ecuánimes frente a lo que se nos expone. Nuestra oferta de una respuesta auto referente se expresa en una palabra, un gesto, una mirada, la entonación, la postura, etc. Por tanto, este ejercicio nos interpela a ejercitar la creatividad, la toma de distancia y a practicar la humildad; una auténtica extinción del yo. (J. Melloni, “Hacia un tiempo de síntesis” – 2011)
(*) Mediador