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¿Economía política o política económica?

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Por Claudio Pizzi (*)

La ¿economía política o política económica? parecería ser el debate que viene y no es para menos, si uno analiza las definiciones del diccionario versus las “definiciones de asfalto”, que suelen ser bastante diferentes. La economía política originariamente se vinculó al estudio de las relaciones de producción y las clases sociales.
Surgieron en la “antigüedad” corrientes de pensamiento diversas en relación con el término y su vinculación con el trabajo, el valor y la utilidad de los bienes para con los individuos. El término se amplió e incorporó otras ciencias como la sociología, antropología, y estudios que pretendían establecer relaciones entre los entornos institucionales, sociales, políticos sobre los mercados, buscando establecer conductas.
De allí surgen las “teorías” (liberales, marxistas, etcétera) que -como tal y al no tener categorías de leyes científicas- se exponen a cambios y nuevos enfoques. Lo cierto es que la ciencia, dependiente de las matemáticas, los axiomas, ha sido capturada por la política; por tal motivo, el término también se refiere a la vinculación con el poder político de los Estados y, por supuesto, a los temas internacionales, cuando nos orientamos hacia las finanzas, las políticas monetarias, fiscales, el comercio exterior.

Por otro lado, la llamada política económica representa las decisiones y acciones que los diferentes gobiernos (nacionales, provinciales, municipales) y los Estados, generan para influir sobre la economía de los países, y abarca desde el manejo de las leyes, regulaciones, reglamentaciones, incentivos, subsidios, impuestos, tasas, que -en definitiva, proyectados sobre la actividad de las regiones- producen un impacto sobre los resultados económicos.
El Estado, entonces, interviene en el mercado, regulando las actividades mediante sus decisiones de inversión pública, manejo presupuestario y leyes. Esto es, a grosso modo, lo que podemos encontrar investigando sobre ambos términos, pero -tal como dije- la “versión del asfalto”, que es la definición del significante o la representación de los conceptos, suele ser diferente.
En la “calle” parece haber un “debate silencioso” entre ambos términos que al parecer son “contrapuestos”. En la Argentina del futuro, esa definición de asfalto, sumada al debate silencioso, se hará sentir. Los próximos gobiernos (nacionales, provinciales y municipales) tienen un gran desafío por delante -“elegir cuál de los dos términos pondrán en marcha en sus gestiones”-. En términos de lo que representa en nuestra Argentina de hoy, el desafío de los líderes será decidir si trabajarán en políticas económicas, o en “seguir politizando la economía”. Esta diferencia es sustancial porque determinará los próximos 20 años del país. Establecer políticas económicas desde la definición del asfalto (del conocimiento popular), significaría darle un orden estratégico a la toma de decisiones.

Siempre los recursos se tornarán limitados y, por lo tanto, se deberá entender que cada centavo es de vital importancia y merece una discusión estratégica. “Fútbol para Todos financiado únicamente por el Estado” o “desnutrición cero”, es un ejemplo concreto. Otro sería, “sobredimensionamiento estatal” o “eficiencia y eficacia estatal”. “Planes sociales de por vida” o “seguro de desempleo integral con capacitación para salida laboral y control de asignaciones por grado de complejidad”.
Cada definición importará recursos estratégicos que serán derivados a un sector o actividad, en detrimento de otro.
Para muchos, hoy, el término economía política representa la “politización de la economía”, el avance de los gobiernos sobre la actividad privada en exceso. En situaciones de “normalidad”, sería una discusión técnica profunda, un debate ideológico de principios, pero en la actualidad es impracticable. ¿Por qué? La razón es sencilla -para poder intervenir en la actividad privada con éxito, primero se debe intervenir el sector público. A partir de un sector público estratégico, dinámico, eficiente, eficaz, impregnado de valores y principios correctos (honestidad – responsabilidad) sería posible el desembarco en la actividad privada, pero, en nuestro país, hoy, estamos lejos de este estándar. Por eso decimos que los nuevos líderes de la argentina deberán trabajar en ambas.

En mejorar la política económica para mejorar la asignación de los recursos y en ir descontaminando la actividad privada de la política, descontaminarla del “intervencionismo ineficaz” que no resiste un análisis profundo en términos de pragmatismo o políticas de estado.
Cloacas, infraestructura industrial, ferrocarriles, viviendas, erradicación de villas de emergencia, educación, cultura, justicia, seguridad, sanidad, etcétera son sólo “algunos” de los grandes temas a abordar con conciencia, estrategia y responsabilidad. Ahogar la actividad privada, fuente generadora de recursos, con intervencionismo político, no parecería ser hoy, la respuesta a estos grandes desafíos de la Argentina “urgente”.

(*)  Licenciado en Administración de Empresas. Especializado en Marketing. UBA.

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