Zygmunt Bauman ganó notoriedad con su desarrollo sobre la modernidad líquida. El concepto está destinado a explicar de qué manera en la sociedad contemporánea se desintegraron los pilares sólidos de la sociedad tradicional.
No vamos a usar el concepto en esta nota, pero sí esa metáfora de lo líquido y lo sólido, al punto de que podríamos decir que estamos en un momento de algo que podríamos llamar “política económica líquida”. No hay un indicio de solidez en ninguna dimensión de la vida económica del país.
Revisar los diarios en busca de este tema es estresante. Sacando el relleno que busca clics a partir de cualquier suceso menor ocurrido en el mundo, las notas se reparten en dos grandes universos. Por un lado, tenemos los diagnósticos tremendos y apocalípticos sobre el estado de la vida en Argentina, mientras que del otro tenemos las gacetillas del Gobierno transformadas en supuestos artículos periodísticos.
Aunque las pálidas nos deprimen, están más cerca de la realidad que las infinitas loas al superministro de economía, Sergio Massa, presentado incluso hoy como el hombre más capaz del Gobierno nacional. Se pueden pasar por alto esas noticias, pero de vez en cuando hay que tomarse el tiempo para desarmarlas.
Ayer se le dio mucha importancia al préstamo que envió el Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE), que concretó un desembolso de US$395 millones destinados a fortalecer las reservas internacionales. Lo mismo pasó con el crédito que otorgó el Banco de Desarrollo de América Latina (CAF), que aportó US$285,4 millones para fortalecer las reservas. También adquirió relevancia mediática la activación del swap de monedas con China.
Sin embargo, todo ese dinero no parece ayudar a fortalecer esa política económica líquida que desarrolla el Gobierno. No importa cuántos dólares entren, el chorro de billetes verdes se escurre rápidamente como por un resumidero porque el Banco Central no puede evitar vender reservas para mantener el tipo de cambio artificialmente bajo.
Pese a la fanfarria con la que se anunciaron los desembolsos, ayer mismo el Central vendió US$261 millones, casi lo mismo que se anunció ayer mismo a la mañana que enviaba la CAF. La situación es tan delicada que el gobierno vive completamente al día, pagando a medida que va entrando la plata, como en un esquema Ponzi que en cualquier momento puede caer fulminado si se cortan esas inyecciones de dólares que después hay que pagar con intereses.
La situación empeora si se amplía el foco. La semana pasada el Central vendió 554 millones de dólares, mientras que en lo que va de marzo la autoridad monetaria lleva vendidos unos US$1.136 millones. Para tener una idea, el déficit de Aerolíneas Argentinas en 2022 fue de 353 millones de dólares, un tercio de lo que el Central vendió en un mes para mantener el tipo de cambio mayorista en un valor ficticio con el que esconder la verdadera miseria de los sueldos de los argentinos. En los dos meses y medio que lleva el año, el Central ya acumula un rojo de más de US$2.100 millones, 40% del swap con China del que ya se consumió 60% en los dos primeros meses del 2023.
La política económica líquida es así, es ver cómo se diluyen los pesos, cómo fluyen las reservas, cómo se licua el sueldo. No hay nada sólido más allá de lo que cuestan la comida, la ropa o algunos pequeños gustos que alguien se quiera dar. El Gobierno hace agua en su gestión de la economía, mientras la realidad les pega con fuerza a ciudadanos que cada vez se tienen que ajustar más.
Ya no quedan más posibilidades de relanzar la gestión, salvo que lo de lanzar tenga que ver con algo emético. Toda la seriedad del que iba a pagar jubilaciones con los intereses de las Leliq, la determinación del que le declaraba la guerra a la inflación, la firmeza del que venía a controlar a los vivos que suben de más el precio de las cosas o el aplomo del que decía que la inflación de abril iba a tener un tres adelante se van perdiendo en esa política económica que no demuestra signos de solidez.Así es la situación. Todos los días hay que convivir con esos panegíricos relativos al ministro Massa que revuelven el ambiente como para que no se noten las consecuencias de la política económica líquida. Lo único que parece firme y sólido es el ajuste que debe hacer cada familia para evitar ser alcanzada por las duras consecuencias de algo que pretende ser considerado un modelo de gestión.