Recientemente, un amigo que trabaja en el Consejo Federal de Inversiones, el arquitecto Eduardo Barrón, me envió un informe acerca del trabajo que viene haciendo este organismo con los artesanos de las distintas provincias de nuestro país.
Por Claudio M. Pizzi (foto) *
El fin último es el elevar el nivel de actividad económica, optimizar el empleo regional y articular la relación entre productores y mercado para evitar la acción de una red de intermediarios que frente a la insuficiente capacidad económica de la mayor parte de ellos, logre absorber una porción excesiva del ingreso generado por su actividad.
Ésta es una de las tantas causas que requiere por un lado asesoramiento y, por el otro, una línea de crédito que pueda ser volcada a la actividad. En este tema como en cualquier otro, el crédito oficia de conector entre las organizaciones y el mercado. Es uno de los elementos vitales para llevar adelante cualquier proyecto.
Cuando las empresas no lo manejan adecuadamente, resienten todo el sistema de atención y relación con sus clientes. Como sabemos, existen tres elementos centrales que forman parte del proceso de formación de ingresos en una empresa. Las ventas, las cobranzas y el crédito. Este último se encuentra en el medio del proceso.
En épocas de crisis o baja de consumo, las empresas alientan al sector comercial a vender como puedan para sostener su porción de mercado. Si el sector que analiza las carpetas de crédito, “se relaja o no cumple bien con el trabajo de prevenir la morosidad”, el problema lo heredará el sector de cobranzas, quien deberá redoblar sus esfuerzos para mantener a flote a la organización recuperando el capital entregado en el mercado en bienes y servicios.
“Todo sistema debe ajustar en algún punto”. Si el sector comercial anda mal y, el de análisis de riesgo también, o la empresa ajusta por medio de las cobranzas, o termina en serios problemas.
Por todo lo que acontece, sabemos que hoy, otorgar crédito no es fácil.
El crédito tiene un enemigo poderoso en la actualidad: “la inflación”. En una nota reciente para Infobae, el presidente del Banco Nación, Carlos Melconian decía: “No es lo mismo prestar con una inflación anual de 30% que de 4%, y tampoco es lógico que este banco le esté cobrando una tasa de 50% anual a los individuos que compran electrodomésticos”.
El problema es claro. La inflación hace que la gente gaste menos dinero y esto afecta al consumo; la merma en el consumo significa menos recaudación y producto de esa merma, “menos crédito disponible”.
Esta situación aplica al sector público y al privado. Si Argentina no tiene acceso al crédito internacional, debe financiarse con fondos locales, lo que significa restar posibilidades de financiación al sector privado, que es en definitiva el que crea empleo sustentable y por medio de él realimenta la recaudación y capital para nuevos créditos.
Si las empresas ganan menos producto de la inflación, comienzan a recortar gastos y a estirar pagos; esto produce el atraso en la cadena y la posterior ruptura.
El PBI de Argentina en 2011 era de 8,4 y el de Brasil, de 3,9. En 2014, fue 0,5 y 0,1, respectivamente, según datos del Banco Mundial. En ambos países, el ingreso per cápita se redujo entre -0,6 y -0,7 puntos. El PBI de Brasil representa 50% del total regional y es 3,5 veces más grande que el de Argentina. Brasil se encuentra inmerso en un proceso recesivo y representa 46% de nuestras exportaciones de manufacturas de origen industrial.
Ante este cuadro de situación interno y externo, es necesario trabajar en dos frentes. La búsqueda de nuevos mercados y el sostenimiento del consumo interno. En cualquiera de los dos terrenos, el crédito es imprescindible como así también la reducción de los índices inflacionarios.
Para aceitar el sistema local, Argentina necesita crédito externo para apoyar las transformaciones estructurales que se necesitan en energía, transporte logístico y urbanización; y crédito interno para apoyar a las industrias que movilizan recursos estratégicos como la construcción mediante los hipotecarios, y los destinados al consumo de bienes y servicios.
Una inflación elevada, sobrecarga de costos financieros los bolsillos de los consumidores y es imprescindible que Argentina tenga niveles de gastos públicos racionales y equilibrados en términos presupuestarios.
En el día a día, las empresas luchan por mantener su cuota de mercado confiando en sus clientes y absorbiendo el estiramiento de los pagos, lo cual impacta en el capital de trabajo de éstas.
Como sabemos, la inflación -el alza sostenida de los precios- se genera por diferentes factores. Si queremos que esta contienda sea ganada por el “crédito”, todos debemos colaborar en ello. El déficit fiscal de 2015, situado en 7%, obliga al Gobierno a mantener la emisión y la presión fiscal, pero no es la única causa. Si queremos que el crédito le gane a la inflación en el ring side de la economía Argentina, tenemos que ayudar dejando de remarcar todos los días.
El Gobierno, por su parte, debería establecer acuerdos de precios y salarios temporales e informar a la población sobre “precios sugeridos” de los productos y servicios para que todos podamos saber, a la hora de consumir, qué tasas de interés racionales debemos pagar por una financiación, a qué precio mínimo y a qué precio máximo “sugerido” debemos comprar los alimentos y bienes de primera necesidad. Por otro lado, las empresas pueden colaborar no restringiendo el crédito comercial a sus clientes porque sería como echar nafta al fuego y complejizar más el cuadro de situación local contribuyendo a la ruptora de la cadena de pagos.
En este combate cuerpo a cuerpo entre el crédito y la inflación, para bien de todos nosotros, en tiempo presente y futuro, sólo puede haber un ganador. Si triunfa la inflación no habremos aprendido nada de la historia. Supimos tener más de tres mil por ciento en el año 1989 e inflación negativa en el dos mil a costa de un gran sacrificio de recursos y puestos de trabajo. En aquella oportunidad, debíamos cambiar el plan económico y no volver a la inflación e hicimos lo contrario.
El desafío de hoy es aprender del pasado. Un país no puede evolucionar sin crédito y con inflación. Todos debemos hacer un esfuerzo para que el crédito venza por nocaut a este flagelo que lleva mucho tiempo dominando la escena nacional y causando tanto daño en términos económicos y sociales.
* Licenciado en Administración de Empresas y director de Consultoría & Capacitación (www.dorbaires.com)