lunes 23, diciembre 2024
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Comercio y Justicia 85 años

La guerra comercial en la era de Donald Trump

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 Por  Gustavo Scarpetta (*)

DonaldTrump -actual presidente de los Estados Unidos de América (EEUU)- finalmente rompió todos los pronósticos y un 20 de enero de 2017 inauguró una nueva era en el mundo. Una fase diferente de la globalización.
Un político demasiado parecido a los políticos latinoamericanos, ególatras, no tan preparados, poco diplomáticos, y con unas formas más parecidas a las que existen en el sur de América.
Los expertos esperaban que no ganara la interna republicana, luego que no ganara la elección presidencial, después que se aggionara una vez elegido, y ahora que alguien -tal vez el Senado- pueda detener sus medidas más alocadas.
Poner aranceles a las importaciones mexicanas sería romper el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (Tlcan), en inglés North American Free Trade Agreement (Nafta). Hacer algo similar con China representaría el inicio de una guerra comercial entre los dos “jugadores” globales más grandes. Se dependen mutuamente, y una enorme y genuina parte de las exportaciones e importaciones que cruzan los mares son por el accionar económico de ambos países.
Una guerra comercial significaría un menor comercio internacional, en una época cuando la Organización Mundial de Comercio no ha logrado avances en 17 años que lleva la Ronda del Milenio -o de Doha-.

¿Qué significa una guerra comercial?
Que EEUU les compre menos a todos. Y todos tendrían menos dinero para comprarles a los demás. México, Canadá y China tienen menos fondos por lo que, al caer sus exportaciones, sus importaciones también bajarían. Luego, lo que vendría podría significar la mayor caída desde 2009.
El comercio mundial no fue el mismo después de la crisis de 2008. Dejó de crecer más rápido que la producción y sus porcentajes de crecimiento nunca se asemejaron a los años precrisis.
En algo de eso tuvieron que ver las crisis en paralelo de EE UU y la Unión Europea (UE), aunque EEUU puede decir, por su crecimiento y tasa de desempleo, que ya salió.
La política de Angela Merkel -canciller de Alemania-, de severo ajuste, fue tal vez el mayor culpable de la aparición de Donald Trump.
Una UE que no arrancó -China y EEUU cumplieron su parte- fue responsable de un comercio mundial anémico, y la política alemana de restringir gastos terminó generando un daño a los socios comerciales. La pregunta que reina en estos momentos es si los países podrán salvarse de esta guerra o de una caída fuerte del comercio mundial. La crisis de 1929, así como la de 2009, muestra que esto es más bien difícil. Cuando las exportaciones globales caen, nadie se salva. Aunque la salida de esas crisis no es igual para todos. Algunos países recuperan rápidamente sus economías y sus exportaciones cobran vigor. Otras, en cambio, aún están con números similares a los de crisis. Por ejemplo, Argentina aún no recuperó el monto exportado en el año 2008, que fue de 70 mil millones de dólares, cuando el año pasado alcanzaron 57 mil millones de la misma moneda.

El papel de Europa
Expuse sobre la política europea y las decisiones de Alemania que generaron un intercambio comercial mundial menor.
Aunque aún la crisis en Europa no ha finalizado, la victoria de Trump ha dado nuevas energías a partidos y candidatos de derecha, muchos que motivan la salida de sus países de la UE.
Donald Tusk, presidente del Consejo Europeo, no dudó en afirmar que “el cambio en Washington pone a la UE en una situación difícil, ya que la nueva administración parece poner en duda los últimos 70 años de la política exterior estadounidense”. La UE está en alerta.
El candidato de derecha de Holanda -que tendrá elecciones a la brevedad- plantea una salida de este país, que podría iniciar una ola de triunfos de candidatos que buscan irse de la UE. El destino del bloque más importante del mundo estará en juego en los próximos meses. Si el discurso incendiario de Trump comienza a inundar los países europeos, aunque no sean los principales -Alemania, Francia, Italia-, el tablero global cambiará completamente. Si este contexto se confirma, a Argentina le queda ser lo más inteligente posible, apoyar la mejora de eficiencias internas, facilitar el comercio, reducir costos burocráticos y perfeccionar la inteligencia comercial. Este último punto es no promocionar todos los productos en todos los países. No hay recursos para esas acciones. Hay que apuntar mejor y ser concretos con la promoción.
Fortalecernos dentro de América Latina puede ser una buena táctica. El Mercosur y la Alianza del Pacífico tienen mucho para aportar, si trabajan unidos.

(*) Contador público. Docente de la UNC y la UCC

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