Para el especialista Marcos Sequeira es necesario encontrar un equilibrio en el que las autoridades puedan proteger a los usuarios y prevenir el uso indebido de estas tecnologías, sin sofocar la innovación y los beneficios que pueden aportar
“Desde su concepción, las criptomonedas han demostrado un encanto distintivo: la capacidad de ejecutar transacciones de manera segura y privada, eliminando la necesidad de intermediarios, aunque esta característica descentralizada es tanto revolucionaria como emancipadora, también ha abierto las puertas a la explotación y la perpetuación de una variedad de delitos”, señaló a Factor el tributarista Marcos Sequeira, quien encuentra en la fase final de sus estudios en la prestigiosa Facultad de Derecho de la Universidad de Santiago de Compostela, en España, donde está a punto de obtener su Máster Internacional en Prevención y Represión del Blanqueo de Dinero, Fraude Fiscal y Compliance”.
Hemos escuchado el término ‘mixer’ o mezclador de criptomonedas, una herramienta que ofrece cierto nivel de privacidad a sus usuarios. ¿Podría describirnos en detalle qué es y cómo funciona?
Por supuesto. Un ‘mixer’ es esencialmente un protocolo que mezcla transacciones de criptomonedas de múltiples usuarios. Lo que hace es descomponer los montos suministrados por los usuarios en fragmentos más pequeños, para hacer más difícil rastrear el origen y destino de los fondos. Luego, estos fragmentos se mezclan y se redistribuyen a diferentes direcciones de la cadena de bloques, conocidas como direcciones ‘hash’.
Uno de los mixers más populares es Wasabi Coinjoin, que opera exclusivamente en la red Bitcoin. Con todo, hay que resaltar que, a pesar de las promesas de privacidad y libertad financiera, los mixers presentan un desafío significativo. Por un lado, permiten a los usuarios mantener su privacidad, pero, por otro lado, proporcionan un escenario propicio para actividades delictivas, como la financiación del terrorismo, el ransomware, la distribución de material sexual infantil, entre otros.
Desde la perspectiva de la regulación, es crucial adaptarse y mantenerse al día con las innovaciones en este espacio, especialmente cuando se trata de implementar la Recomendación número 15 del Grupo de Acción Financiera Internacional (GAFI). Aunque las criptomonedas y las herramientas asociadas, como los mixers, pueden promover la privacidad y la libertad, estas características no deberían convertirse en un escudo para los delincuentes.
En el contexto de Argentina, en la Unidad Fiscal Especializada en Ciberdelincuencia (UFEIC), hemos notado que los mixers están siendo cada vez más utilizados en casos de ciberdelitos sofisticados, y prevemos que su uso se generalizará en el ecosistema cibercriminal argentino en el corto plazo.
Por lo tanto, es esencial encontrar un equilibrio en el que las autoridades puedan proteger a los usuarios y prevenir el uso indebido de estas tecnologías, sin inhibir la innovación y los beneficios que pueden aportar.”
En nuestra realidad globalizada, ¿ve algún beneficio en la adopción de estas criptomonedas?”
Sin duda, vivimos en una era donde las criptomonedas han demostrado ser útiles. No obstante, no debemos pasar por alto sus vulnerabilidades. Las recientes acciones de la Comisión de Valores y Bolsa (SEC) han provocado no solo un aumento de los retiros de criptomonedas de los exchanges implicados, sino que también han expuesto la dificultad para detectar situaciones donde se usan para fines delictivos.
Por ejemplo, algunos de estos exchanges no requieren información personal de sus usuarios, lo que puede dar lugar a todo tipo de delitos graves, desde el lavado de dinero del narcotráfico y la trata de personas hasta el terrorismo, la corrupción y el fraude fiscal.
Es evidente que la regulación actual es insuficiente. Solo basta recordar que Bitcoin, la primera criptomoneda lanzada en 2009, y las primeras instancias de fraude detectadas, como el caso de Ripple en 2020, demuestran la necesidad imperante de una regulación más clara y precisa.
Es notable que, a pesar de las acciones de la SEC, Bitcoin no se ha visto afectada, ya que se clasifica como un ‘commodity’, similar al petróleo o al oro, y no como un ‘security’. Esta distinción se basa en cómo se creó y distribuyó Bitcoin.
