La frase pertenece al especialista Claudio Pizzi quien agregó, entre otros aspectos, que es un error pensar un servicio profesional como un gasto. Se lo debería considerar como tal en la medida en que el plan dispuesto sea boicoteado por la propia firma
“Cualquier diccionario definiría a un consultor como la persona que atiende consultas y asesora sobre una materia específica, sobre todo de forma profesional. Algunos colegas se esfuerzan en diferenciar el término de asesor del de consultor. Parten de un eje temporal en el que al consultor se lo contrata para temas específicos y al asesor para que aporte conocimientos a lo largo del tiempo. En Argentina, la palabra ‘asesor’ fue asociada a la política, a los que cobran sin hacer nada. En la actualidad no goza de buena reputación”, señaló a Factor Claudio Pizzi, licenciado en administración, máster en Administración de Empresas con especialización en Finanzas, egresado de la Escuela de Economía y Negocios de la Universidad de Belgrano y autor del libro Planeamiento estratégico y control de gestión sustentable.
Según el profesional, en los negocios existen tantos consultores como departamentos tenga la empresa. Es decir, cada función o rol que se representa en una organización,requiere administrar “recursos y problemas”; por lo tanto, cada especialidad (marketing, ventas, finanzas, recursos humanos, producción, logística, etcétera) puede requerir de un consultor si no se encuentran las soluciones o si se quiere ir más allá del conocimiento que se tiene del área específica.
Un consultor de negocios suele desarrollar un análisis del contexto empresarial tanto en lo económico como en lo social. Estudia el marco competitivo, el modelo de negocios y su propuesta de valor, entre otros aspectos.
– ¿Cuáles son los mitos alrededor de los consultores de empresas?
– Los empresarios piensan que los consultores son caros, no aportan valor, sólo ofrecen soluciones genéricas porque no conocen el negocio, o terminan reemplazando empleados. Otros creen que la tarea lleva demasiado tiempo, es sólo para grandes empresas, representa un gasto, se pierde el control de la empresa, etcétera.
Todos estos aspectos de la “mitología” se encuentran en la superficie de la temática y son argumentos que pueden ser refutados con suma facilidad.
Accenture, Deloitte, PWC, EY, y KPMG son algunas firmas internacionales que prestan servicios de consultoría y asesoramiento en negocios enfocando sus servicios a clientes de alto target que pueden pagarlos. Hay otras nacionales y consultores independientes que se orientan a emprendedores, empresas pymes, de familia, que tienen costos diferenciales. El tiempo de desarrollo de esta actividad es directamente proporcional a la problemática expresada. Los consultores no reemplazan empleados porque se deben a su independencia profesional. Tampoco se pierde el control de la empresa porque un consultor profesional no debería tener potestad para tomar decisiones; realiza “sugerencias” y “pone las cartas sobre la mesa” en términos de alternativas para que las soluciones sean escogidas por los titulares. Ningún consultor -incluso siendo a la vez emprendedor- puede equiparar en conocimiento al titular de una empresa, pues éste ha sido el fundador y ha pasado por experiencias a lo largo del ciclo de vida de su organización que no se pueden volver a vivir. Cada proyecto es único e irrepetible. El conocimiento del rubro o industria es necesario y muchas veces se adquiere a partir de la batería de herramientas de estudio que se aplican. Es un error pensar un servicio profesional como un “gasto”. Se lo debería considerar como un gasto en la medida en que el plan dispuesto sea boicoteado por la propia firma. Esto, aunque parezca mentira, ocurre cuando los pioneros dudan de sus propias decisiones. En términos generales, la consultoría es una “inversión” en conocimientos y perspectiva. Uno de los valores destacables del consultor es su capacidad de analizar la actualidad “desde afuera”. Contar con una visión panorámica de profundidad que no se logra en la firma porque los empleados, no importa el rango que tengan, suelen ser absorbidos por la “operación”, el día a día, y lo urgente, que -muchas veces- no es lo importante. He dejado el valor para el final porque no siempre se dimensiona de forma adecuada. Salvar una organización de una quiebra. Diseñar estrategias de crecimiento, desarrollo, y sustentabilidad a medida. Salvaguardar el negocio que preserve el sustento presente y futuro de las familias de los pioneros, sencillamente, “no tiene precio”.
En ocasiones los mitos suelen representar al relato. En el fondo, existe el temor de no estar a la altura de los conocimientos que se pueden llegar a aportar. El temor de compartir información valiosa. Se siente pudor por exhibir las deficiencias. El temor al cambio, a lo desconocido. Y una gran contradicción. Por un lado, el saberse creador de un proyecto que no cualquiera inicia, lleva adelante y que es o alguna vez fue exitoso, y por el otro sentirse incapaz de resolver problemas con los recursos con los que se cuenta.
– ¿Por qué una empresa debería contratar los servicios de un consultor y cómo debería ser diseñada?
– En principio, es importante aclarar, que no siempre se contrata a un consultor porque existen problemas a resolver. Algunas empresas utilizan los servicios para chequear el rumbo. Para compartir opiniones y realizar un control externo de la gestión. El viaje a través de las diferentes etapas del ciclo de vida, se puede hacer solo, pero en compañía puede resultar mejor.
En consultoría profesional de organizaciones, existen algunas reglas de la naturaleza que deben ser respetadas porque tienen un vínculo muy importante con el éxito. El consultor puede ser muy afamado, de grandes recursos conceptuales, técnicos, y humanos, y, así y todo, fracasar en el intento por mejorar la eficacia y la eficiencia organizacional.
La consultoría debe ser ideada a medida de cada cliente. No son los mismos “dolores” los que exhibe un emprendedor, un comerciante, un empresario en etapa de expansión o declinación. No es lo mismo tratar un proyecto familiar en el que se mezcla la propiedad privada, la empresa y las relaciones familiares que uno de amigos, aunque luego las familias se unan y conformen un bloque de autoayuda. Sin el empuje de los propietarios y su convencimiento, no será posible lograr resultados sostenibles en el tiempo.
La consultoría en la actualidad
“La consultoría que se practica hoy, difiere un tanto de la de ayer. La velocidad del cambio y la necesidad de obtener respuestas concretas, ‘la receta’, ha modificado ciertas pautas de abordaje. La inteligencia artificial seguirá cambiando las cosas y los perfiles y roles profesionales, pero hay cuestiones que llevan su tiempo. No se trata simplemente de fijar objetivos, cuantificarlos, asignar responsables, y diseñar un tablero en Power BI. Peter Drucker dijo alguna vez que ‘la cultura se come a la estrategia en el desayuno’. Cualquier cambio de fondo en los procesos requiere de un cambio cultural. De nada sirve implementar mejoras si la gente las resiste. Por último, quiero recurrir a una frase atribuida a Harry S. Truman, un ex presidente de los Estados Unidos. ‘Huevos revueltos con jamón’. Es una analogía que utilizó para ilustrar la diferencia entre estar comprometido e implicado. En este platillo, la gallina está implicada porque pone los huevos, mientras que el cerdo está comprometido porque aporta el jamón, es decir, su vida”, asegura el especialista.
Según Pizzi, en la profesión de consultor, existen dos tipos de estilos de trabajo: aquellos que se “implican desde afuera” -como la gallina- y hacen simples recomendaciones sobre “lo que se debería hacer”, y los que asumen el papel del cerdo y comprometen su prestigio y trayectoria profesional apegándose a los resultados y al destino de la organización. En mayor o menor medida, ambos funcionan.