La caída generalizada en la producción y las ventas genera nuevas estrategias de sobrevivencia. A un costo financiero altísimo, pequeñas y medianas empresas recurren a distintas herramientas.
Javier De Pascuale – [email protected]
La situación de estrangulamiento financiero que enfrentan miles de pymes en Argentina, a partir de la caída de la demanda y el alza de costos por actualización salarial y tarifazos en los servicios públicos, disparó los negocios de financieras y bancos así como de las “cuevas” que antes vivían de la compraventa de dólares blue y hoy lo hacen de los cheques de pago diferido.
Dirigentes del sector pyme, tanto industrial como comercial, no se animan a calcular la cantidad de pequeñas y medianas empresas que funcionan al límite, a la espera de un cada vez más hipotético segundo semestre positivo que les evite la quiebra o el abandono definitivo de la actividad.
La cadena de pagos se estiró y, con ello, el costo financiero de las empresas se duplicó o triplicó en algunos casos.
A tal punto llegó la situación que muchos propietarios de pequeñas empresas recurren hoy al préstamo personal para financiar su empresa, con costos de hasta 67 por ciento anual, cuando agotan el límite del descubierto bancario, hoy con tasas de hasta 42 por ciento. El límite es el uso de la tarjeta de crédito personal del empresario, con costos financieros de hasta ciento por ciento anual.
El ciclo que comienza en las empresas y comercios chicos con el estiramiento del pago y el uso masivo del cheque de pago diferido, culmina en las medianas empresas y proveedoras de comercios e industrias con el descuento de cheques en la bolsa, una vez agotados los recursos que ofrece el banco, que “son muy pocos y muy caros”, según los empresarios.
Los números expresan mejor esta situación. Mientras en mayo del año pasado el peso del uso de cheques en la economía no llegaba a 0,01 por ciento de la base monetaria, hoy explican 0,6 por ciento de todo el circulante. Es decir, se multiplicó por siete, según el último informe monetario mensual del Banco Central de la República Argentina (BCRA). De marzo a abril, trepó 135 por ciento el uso de cheques.
A su vez, el descuento en bolsa de cheques de pago diferido se triplicó, según datos oficiales de la Comisión Nacional de Valores (CNV). En su informe mensual, este organismo revela que mientras en mayo del año pasado el monto de cheques negociado en el mercado de capitales apenas sumaba $550 millones, durante abril último esa cifra se acercó a $1.500 millones. Este recurso, que es el último al que echa mano una empresa, dado que debe avalar los títulos y aceptar un fuerte descuento para hacerse del efectivo inmediato, se convirtió a partir de abril en un deporte nacional: sólo en ese mes, se cambiaron 12.567 cheques en los mercados de valores, a razón de medio millar por día.
Por supuesto, la tasa de descuento que aplican los tomadores de estos cheques se disparó proporcionalmente: de un promedio de 17% se fue por encima de 25%.
De este modo, una empresa mediana, proveedora de industrias chicas -por ejemplo-, que necesita efectivo para pagar medio aguinaldo en pocos días más, debe calcular que pierde hasta casi 30% de los fondos que entrega en cheques diferidos, los que deben ser computados a pérdida, como costo financiero de la empresa.
Los bancos no parecen aportar a la salida de la situación. “No sólo no financian. Restringen la financiación, al pedir documentación actualizada de hecho recalifican a la empresa tomadora de crédito y lo hacen a la baja”, afirmó Eduardo Fernández, titular de la Asamblea de Pequeños y Medianos Empresarios.
Desde la banca se excusan señalando que no son más que intermediarios. “El termómetro de la situación está marcado efectivamente por niveles de mora notorios, propios de una desaceleración notable de la actividad. Se pierde cartera en forma generalizada, notamos más rechazos de cámara (compensadora de cheques) y muchos embargos de AFIP”, reveló el gerente de una entidad de primera línea, que prefiere resguardar su identidad.