No obstante, los casos presentados demuestran cómo los criminales pueden explotar las lagunas regulatorias y la descentralización para encubrir actividades delictivas. Las exchanges mencionadas han presentado defensas robustas, y parecen tener posibilidades significativas de éxito.
Dependiendo de cómo se resuelvan estos litigios, el resultado podría tener un impacto importante en el futuro de la industria de las criptomonedas. Si la SEC no tiene éxito, podría abrir la puerta a una avalancha de actividades delictivas, enviando un mensaje de que la industria de las criptomonedas puede resistir incluso los intentos de regulación más rigurosos.
En resumen, las criptomonedas pueden ser útiles, pero debemos esforzarnos por una regulación más sólida y efectiva.
¿Cómo contribuyen entidades como el GAFI, la UIF y la Unidad Fiscal Especializada en Ciberdelincuencia a las medidas preventivas en el campo de las criptomonedas?
Estas entidades juegan un papel fundamental en la prevención y la regulación de la actividad en el espacio criptográfico. Por un lado, el GAFI (Grupo de Acción Financiera Internacional) establece normas y promueve la implementación efectiva de medidas legales, regulatorias y operativas para combatir el lavado de dinero, la financiación del terrorismo y otras amenazas relacionadas a la integridad del sistema financiero internacional.
Por su parte, la UIF (Unidad de Información Financiera) se encarga de recopilar, procesar y analizar información para prevenir y detectar operaciones de lavado de activos y financiamiento del terrorismo. En muchos países, estos organismos reciben reportes de operaciones sospechosas de entidades financieras y otras organizaciones, y pueden remitir sus hallazgos a las autoridades judiciales para su posterior investigación.
Finalmente, la Unidad Fiscal Especializada en Ciberdelincuencia se centra en los aspectos tecnológicos del delito, como los ciberdelitos financieros. Esta unidad está especialmente equipada para abordar delitos que implican criptomonedas y puede desempeñar un papel fundamental en la detección y persecución de actividades ilegales en este espacio.
En resumen, estas tres entidades realizan un trabajo esencial al establecer normativas, recopilar y analizar información, e investigar y perseguir actividades delictivas en el mundo de las criptomonedas. Empero, la naturaleza cambiante y descentralizada de la tecnología de las criptomonedas requiere que estas y otras entidades continúen adaptándose y evolucionando para mantenerse al día con las nuevas formas de delito.
Encrucijada compleja
Según Sequeira el atractivo inherente de las criptomonedas es innegable ya que permiten transacciones más rápidas, más baratas y seguras, al mismo tiempo que brindan a las personas de todo el mundo el acceso a servicios financieros de los que antes podían haber estado excluidos. No obstante, este mismo atractivo, combinado con la descentralización y el anonimato que ofrecen, las hace también potencialmente propicias para actividades ilícitas.
Según el profesional el desafío para las regulaciones y los organismos de control, como la SEC, el GAFI, la UIF y las unidades de ciberdelincuencia, es cómo pueden evolucionar y adaptarse a estas tecnologías sin sofocar la innovación. Deben buscar formas de combatir y prevenir el uso ilícito de las criptomonedas, protegiendo al mismo tiempo los derechos de aquellos que las utilizan legítimamente.
En última instancia, es importante recordar que las criptomonedas en sí mismas no son ni buenas ni malas. Como cualquier tecnología, pueden ser utilizadas para diversos fines, dependiendo de las intenciones de aquellos que las emplean. El verdadero desafío es equilibrar el impulso de la innovación con la necesidad de proteger a los individuos y a la sociedad de aquellos que buscan explotar estas tecnologías para fines ilegales.
“El futuro de las criptomonedas todavía está por escribirse, y todos – desde los reguladores hasta los desarrolladores, los inversores y los usuarios cotidianos – tienen un papel que desempeñar en la configuración de este futuro. Es mi esperanza que podamos encontrar un camino que maximice las enormes oportunidades que estas tecnologías proporcionan, mientras minimizamos sus riesgos potenciales”, concluyó.