A lo largo de nuestra historia, podemos divisar sin demasiada claridad tres tipos de modelos socio económicos en los cuales se ha intentado experimentar y con los que podríamos seguir conviviendo.
El modelo de mercado, el modelo popular, y el modelo populista. Los tres generan decisiones y, como todos sabemos, éstas llevan implícitas sus costos. El modelo de mercado es aquel que entiende que cada individuo debe ser “artífice de su propio destino”. En el modelo de mercado hay poco lugar para los débiles y las debilidades, y aquellos que han nacido en clases sociales elevadas tendrán las mayores oportunidades aunque los que han nacido en las clases bajas podrán gozar de los beneficios de una “sociedad de recursos”. El consumo interno fomenta actividades de “derrame” que no se dan en economías pobres. Por supuesto como todo modelo, tiene virtudes y defectos. Entre éstos se encuentra el escaso esfuerzo por ayudar a personas que no encuentran el rumbo o que son víctimas del sistema.
El modelo populista es un modelo de acumulación de poder y riquezas, orientado a ganar elecciones y a intervenir en la economía de manera irresponsable. Se sustenta sobre el sacrificio de recursos futuros para asumir el “confort del presente”. Exige un gran esfuerzo en materia de recaudación en todos los niveles posibles para destinarlos a “subsidiar” a una parte de la sociedad que obrará como soporte o base electoral para sostenerse en el poder.
La falta de controles y la discrecionalidad en la asignación de los recursos es propia del modelo. Absolutamente necesario para su funcionamiento. Dentro de este esquema no podemos hablar de “calidad en las prestaciones o servicios que pueda brindarse a la comunidad”, puesto que todo esfuerzo realizado para subsidiar, genera sistemáticamente una reducción de la productividad. El macro estado, producto de la absorción de mano de obra desocupada y el cambio de inversión pública por privada, termina por ahogar las fuerzas productivas de un país o región, generando incalculables problemas futuros. Es un sistema en el que la educación y la cultura deben sostenerse en un nivel extremadamente bajo para evitar las reacciones sociales. Una comunidad con escasos recursos en educación y cultura se autogenera estándares de vida por debajo de lo racional.
El modelo popular es aquel que intenta rescatar visiones que en un principio parecerían ser antagónicas (individualismo versus colectivismo), pero que sin embargo funcionan en diferentes países del mundo. No desprecia la economía de mercado porque sabe que, con reglas de juego claras, es la actividad que puede producir fuentes de trabajo sustentables. Intenta no descuidar al “individuo” en su aspecto social. El modelo de mercado genera exclusiones y problemas que merecen atención y, por supuesto, es necesaria la intervención del Estado en la materia de manera inteligente y eficaz. El problema implícito de su concepción son los límites.
El desafío para su supervivencia se basa en no convertirse en un modelo de mercado en extremo individualista, ni tampoco pasar de lo popular al “populismo” cuando en la competencia electoral “las encuestas no son todo lo favorable que se desea”. Un ejemplo en la práctica ayudaría a entender las diferencias entre todos ellos. Una persona sostén de su grupo familiar pierde el empleo o se encuentra desde hace tiempo sin trabajo. Desde el punto de vista filosófico, el modelo de mercado esperaría que dicha persona busque las soluciones por sí misma.
“En una región donde sobra el trabajo existen oportunidades para todos, sólo no trabaja aquel que no lo desea”. El modelo populista asignaría un “plan social” para que esa persona no quede desprotegida. Ese plan se mantendría con fondos públicos de manera ininterrumpida hasta convertirse en un derecho adquirido de por vida. El modelo popular asignaría un “plan social” con un tiempo límite de duración. Capacitaría a la persona para reinsertarse en la vida laboral y controlaría que durante el período que dure la asignación, se haya ocupado de buscar trabajo, puesto que el recurso asistencial proviene de fondos de la actividad privada y que dichos fondos deben reciclarse para atender las necesidades de otros que puedan estar en su misma condición.
Imaginemos la “enorme cantidad de decisiones que toman los estados – gobiernos” de acuerdo con la formación de sus dirigentes y el tipo de modelo adoptado.
Entre ellos y las decisiones y sus costos estamos nosotros, los ciudadanos. Obligados a pensar sobre qué tipo de país, región queremos. De nosotros depende la elección de nuestros líderes y de los modelos que en tiempo presente y futuro, nos brindarán fracasos sistemáticos o grandes oportunidades.
* Lic. en Administración. Máster en Dirección Estratégica (Universidad de Barcelona)