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Derribando mitos sobre construcciones sustentables

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                                                                                                                Por Silvina Andrea López Planté, jefa de Relaciones Institucionales de Isover y Tuyango

Hoy en día, en la gran mayoría de los países los edificios son los responsables de entre 30% y 40% del consumo de energía. En Argentina, 40% de la energía que se consume está destinada a espacios habitables, ya sean residenciales, comerciales o públicos, donde el gas natural representa aproximadamente 57% y la electricidad 35%, teniendo en cuenta datos del año 2018.

Sin dudas el mundo está cambiando y evolucionando más rápido que nunca. En línea con esto, no podemos negar que los avances de la ciencia y la tecnología han mejorado nuestra calidad de vida, pero tampoco podemos perder de vista la fragilidad y el desequilibrio del ambiente. En este sentido, muchos países, incluso Argentina, se han comprometido a bajar drásticamente las emisiones de CO2 para 2030 y 2050; en el caso de Europa, a partir del año pasado se promueve y exige que las construcciones sean «energía cero».

Derribemos algunos mitos

En Argentina es difícil encontrar soluciones para este tipo de viviendas. Hace muchos años existe en el país una amplia variedad de materiales de calidad aptos para construcciones sustentables. Es necesario tener una visión de futuro y tomar conciencia respecto a toda la cadena de valor de un proyecto de arquitectura y, a su vez, cumplir con las normas y leyes vigentes utilizando materiales certificados y confiables.

Una vivienda sustentable genera más gastos. Utilizar los materiales y soluciones adecuados genera enormes beneficios económicos, como ahorros de gas y electricidad por la eficiencia de la envolvente, dado que no existe la necesidad de instalaciones costosas ni del uso constante e indiscriminado del aire acondicionado y la calefacción.

Son más caros los materiales que se necesitan para su construcción. Al momento de hacer el análisis de los costos, hay que pensar materiales, mano de obra, durabilidad, ahorros, retorno de la inversión, ciclo de vida y seguridad, entre los más importantes. Un muro exterior sin aislación puede llegar a costar lo mismo que un muro correctamente aislado porque, al comparar el costo de uno de ladrillo hueco 18 de cm. con terminaciones exteriores e interiores versus muro ladrillo hueco de 12 cm. con terminaciones exteriores + lana de vidrio + barrera de vapor aluminio + placa de yeso por el lado interior, se generan ahorros por el cambio del espesor de la mampostería hueca y por suprimir los revoques interiores. Por otro lado, si uno analiza el costo solo de la lana de vidrio necesaria para aislar muros y el techo de una vivienda de 100 m2, aquél tiene un costo similar al de un equipo de aire acondicionado y los beneficios que genera son enormes.

Las construcciones sustentables son más calurosas en verano y más frías en invierno que las tradicionales. Las envolventes de una construcción, ya sean muros, cubiertas o aberturas, deben ser lo más resistentes posibles, térmicamente hablando, al paso del calor, por un lado para conservar fresco el aire en el interior y por otro, para que el calor generado por la calefacción no se pierda. Al tener en cuenta esto podremos lograr espacios confortables con temperaturas uniformes, evitar patologías, tanto en los materiales y/o en las estructuras, como en la salud de los habitantes.

A lo largo de todas las etapas de su vida útil, los edificios generan impactos ambientales que van desde la extracción de las materias primas de los materiales que lo constituyen hasta su demolición. En una vivienda, por ejemplo, las mayores pérdidas o ganancias de energía ocurren en primer lugar por las cubiertas o techos, seguidas por los muros y luego por las aberturas. Al emplear los materiales adecuados, se pueden obtener reducciones en el consumo de energía para calefacción de 42% a 54%, y estos ahorros pueden llegar a ser de 60% con el incremento de los espesores de la lana de vidrio en muros y techos.

Tenemos un gran desafío como sociedad: garantizar que estos nuevos edificios sean cómodos y seguros al mismo tiempo, reducir al máximo el impacto ambiental, utilizar menos energía y recursos, y generar menos contaminación y desechos. A su vez, es indispensable lograr el bienestar de sus ocupantes y cumplir con los requisitos térmicos, visuales, acústicos y ambientales. Si lo logramos, podremos no sólo mejorar nuestra economía, habitar espacios saludables, confortables, seguros y sostenibles, sino que seremos más empáticos con los tiempos presentes y futuros.

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