domingo 22, diciembre 2024
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Comercio y Justicia 85 años

Espejos de colores

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La iluminación “camaleónica” de los edificios históricos de Córdoba. La luz es un recurso de la arquitectura que, utilizada de manera deficiente, produce un daño conceptual y distorsiona la lectura del valor arquitectónico.

Por Jonny Gallardo

No pretendo elaborar un juicio sobre la cuestión económica ni mucho menos enfocar una crítica hacia la comunicación institucional; simplemente, me remito a la sola manifestación de un ciudadano de a pie, que ha visto como de la noche a la noche aparecieron iluminados -cual carrusel carnavalesco- los edificios más emblemáticos del centro histórico de nuestra ciudad, complejos que son testimonio del pasado y legado de futuro, y que han sobrevivido a duras penas al avasallamiento inmobiliario de ocasión, en una ciudad que no ha sabido bien cuidar su historia.

Considero que la iluminación que los adorna parece haber sido concebida para un show permanente de mal gusto y dudoso status artístico. La luz es un recurso más de la obra arquitectónica y como tal debe ser utilizada para dar énfasis o destacar a un edificio; debe ayudar a resaltar sombras, cornisas, llenos y vacíos o bien remarcar profundidades o insinuar aquello que el autor de la obra ha querido manifestar como elemento simbólico. En ningún caso la obra de arquitectura debe ser considerada como la paleta de un pintor donde se descarnen colores sin criterio alguno.

Esta suerte de artilugio camaleónico degrada la obra y la transforma, desconociendo aún, con qué criterio u objetivo. Seguramente los comerciantes y asesores comunicacionales que decidieron sobre el tema han creído hacer un favor a la ciudad con esta decisión, sin dudas que no fueron consultados o en todo caso escuchadas las voces expertas en este campo.

La semejanza en la exageración
Si rápidamente propongo hacer un paneo de las ciudades del mundo, ninguna de las grandes capitales utilizan recursos semejantes, por lo menos si consideramos aquellas que son ejemplos de conservación y cuidado del patrimonio.

Cuando aparece una novedad, en este caso la iluminación LED, existe una ansiedad de mostrarla y manifestarla de forma desmedida, utilizando exageradamente un recurso que puede ser válido, si se lo emplea de manera esporádica, como un acento sutil. Su manifestación desmedida termina transformándose en algo kitsch, de dudoso gusto.

Un daño conceptual
En México, más precisamente en el Distrito Federal, han desarrollado con gran amplitud e idoneidad algunas consideraciones que traigo a colación: “El daño conceptual que con iluminación deficiente se ocasiona a un edificio se debe a que se distorsiona su lectura, sus valores arquitectónicos se alteran. Si está mal hecho, estamos educando mal a la gente”, indica la arquitecta Ana María Lara, del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), una dependencia del gobierno federal de los Estados Unidos Mexicanos.

Por su parte, Dolores Martínez, especialista en Diseño de Iluminación, resaltó que toda intervención con luz debe llevar un trabajo de investigación que permita “la lectura (…) del lenguaje corporal arquitectónico del elemento estudiado y posteriormente iluminado”.

No estoy haciendo una crítica de la intervención o la inversión sino de ponderar la idea de poner en valor el patrimonio. No es malo el recurso tecnológico utilizado, ya que el LED tiene grandes ventajas respecto del consumo energético, longevidad de las lámparas (lo que trae como consecuencia el menor costo de mantenimiento) y la capacidad de reproducción cromática, entre otras bondades. Con esto no pretendo tirar por la borda lo invertido sino más bien instar a otro modo de análisis frente a futuras puestas en escena, en las que la tecnología, utilizada de manera muy sencilla, sea capaz de una iluminación adecuada para las obras arquitectónicas de envergadura como lo son los edificios en cuestión.

Las arterias principales, plazas y espacio públicos, junto con las fachadas de las estructuras arquitectónicas más emblemáticas de una ciudad, forman parte del escenario urbano que construye la memoria colectiva, y el paisaje nocturno debe ser coherente con la historia y leal a los recursos propios, a lo proyectado y pensado por quienes sellaron con su impronta, la estructura edilicia.

Otras banderas
Esta postal a la vista de todos no ha tardado mucho en convertirse en bandera de un grupo de personas que no está de acuerdo con la elección luminaria, representadas en las redes sociales que sirven justamente para correr la voz y lograr adeptos. Así, el grupo en Facebook “Basta de Iluminar los edificios de Córdoba como si fueran árboles de Navidad”, que ya alcanzó más de 500 seguidores, se manifiesta: “Queremos un criterio estético diferente para la iluminación de arquitectura emblemática de la ciudad de Córdoba. No estamos en nada de acuerdo con el colorinche actual. Sumate y deja tu propuesta para que el gobierno de la provincia reaccione ante nuestra disconformidad”.

A quienes tengan la posibilidad de decidir al respecto, en nombre de todos aquellos que no ven con buenos ojos este tipo de propuestas, solicito tengan a bien consultar a personas capacitadas para tomar las decisiones adecuadas; hay que tener en cuenta que las administraciones gubernamentales son de paso pero los edificios quedan: no me gustaría que los turistas que nos visitan lleven esta imagen de nuestra ciudad por el mundo, una vez mas solicitamos: no sigamos vendiendo espejitos de colores, aunque ésta vez sean edificios de colores.

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