Las protestas sociales por el plan de ajuste reinstalaron el debate sobre la moneda común y los organismos
Las imágenes que llegaron ayer desde Grecia reubicaron en el escenario de debate a las calificadoras de riesgo y al Fondo Monetario Internacional (FMI) e instalaron las dudas sobre la permanencia de la zona euro tal cual se conoce hasta ahora. Como ocurrió en Argentina a finales de 2001, las crisis constituyen un momento oportuno para revisar las opciones adoptadas y recuperar las experiencias que permitan salir de esa situación con los menores costos sociales y económicos.
Unos 200.000 griegos salieron a las calles, sólo en Atenas, en el segundo día de protestas contra el plan de ajuste anunciado el domingo por el gobierno socialista del primer ministro Giorgos Papandreu, una de las exigencias del FMI y la Unión Europea (UE) para dar una asistencia financiera por 110.000 millones de euros a Grecia. En ese marco, tres personas murieron en el incendio de un banco.
Recuerdos de 2001
Ayer la presidenta Cristina Fernández se refirió a los hechos ocurridos en Europa al decir que “las tristes imágenes que nos llegan desde Grecia nos hacen recordar lo que vivimos los argentinos en 2001”. Así como otros economistas e intelectuales, la mandataria interpretó los disturbios como una consecuencia de las habituales “recetas” de los organismos multilaterales de crédito, que implican “supresión de municipios, reducción de salarios y ajuste”, indicó.
Justamente, ayer arreciaron las críticas contra el FMI porque se volvió a poner en duda si, más allá de los fríos números que las defienden, las recetas del organismo serán aceptadas por los trabajadores y jubilados griegos, una variable que muchos analistas creyeron que el gobierno de Papandreu podría controlar. Si la resistencia al ajuste se extendiera, la salida económica deberá contemplar otras opciones con menores costos sociales. Y los organismos sumarían entonces otra mancha a su extensa lista de fracasos.
Las críticas impactaron también sobre las calificadoras de riesgo, que no anticiparon los peligros latentes en el caso griego y sólo atinaron a alertar cuando la crisis ya era evidente. En ese sentido, el comisario europeo de Mercado Interior, Michel Barnier, expresó días atrás su intención de estudiar el papel de las agencias de calificación de riesgo y les exigió mayor transparencia, dado el impacto sobre las finanzas públicas que tienen sus recomendaciones. “Las decisiones que toman tienen un impacto considerable y por ello tenemos derecho a esperar que se haga una evaluación sobre bases perfectamente transparentes”, consideró.
¿El final del euro?
La extensión del euro a los países de la región, que fue ocurriendo lentamente durante los últimos años, le complica ahora a naciones como Grecia manejar algunas variables monetarias centrales para enfrentar la crisis. Esto llevó a un economista como Joseph Stiglitz, ganador del premio Nobel, a sugerir que la crisis actual puede marcar “el final del euro”.
En el mismo sentido otro premio Nobel, el economista Paul Krugman, señaló que a cada país le resulta más difícil controlar sus costos cuando comparte una moneda común. “Es mucho más difícil hacer eso ahora que cuando cada país europeo tenía su propia moneda. En aquel entonces, los costos podían controlarse ajustando los tipos de cambio (por ejemplo, para recortar sus salarios respecto de los salarios alemanes, Grecia no tenía más que reducir el valor del dracma frente al del marco alemán). Sin embargo, ahora que Grecia y Alemania comparten moneda, la única forma de reducir los costos relativos de Grecia es con una combinación de inflación alemana y deflación griega. Y dado que Alemania no va a aceptar la inflación, la solución es la deflación”.