Ariel Schale, economista y director ejecutivo de la fundación pro tejer se refirió así a la incidencia de impuestos, tarifas y costos financieros y fijos, entre otros. Aseguró que sólo 8,5% del precio de una prenda es la retribución fabril neta de impuestos
Por Cecilia Pozzobon – [email protected]
Los tours de compras a países limítrofes y a otros un tanto más lejos son el reflejo de una situación a la que, la semana pasada, el sitio Linio le puso números: comparativamente con otros países, vestirse en Argentina es caro.
Según el relevamiento realizado sobre la base de un guardarropas de 31 prendas femeninas, se determinó que, de ese total, 15 tienen un precio promedio mayor en Argentina que en otros seis países de Latinoamérica.
Así, mientras el país encabeza el ranking de precios con un guardarropas de 1.789,88 dólares, lejos se ubica Chile, donde la misma compra suma 1.356,23 dólares; México, donde el monto asciende a 1.265,54 dólares y, de allí para abajo, Ecuador, Panamá, Perú y Colombia. En este último, el costo del mismo guardarropas es igual a la mitad que el argentino.
Consultado por Comercio y Justicia al respecto, el economista Ariel Schale, director Ejecutivo de la Fundación ProTejer, organización sin fines de lucro cuya misión pretende asistir, desarrollar, contener e integrar la cadena de valor agroindustrial textil y de confecciones del país, aseguró: “Somos víctimas de una situación compleja”.
-¿Cómo analizan estas diferencias?
-Somos víctimas de una situación compleja, y no los culpables. Es la misma situación de no competitividad sistémica por la que pasa la mayoría de la industria. Nosotros, como sector, tenemos la mejor tecnología, el mejor equipamiento productivo, la mejor capacitación de nuestros recursos humanos, tenemos una eficiencia sectorial de clase mundial. Hasta el portón de nuestras fábricas le competimos a cualquiera. Competimos al precio de China, Italia, Alemania, al de cualquier plataforma textil global que abastece al comercio del mundo. Ocurre que cuando lo que producimos en nuestras fábricas atraviesa el portón, se encuentra con lo que nosotros llamamos la no competitividad sistémica de funcionamiento de la economía argentina. Y esa caja de no competitividad está compuesta básicamente por la presión impositiva más alta del mundo, la tasa de interés más alta del mundo, el costo del capital más alto del mundo, los cuadros tarifarios más caros de la región, una incidencia de 15% del valor del alquiler en el ticket de nuestros productos, entre otros. Es decir que cuando alguien compra un jean a 2.000 pesos, 300 pesos van directamente al dueño del shopping. Esa incidencia, por ejemplo, en Miami es de 3% y en Chile de 5%. Ni hablar de la incidencia fiscal, que llega a 50%. Lo cierto es que del total del ticket, sólo 8,5% es retribución a la industria, neta de impuestos. Con lo cual, si la industria decidiere regalar la ropa que produce, sólo estaría donando 8,5% del precio de la ropa. En fin, estamos en desventaja competitiva en todo los aspectos que intervienen en poner un bien en el canal minorista.
-Se conformó una mesa de trabajo con el Gobierno nacional para solucionar estas cuestiones que menciona. ¿Se avanzó en algo?
-Estamos esperando que nos convoquen a la brevedad porque la situación es muy difícil. El ritmo de la demanda no levanta y ha quedado 20 puntos por debajo del nivel de 2015. De hecho, el tamaño del mercado respecto de 2012 -que fue cuando alcanzamos un pico- se achicó 35%. En 2015 había un mercado de 500 mil toneladas y hoy tenemos un mercado de 400 mil toneladas. Esto, para una industria de consumo masivo como la nuestra, es realmente muy difícil de sostener. Estamos esperando el llamado del Gobierno para poder avanzar en esta agenda de no competitividad sistémica que esquilma el ya muy debilitado poder adquisitivo de la población. Situación que se pone de manifiesto en la huída de la gente a comprar en otros mercados en los que, al menos, la carga impositiva es menor. Para dar una idea, una misma remera fabricada en Bangladesh, ofrecida en Zara Buenos Aires o Zara Madrid, puede costar el doble, y ahí la industria no tiene nada que ver porque de hecho el producto es importado. Asimismo, 70% de la oferta de productos en un shopping hoy es importada. La realidad es que la ropa es cara y no por culpa de la industria nacional, la industria es la víctima.
-El año pasado se conocieron algunos detalles sobre que se trabajaba en una propuesta para bajar las cargas laborales para el sector. ¿En qué quedó?
-Efectivamente, le habíamos propuesto al Gobierno una ley de formalización para avanzar en uno de los puntos débiles de la cadena, el eslabón de la confección de indumentaria. Estamos tratando de que salga una buena ley para estimular la formalización de los puestos de trabajo. Esperamos que el Ejecutivo eleve ese proyecto al Legislativo. Es uno de los temas que, quizá, encabece la agenda que tenemos abierta con el Gobierno.
-Mencionó también la problemática de la importación…
-La presión importadora es un segundo problema, no el principal, que hace que en un mercado más chico, la industria nacional tenga aún una menor participación. Eso se nota en las plantas textiles. Tenemos una industria muy federal, con plantas en Córdoba, La Rioja, Catamarca, Tucumán, Chaco y Corrientes, ahí está la gran plataforma textil, y ya no sólo se han perdido puestos de trabajo -que han sido una de las variables de ajuste de todo este proceso- sino que tenemos en riesgo el funcionamiento de las propias plantas. Hay que tener en cuenta que tenemos en uso 49% de la capacidad instalada. Es decir, en la industria textil nos sobra la mitad de las fábricas que tenemos para poder abastecer el mercado argentino.
-¿Hay chances de exportar?
-En la agenda hay oportunidades enormes para lo que es hilado y tejidos, que es de capital intensivo y con tecnología de punta. Asimismo, hay oportunidades para las más de 50 marcas que ya están bien instaladas a nivel regional, a las que se les puede abrir un mercado de consumo responsable de 160 mil millones de dólares de consumo de aquellos que compran sólo ropa certificada respecto de las condiciones dignas de trabajo. Y Argentina tiene un enorme potencial por su notable madurez en derechos laborales. Estamos trabajando para lograr un proceso de trazabilidad que pueda certificar esto.
De entre los cinco productos más caros, Linio enumeró: un abrigo que en Chile vale 60,74 dólares, en Argentina cuesta 156,09. Una campera de cuero cuesta 40,35 dólares en Colombia y 128,22 en Argentina. Un sobretodo se consigue en 38,93 dólares en Perú, mientras que en Argentina cuesta 133,50 dólares promedio.
De entre las prendas más baratas consignadas en el guardarropas: una remera de color en Argentina cuesta 20,59 dólares, mientras que en Panamá cuesta 10,95 dólares.